Perdóname.

37 5 2
                                    

En la penumbra de la noche aún podía verse como algunas gotas bajaban del cielo impactando en el suelo y en las ventanas. El silencio reinaba en la calle, ya que ese temporal siempre traía consigo silencio, pese a sus aguas ruidosas, algo que me fascinaba. El interior no era muy diferente, hacía un rato que ya no se oía nada, aunque todo estaba hecho un desastre.

—¿Aún sigues despierta?—rodeó con sus manos mi cuerpo, que le daba la espalda quedando frente a la ventana.

—Sí, no puedo dormir—agarré su mano y arreglé las sábanas que cubrían mi cuerpo desnudo.—¿Y tú? Pensé que ya estarías acostado.

—Tampoco puedo—aproximó su cuerpo más al mío y apretó un poco su abrazo.—He estado pensando, y no sé si estemos haciendo bien.

—¿Y ahora es cuando te entran las dudas?—me giré para verle a los ojos. Se encontraba echado sobre la  almohada, pero no movió ni un  centímetro de su cuerpo.—¿Después de hacerme tuya gran parte de la noche?

—Es por tu bien, no quiero que te pase nada—acarició mi hombro con la yema de los dedos.—¿De verdad quieres seguir conmigo después de todo lo que ha pasado?¿ Aun sabiendo todo lo que he llegado a hacer?

—¿Me ves arrepentida a caso?—tracé una línea por su pecho siguiendo los tatuajes, y me detuve en el del brazo, ese que tanto me gustaba.—Después de todo lo que has intentado hacer para que no vuelva a buscarte te sigo queriendo. Suena muy masoquista, lo sé, pero es la verdad. Ya no me veo en un futuro sin ti. Y ni intentes convencerme, porque ya no voy a caer.

—¿Y por eso cada vez que nos cruzábamos te encontraba besándote con otros?—pellizcó mi nariz molestándome.—¿Hubo algo más entre vosotros?—se puso algo más serio.

—No—contesté con sinceridad.—Nadie más me ha tocado a parte de ti—confesé apoyándome sobre mi codo.—¿Y tú? ¿Te acostaste de verdad con Giselle?

—¿Giselle?—sonrió.—ella tiene un hijo, solo me hizo un favor—quise seguir preguntando, pero él continuó hablando.—sé lo que estás pensando, pero ese mensaje te lo escribí yo, tenía que alejarte de alguna manera—se incorporó quedando sentado.—es una vieja amiga de la familia, era la única que podía ayudarme con eso.

—¿Y con otras?—no aparté la mirada, era algo que necesitaba saber.—¿Con Mónica?

—¿Tanto te importa que haya estado con ella?—soltó una pequeña risa, sabiendo cuánto la detestaba.

—Pues sí, es con quién más me molestaría que estuvieses—reconocí de cierta forma avergonzada.

—Lo oíste de su propia boca, no hay mucho que decir sobre ella. Pero he buscado tú amor en otros brazos y en otros cuerpos, aunque ninguna ha sabido darme lo que tú—no apartó la vista.—Y con ninguna estando contigo.

Me sentía algo tonta por haberle sido fiel aún después de todo cuando él se acostaba con otras. Pero no estábamos juntos en esos momentos, no tenía derecho a reclamarle nada.

—Pero Hugo estaba furioso, si fuese así no se habría molestado tanto.

—Él sabe muy bien quién es Giselle. Está enfadado por lo que te he hecho con ella. Dice que soy un cobarde por no hacerle frente a las cosas—suspiró profundamente.—A veces tengo celos de que te quiera tanto—acarició mi pelo con amor.

No tenía por qué preocuparse de Hugo. Conocía muy bien sus preferencias, así que seguramente no lo decía en serio.

—¿Es cierto que llegasteis a los golpes?—recordé las palabras de Hugo, y luego esas marcas en el cuerpo de Kaín.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora