Bipolaridad.

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Me quedé mirándolo un rato bastante largo sin pronunciar ninguna palabra. Aún me costaba procesar todo, pues era bastante difícil de ingerir.

¿Por qué Kate no me había dicho nada? Se suponía que era mi amiga.

Tampoco es que fuese a creerle así como así, pero no podía negar que sus argumentos en parte tenían sentido.

Kate no veía bien que saliese con Álec, aunque tampoco lo veía mal. Por el contrario, se alegraba de que conociese a más gente.

¿Y lo de la rosa? Estaba bastante seria cuando la recibí. Tal vez porque pensaría que su autor era él. O quizás no, tal vez solo le picó la curiosidad...

¿Pero y por qué hacían como si no se conocieran cuando ambos coincidían conmigo?

Limpió una de mis mejillas con su dedo índice llevándose una lágrima consigo.

—Yo no quiero hacerte daño—me dijo, y mi cerebro volvió a funcionar.

Aparté su mano de una manera brusca y me alejé de él.

—Ya no sé en quién creer. Estoy harta de que me veáis como a la idiota a la que todos pueden engañar—comencé a caminar de manera apresurada para terminar corriendo a lo largo de la calle.

Oía como a lo lejos llamaba mi nombre una y otra vez, y ni aún así me detenía. Tal vez era eso lo que necesitaba, correr todo lo que mis piernas y mi ser me permitiesen para apartarme de todo y de todos por un tiempo.

Cuando me di cuenta de cuánto había corrido me detuve sujetándome en un poste con el corazón apunto de salírseme por la boca y respirando de manera muy costosa. Miré a mi al rededor dándome cuenta de que aquella era una zona desconocida para mí.

Lo que me faltaba, encima ahora estaba perdida.

"Muy inteligente por tu parte, Andra. De verdad, deberían darte un premio a la persona más lista del mundo" decía aquella voz sarcástica en mi cabeza. Cómo si la necesitase en estos momentos.

Noté que en mi bolsillo no paraba de vibrar mi teléfono una y otra vez. Al sacarlo vi bastantes llamadas perdidas: unas de Álec, otras de James y otras de Kate.

Apagué el teléfono sin querer saber nada de nadie. Estaba harta de tener que soportar esas estupideces. Era momento para mí, para pensar, para nadie más.

Cerré los ojos, tomé aire y respiré profundamente para contar internamente.

Uno...

Una niña juega inocentemente junto a un lago. Una sonrisa tierna se formaba en su rostro al observar su vestido nuevo, le pone muy feliz.

Dos...

La misma niña corre todo el tiempo asustada hacia una misma dirección. Alguien la persigue.

Tres...

La niña rompe en llanto y no es capaz de sostenerse en pie. Se derrumba junto a un árbol y se esconde tras él.

Cuatro...

Al otro lado del árbol aparece una figura, pero no es la misma que la perseguía. Una señora bañada en sangre acaricia su pelo hasta conseguir que la niña se calme.

Cinco...

La niña cierra los ojos muy fuerte, desea no estar ahí. La señora le repite una y otra vez que todo va a estar bien y que la pesadilla ha acabado.

Abrí los ojos despacio. Me sorprendió ver que me encontraba en el mismo lugar al que había recurrido al huir de Álec, sentada junto al muro en el que anteriormente me había apoyado para descansar.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora