Cadena de maldiciones.

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Hacía un rato que había llegado a casa de los Smith, y durante todo ese tiempo Kate no paraba de sacar vestidos de su enorme armario tratando de decidirse entre uno.

Ya nos habíamos maquillado, o más bien, nos había maquillado. Estuvo  insistiendo tanto que no pude negarme. Y he de admitir que no hizo un mal trabajo, se le daban bastante bien ese tipo de cosas. Decidí dejar mi cabello suelto. No es que fuésemos a cenar con el primer ministro como para arreglarlo demasiado.

Por suerte las heridas ya habían sanado, al menos la gran mayoría que quedaban a la vista, y eso había sido un golpe de suerte en esos momentos.

—¿Qué te parece este para tí?—cogió uno de los tantos que había sacado, mostrándomelo.

Un vestido negro que a simple vista se veía muy corto y abierto.

—No voy a ponerme eso—lo observaba desde la cama, donde me encontraba sentada.

—Tú solo ve a probártelo, si no te convence buscamos otro—me extendió el vestido y lo tomé.—Puedes usar eso de ahí—señaló un biombo de madera que quedaba en una de las esquinas de la habitación.

Me coloqué el vestido como me había indicado y salí para que pudiese verme, pero la que veía era yo, y era algo muy raro.

Kate intentaba ponerse a la fuerza un vestido púrpura mientas saltaba por toda la habitación.

—Kate...—traté de llamarla para que se detuviese.

—Ahora—intentaba a toda costa subirlo por las caderas respirando en cada intento.—NO.

Eché un vistazo a los vestidos de sobre la cama y uno rojo en concreto me llamó la atención.

—¿Por qué no pruebas con este?—le cedí el vestido a lo que suspiró fatigada.

Así mismo como trataba de ponérselo, también intentaba quitárselo bajándolo por los muslos.

—Creo que he engordado unos cuantos kilos—lanzó la prenda recién sacada contra la cama y yo la recogí para observarla.

—¿Kate, desde cuándo tienes este?—le mostré el mismo que había tirado hacía un momento.

—No lo sé, ni siquiera recuerdo haberlo comprado—no le dio demasiada importancia y terminó de ponerse el que yo le di.

—¿Es posible que no te quede porque sea la talla dos?

Kate no era precisamente una chica  delgada sin ningún atributo físico. Tenía un cuerpo muy bien definido, el cuál también había sido bendecido con tremendo busto.

—¿Estás segura?—preguntaba enfadada.

—Sí, mira—le mostré la parte interior que mostraba el número.

—Porque se ha ido... Pero mañana...—hablaba más como para sí misma que para mí.—¡ME VA A OIR!—gritó furiosa, y puedo jurar que algo en mi oído se rompió.

Desde luego hablaba de James, de quién más iba a ser.

No sabía muy bien lo que sucedía pero debió ser algo grave para que se pusiera así.

"Amiguito... No sabes la que va a caerte encima..." Pensé para mis adentros.

—Kate, relájate—le quité el vestido que aún sostenía en las manos y la llevé al espejo de cuerpo entero que quedaba junto al armario.—Ahora te vas a terminar de arreglar y nos vamos a ir a pasarla bien. ¿Vale?

—Oh amiga, te ves realmemte sexy—su forma de hablar cambió a una más conmovida.—aunque yo me veo mejor, claro está—rodé los ojos y reí, lo payasa no se le quitaba ni estando de malas.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora