Lo siento.

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Kaín.

Me encontraba en una pared apoyado mientras fumaba un cigarro, era lo único que me hacía sentir mejor en momentos de estrés o simplemente cuando quería despejarme.

Iban a dar las cuatro de la madrugada. Diego me había citado diciendo que tenía un asunto importante que resolver y me necesitaba, pero ya había pasado casi una hora desde la llamada y no se aparecía.

Y hablaba de puntualidad...

Últimamente lo había notado distante, como si ya no contase conmigo, como si fuese uno más de la multitud. Una gilipollez en realidad, porque si me paraba a pensarlo un segundo, él no confiaba en nadie más que en mí y además era su mejor hombre.

En el fondo de la carretera pude distinguir como su coche se acercaba a una velocidad lenta deteniéndose junto al borde de la acera. Bajó la ventanilla de la parte trasera, donde él se encontraba.

-Sube-dijo a secas.

Tiré el resto del cigarro que aún estaba por la mitad y lo pisé para luego rodear el coche y subirme al asiento contiguo.

Lucía elegante, como siempre, serio y firme. Solo que ahora se veía un poco diferente, como molesto, o quizás solo pensativo.

El camino transcurría en silencio, algo a lo que no le hubiese dado importancia si no fuese porque conocía a Diego, y sabía que algo no andaba bien.

Felipe, que era quien conducía, se detuvo frente a una de las mansiones de Diego que quedaban a las afueras de la ciudad. Muy pocos conocían el lugar y Diego siempre iba ahí cuando quería relajarse o cuando tenía asuntos importantes que resolver y no podía hacerlos en la misma ciudad.

Bajó del coche y entró por la enorme puerta de madera maciza que daba al interior a lo que yo solo le seguí.

En diez años el interior no había cambiado ni una pizca. Le sobraba el dinero para renovarlo todo las veces que quisiera, pero era un hombre de costumbres, solía hacer las cosas de la misma manera, y así mismo prefería mantener sus cosas "en orden" como decía, tanto en lo material como en su vida en general.

-Siéntate hijo-señaló el sofá de cuero capitoné de estilo vintage mientras vertía en los vasos el Dalmore 50 años, su favorito, que solía usar en ocasiones especiales.

Se acercó a paso lento tendiéndome una de las bebidas y acabó por sentarse en uno de los sillones que quedaba junto al sofá.

-¿Cuánto hace que no mantenemos una conversación de tío a sobrino?-dio su primer trago al vaso mientras me miraba fijamente.

-No lo sé, desde que era un crío-respondí sin entender a qué venía todo eso.

-Sí, es cierto. No estoy al día con tu vida. ¿Por qué no me cuentas cómo te va todo?

-Todo sigue igual, mi vida es una rutina, ya lo sabes.

-¿Tanto como así? ¿No tienes ningún objetivo nuevo a cumplir, alguna meta que te hayas propuesto conseguír?

-Ya sabes cuál ha sido siempre mi objetivo, y no va a cambiar nunca.

-¿Nunca? ¿Ni siquiera por uno nuevo?-volvió a tomar otro trago sin apartar la vista de mí.-¿O quizás serías capaz de traicionarme solo por cumplirlo?

Lo cierto es que empezaba a joderme que no hablase claro. No entendía a qué venían tantas preguntas, y las indirectas, que lanzaba como balas cubriéndolas con Whisky junto a una "conversación entre tío y sobrino".

-¿Por qué no vas al grano, Diego?-solté sin pelos en la lengua.

-Te hice una pregunta-continuaba calmado.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora