Quiero conocerlo mejor.

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El olor a café recién hecho invadió el lugar haciendo que despertase, y con mucho apetito. Ya había amanecido y varios rayos de sol entraban por la ventana haciendo una vista preciosa del paisaje.

Miré a mi al rededor, deseaba que todo hubiese sido un mal sueño y que en realidad esa fuese mi habitación, pero no era así, todo había sido real y ahora me encontraba encerrada en una casa, con un chico que conocí el día anterior, y con otro que tenía problemas con decidir si me odiaba o le agradaba.

El recuerdo de lo sucedido la noche anterior se hizo presente en mis pensamientos. Había logrado ponerme nerviosa y lo quisiera o no, también había sentido un momento de debilidad. Era consciente de las intenciones que tenía en realidad, pero también de lo que era capaz de hacerme sentir, y no sabía si eso era algo bueno o algo malo. De todas formas ya estaba con alguien más, pese a si Mónica no hubiese sido una buena persona conmigo, yo debía respetar esa relación. Aunque por otra parte, él no parecía contento con ello, quizás era otra de sus pasatiempos o quizás no, el caso es que había un no sé qué que los unía y no podía competir con ello.

Me levanté de la cama dando un bostezo y abrí la puerta con la esperanza de no encontrarme a Kaín ni por los pasillos ni en la cocina. Aunque pensándolo bien, esa era su casa, podía estar donde quisiera.

Bajé las escaleras al piso de abajo donde percibí un olor a quemado, e inmediatamente entré a la cocina para ver de qué se trataba. Hugo se encontraba ahí, controlaba que no se le quemase la comida, o más bien rescatar lo que no se había quemado, con una mano mientras que con la otra trataba de desaparecer el humo que se había esparcido por la cocina.

—¿Necesitas ayuda?—pregunté al ver que no podía controlar la situación.

—¿Te he despertado?—me miró con una mezcla de pena y frustración.—Lo siento.

—¿Querías iniciar una hoguera en la cocina?—le sonreí mientras apagaba el fogón.

—Una hoguera se vería mejor que esto—soltó la espátula que sostenía sobre la encimera de mármol que rodeaba la hornilla.

—Sí...ya veo—mi cara debía expresar lo poco apetitoso que se veía esa comida.

—Me despisté un segundo y cuando me di cuenta ya se había prendido fuego a... Bueno a eso—cogió la sartén y tiró los restos quemados a la basura.

Un rugido sonó y no pude evitar avergonzarme. Mi estómago me reclamaba y él también se había dado cuenta.

—Eh... será mejor que prepare otra cosa—me dio una palmada en la espalda.—venga, ayúdame.

Le sonreí y nos pusimos a ello. Lo cierto es que Hugo era más simpático que Kaín, vaya que si lo era. Y aunque no lo había conocido en el mejor momento ni en las mejores condiciones, él había mantenido su postura, me había ayudado y se había portado bien conmigo, pese a si yo no lo hubiese tratado de la mejor manera. Lo que no entendía era cómo ellos dos podían mantener una relación de lo que fuese siendo tan distintos. Kaín no tenía el mejor carácter del mundo, era temperamental en todos los sentidos. Hugo sin embargo era más calmado, más sereno.

—Andra—me llamó sin girar la cabeza de la encimera donde preparaba los ingredientes para la masa de las tortitas.—¿Qué hay entre tú y Kaín?

—¿Qué?—vaya, eso sí me había tomado por sorpresa.

—Quiero decir, ¿Sientes algo por él, te gusta?

¿Me gustaba Kaín? Ni siquiera yo lo sabía ¿cómo iba a contestarle eso? ¿Cómo explicarle lo qué sentí anoche? ¿O lo que sentía cuando lo tenía cerca? ¿Que una parte de mi deseaba darle un puñetazo en la cara pero otra solo quería estar con él, en donde no pudiesen molestarnos?

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora