Cambios.

44 8 0
                                    

Lo miré muy fijamente. Traté de analizar el momento en la cafetería, intentaba recordar los detalles de los acontecimientos ocurridos en esta. Estaba segura de que aquel día nos encontramos solos cuando me dio ese beso que ya sabía a veneno de primeras, y que de segundas terminó por conseguir el efecto.

¿Cómo había sido capaz de jugar tan sucio?

Kaín sería muchas cosas, pero no me esperaba que actuase de manera tan cobarde, echándome de cabeza con lo de la cafetería.

¿Todo por qué? ¿Por haberle soltado las verdades a la cara?

Lo había perdido todo, todo por lo que estuve luchando tantísimos años. No disponía de los recursos económicos para pagar mis estudios, esa beca que me había costado tanto conseguir era mi vía de escape, y ahora decidían que no era merecedora de ella por un cretino y por una caprichosa.

Algo estalló en mi interior, hacía tiempo que debía estar fuera del centro, pero antes de irme necesitaba gritar.

Me acerqué furiosa a Kaín, sin importarme con quién estuviese, aguantándome todas las lágrimas que ansiaban por salir. Este, al darse cuenta de mi presencia, espantó a todos los presentes con una sola mirada, quizás porque sabía que no venía con buenas intenciones.

Era extraño, pero no me veía capaz de decir nada, mi cabeza y todos mis pensamientos se habían quedado en blanco, solo lo miraba fijamente, y sus ojos, apagados, hacían lo mismo.

Apreté mi mano en un puño, que lleno de ira se impulsó a su rostro dejándonos sorprendidos a ambos y al mismo tiempo haciéndolo enfurecer.

Lo peor de todo es que ninguno decía nada. Se había puesto en pie haciéndome sombra una vez más, y mirándome con ese odio tan suyo. Algo que no me hizo retroceder, conocía muy bien mi postura, sabía por qué lo había golpeado, y por qué en esos momentos solo quería volver a hacerlo una y otra vez.

Volví a alzar el brazo en su dirección pero esta vez impidió el contacto, sujetándome con fuerza por las muñecas.

—¡SUÉLTAME!—grité tratando de zafarme de su agarre, pero parecía inútil.

En un rápido acto abrazó mi cuerpo volviendo a sujetarme con fuerza y al mismo tiempo impidiendo mi total movimiento.

Dar pataletas, gritar, no valía de nada, y cuanto más tiraba, más forzaba su agarre produciéndome un dolor leve que iba en aumento.

En un último intento impulsé mi cuerpo hacia atrás con toda mi fuerza, pero solo conseguí que ambos cayésemos al suelo, quedando Kaín sobre mí.

Otra vez ese estúpido sentimiento de impotencia, de no poder hacer nada, de contener toda la rabia. Comenzaba a ver borroso, mis ojos se habían inundado por completo e inconscientemente toda esa agua caía sin parar.

Aflojó su agarre permitiéndome respirar mejor. Al ver esto intenté golpearle de nuevo pero fue en vano. Se había asegurado de que el agarre no fuese lo suficientemente fuerte como para matarme, pero también de que no fuese demasiado débil para liberarme de él.

Una gota de sangre cayó sobre mi mejilla, al parecer de su boca, provocada por mí.

—¿No te acuerdas de con quién estás tratando?—habló enfadado.

—Já—reí irónica.—¿Con quién estoy tratando? ¿Con alguien que tiene como oficio destruir las vidas ajenas a la suya? No se me olvida, no te preocupes.

—¿Y tú? Vienes, me revientas la boca ¿y te quedas tranquila?—escupió hacia un lado la sangre cuajada que se había acumulado en su boca.

—Te lo mereces—intenté liberarme de nuevo pataleando y moviéndome con más energía, pero solo conseguía hacerme daño a mí misma.—QUIERO QUE ME SUELTES AHORA—Elevé más el tono si es que se podía irritada.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora