Te quiero.

45 6 2
                                    

Desde hacía unos días estaba buscando un lugar adecuado para poder estudiar en paz. James y Kate seguían sin venir, así que al terminar de desayunar, lo que me llevaba un máximo de  diez o quince minutos, iba directamente a estudiar para terminar el tiempo de descanso.

El problema estaba en encontrar un lugar donde no me molestasen, y en el centro era difícil hallarlo. También estudiaba en casa al llegar del trabajo, en el transporte de ida y de vuelta, incluso en los descansos del propio trabajo. Pero no eran suficientes, necesitaba dedicarle más tiempo a los estudios, pues los exámenes estaban a la vuelta de la esquina, y temía por no sacar unas notas que estuviesen a la altura del centro.

Y si a eso le sumábamos el caos que se había armado en mi cabeza con todos los sucesos que iban frecuentándose en mi vida... Solo quería desconectar un poco del mundo, sumergirme en algo que no fuesen problemas.

—¿Por qué siempre estás sola?—Jael se apareció detrás de mí. Al parecer llevaba un rato observándome pero no me había dado cuenta.

Nos encontrábamos en la parte trasera del jardín, lejos del ruido.

—Necesito concentración—resoplé dejando caer mi cuerpo sobre la mesa.—¿Y tú? Últimamente te veo mucho por aquí, pero este no es tu centro.—lo miré sin levantar demasiado la cabeza.

—Ya hemos terminado las prácticas, así que no tengo mucho que hacer. A veces vengo a ofrecerle ayuda a mi padre, pero siempre la rechaza, ha de haberse dado cuenta que esto no es lo mío.

—¿No has hablado con él sobre eso?—lo seguí con la mirada viendo como se sentaba junto a mí.

—No, aún no estoy preparado.

—¿Y cuándo?—me incorporé un poco para prestarle más atención.—¿Cuando pierdas cincuenta casos?

—No seas tan mala—rió.—no es que se me de tan mal, pero no me gusta...

—Como sea...deberías decírselo de una vez—bostecé estirando mis brazos. Realmente estaba cansada.

—Oye, ¿Puedo hacerte una pregunta?—interrumpió el silencio que se había formado hacía unos minutos. Permanecí callada esperando a que continuase.—¿Qué hay entre tú y Kaín?

Vaya, qué directo...

—¿A qué te refieres?

—Bueno, está claro que hay algo. Primero fue lo de la azotea, y después lo del hotel... Parecía desesperado cuando salió en tu busca—no apartaba la vista ni un segundo, acto que en realidad me intimidaba, pues esperaba un respuesta sí o sí.

—Ya no hay nada—le aclaré, por si aún le quedaban dudas.

—¿Estabais juntos?—parecía sorprendido.—¿Por qué terminasteis?

—Ya viste cómo lo encontramos, estaba con otra chica, pero insiste en que no llegaron a nada, sin embargo ella lo presume por ahí, y sé que no mentiría en esas cosas porque se buscaría problemas.

—Pero no estuvo con ella de verdad—trató de convencerme.—Estamos hablando de la misma chica con el pelo de colorines, ¿no es así?—afirmé con la cabeza. Me sorprendía ver qué se acordaba de muchos detalles cuando había bebido mucho más que yo.—Cuando Kaín te persiguió... Ella me arrastró hasta el interior de la habitación. Recuerda que me pediste que no te siguiera así que solo me quedé en el umbral.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora