Rumores y mentiras.

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Hoy me sentía extraña, todo el mundo me miraba, como si supiesen algo de mí, o como si estuviese totalmente desnuda. Desde que había entrado por la puerta ya comenzaban a murmurar y no conocía la razón, pero tampoco quería saberla. Solo esperaba que no se hubiesen enterado de lo que había pasado esa noche con esas personas en específico.

Me encontraba en uno de los servicios de la universidad frente al espejo. Pensaba que tal vez se vería alguno de los golpes que había recibido, pero me había asegurado de taparlos bien con maquillaje por lo que sería bastante raro que se viese alguno si quiera. Pero si no era eso entonces no lo entendía.

Estaba tan cansada... Solo quería dormir, y lo peor de todo es que estábamos a inicios de la semana, concretamente, Lunes. Ni siquiera había visto a Kate y tampoco a James. Quizás si dejase de esconderme todo el tiempo los encontraría. Por una parte necesitaba hablar con ellos, despejarme. Por otra sabía que Kate empezaría con un interrogatorio del que no podría escapar y no tenía ganas de pasar por eso. De todas formas no podría evitarla toda la vida.

Salí del baño de vuelta a mi aula. Caminando por los pasillos descubrí su cabello rubio y supe que era él. Cambié de dirección para pasar por el otro lado antes de que me descubriese y quisiera acercarse. Si de algo estaba segura era de que con quién no quería encontrarme ni siendo la última persona del universo era con Álec. Había sido capaz de llevarme a un lugar peligroso, dejarme sola y abandonarme. No se había molestado ni en regresar por mí. ¿Cuál era el fundamento de hacer eso? No es que me conociese y le hubiese hecho algo malo como para que quisiera vengarse de algo.

No le había contado a Kaín la razón por la que estaba en ese sitio, porque sabía que era una pregunta que le estaría rondando la cabeza, pero que no me había hecho por alguna razón. Y es que no estaba por casualidad, no estaba porque lo siguiese, no estaba por ser de la banda contraria. Estaba porque Álec me había llevado, y era algo que no le iba a perdonar.

Regresé a clase, aunque en realidad no quería. El profesor me había dado un permiso para el baño después de decirle que no me encontraba bien, así que ese no era el problema. El problema era que de nuevo las miradas se centraban en mí. Solo quería que el día terminase de una vez y regresar a casa, donde me sentiría mucho mejor.

Después de largas horas de explicaciones y explicaciones de diferentes profesores y de tener que escabullirme entre los pasillos para no toparme con nadie entre clase y clsse, al fin había llegado la hora del descanso y podía ir a picar algo en la cafetería. Pero debía ir antes de que saliesen los de los cursos superiores si quería evitar a Kate y Álec.

Salí de la clase y me dirigí a la cafetería por el camino más largo, en el que solía haber menos gente. Entre la multitud divisé a James que se despedía de un grupo y venía en mi dirección. Antes de que me viese me escondí detrás de una de las columnas.

Bien, ahora tendría que quedarme ahí hasta que se fuese.

Miré mi reloj, habían pasado casi diez minutos desde que partí de clase, y es que entre el largo recorrido y además ponerme a jugar al escondite me hacían perder mucho tiempo. Seguramente la cafetería ya estaba llena.

Volví a asomarme y James ya no estaba, al menos no perdería más tiempo.

—¿De quién nos escondemos?—susurró a mi oído. Un pequeño grito hizo que varios nos mirasen a aparte de hacerme sobresaltar. 

—¿Pero qué te pasa? ¡No vuelvas a hacer eso!—sujeté mi pecho que latía con fuerza.

—No me has respondido...—se cruzó de brazos esperando una respuesta.

—No me escondía, me...—busqué una excusa válida para la ocasión.—me estaba atando los cordones.

Sonreí inocente esperando a que no siguiese preguntando. Y funcionó, no se lo había creído ni de broma, pero al menos no tendría que decirle que me estaba escondiendo justo de él.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora