Una noche más.

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Un día... Solo quedaba un día para salir de ese maldito lugar.

Kaín había estado muy al pendiente de mí y de Ethan, se aparecía en las noches y se quedaba conmigo hasta que amanecía, aunque solo dormíamos o nos pasábamos todo el tiempo hablando. Me fascinaba la capacidad que tenía para burlar la seguridad de la casa, sabía que era alta, y aún así conseguía entrar todo el tiempo solo para vernos. Por suerte ya no tendría que hacerlo más.

Terminé de darme un baño aprovechando que Ethan estaba durmiendo, pues en las noches siempre se desvelaba y apenas tenía tiempo para mí. Álec se encontraba reunido con algunos socios en la planta inferior, así que no me preocupé por que fuera a molestarme. Me miré en el espejo unos segundos y sonreí, estaba feliz porque al fin terminaba esa etapa de desgracias, continuaría trabajando y volvería a retomar mis estudios, se lo debía a mi madre.

Ojalá pudiese haberme despedido de ella, ojalá pudiera haberle dicho una última vez que la quería y que lo era todo para mí, pero no se pudo dar, no pude salvarla a tiempo, pero eso no me deprimía. Siempre supe cuanto me quiso, y por ella era que no quería abandonar ninguno de mis propósitos, sabía bien que hubiese querido que acabase mi carrera y consiguiera ser independiente, pues era lo que más deseaba para ella misma.

Ahora estaba Ethan de por medio, pero no lo consideraba un estorbo en lo absoluto. Tal vez sería más difícil, pero no era una excusa, tenía a Kaín, quién aseguró que me ayudaría en todo.

Terminé de vestirme y de peinar mi cabello y volví a la habitación, no podía dejar mucho tiempo al bebé solo. Revisé la habitación con detenimiento comprobando si era la mía o no. Abrí la puerta asegurándome que era la última del pasillo, y efectivamente, lo era, pero por dentro no estaba como la dejé. Abrí los cajones y el armario, estaba todo vacío, incluso la cama estaba desnuda. Respiré hondo antes de precipitarme y me dirigí inmediatamente al dormitorio de Álec. Abrí los armarios y ahí estaba toda mi ropa y mis cosas, pero ni rastro de Ethan.

¿Se habría atrevido a hacerle algo a mi bebé? Tal vez se habría enterado de lo de Kaín y quería pagarme de esa forma, sabía muy bien que él era mi debilidad y no dudaría en hacerme daño con él.

—A este paso las cosas estarán listas para la semana que viene—oí la voz de uno de sus socios, lo que quería decir que no estaba solo, pero él se lo había buscado.

—Álec, dónde está mi bebé—irrumpí en la sala dando voces.—te permito cualquier cosa, ¿Pero que toques a mi hijo? Eso nunca—me puse en frente y los hombres se me quedaron viendo como si fuese un programa de televisión entretenido.

—Tranquila, cielo—se levantó sonriendo.—He pensando que querrías descansar un poco, y le he pedido a Romina que se encargue de nuestro hijo.

Nuestro... Ya quisiera él que fuese nuestro.

—Dónde está—seguía con mi actitud alterada.—Llévame con él ahora mismo.

—Madres, siempre tan celosas—le habló a aquellos hombres disimulando.

—Ojalá mi esposa fuese así—intervino uno de ellos intentando pasar por alto la situación.—se la pasa de compras con sus amigas y deja a los niños descuidados, las empleadas se  encargan de ellos—sonrió amigable.

—Sí, estoy muy orgulloso de haberme casado con ella—rodeó mi espalda con su mano guiándome por las escaleras.—disculpen caballeros, en seguida regreso. Vamos cielo—me volvió a sonreir y subimos las escaleras. Me daba mucho miedo cuando se ponía así, pero, le temía más a la idea de que pudiera haberle hecho algo a Ethan.

—No hay nada de nuestras cosas en la habitación, ¿Por qué lo has cambiado todo?—pregunté al ver que no mencionaba palabra y se había detenido junto a otra de las habitaciones.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora