La cena.

31 5 16
                                    

Oía sonar el timbre desde la habitación, pero no podía abrir en esos momentos debido a que tenía las manos ocupadas peinándome, y si lo descuidaba un solo momento se iría todo el trabajo por la borda. Fijándome bien en el espejo no tenía nada que ver con la chica del vídeo, que se sujetaba cada mechón con mucha facilidad. Esas cosas se le daban bien a Kate, pero yo era una negada en todos los sentidos.

—¿Es en serio, Andra?—Kaín habló detrás de mí sobresaltándome y haciéndome destrozar todo mi progreso.—Llevo quince minutos esperando fuera, ¿Qué es lo que te pasa?

—AGHH—grité desesperada.—yo llevo casi una hora intentando hacer este estúpido peinado, ¡pero no me sale!—recordé que yo no le había abierto la puerta y me puse en alerta.—¿Qué te he dicho de entrar sin permiso a mi casa?—cogí la almohada y tapé mi torso al darme cuenta que solo llevaba la ropa interior puesta.

—Por favor... Cómo si no te hubiese visto desnuda antes—expuso una expresión burlesca.—¿Tenías calor o algo así?

—No es eso—me sonrojé viendo que no apartaba la mirada.—no quería manchar el vestido. Preferí maquillarme y peinarme antes—le expliqué mientras  continuaba tapándome.—No me cambies de tema, Kaín, sabes que no me gusta que entres aquí sin mi permiso. Los vecinos pueden pensar cualquier otra cosa si te ven entrar de esa forma—cerré la ventana por la que entró para que el frío no continuase colándose.

—¿Y qué quieres?—se echó sobre la cama como si nada.—Si no me abres tendré que entrar de alguna manera. Este lobo ahora mismo tiene ganas de devorarse a su corderito—mordió su labio inferior.

—Vete—señalé la puerta para que se quedase fuera.—voy a terminar de arreglarme, me estás quitando mucho tiempo.

—Ya llegamos tarde—revisó el reloj de su muñeca.—¿Qué importa retrasarlo un poco más?

—No es verdad, aún es temprano, me dijiste a las 20:30—encendí la pantalla del teléfono corroborando que era falso.—vamos, Kaín—me quejé.—no quiero que tu tío se lleve una mala impresión de mí.

—Oh, no te preocupes, solo bastará hablar 3 segundos contigo para darse cuenta de que eres un completo desastre—rió, pero a mí no me hacía gracia. ¿Por qué me importaba más a mí que a él?

—Se acabó—me puse junto a él y comencé a tirar de su brazo con todas mis fuerzas para levantarlo de la cama, pero apenas conseguía moverlo unos centímetros, algo que le hizo reir aún más.—Kaín, no seas así—apoyé mi pié en el borde del colchón para servirme de ayuda y tiré más fuerte aún pero solo conseguí impulsarme y caer al suelo.

—¿De verdad crees que puedes conmigo?—esta vez soltó una carcajada y se levantó para ayudarme, o eso pensé. Elevó mi cuerpo del suelo dejándome en el aire.—Soy más grande y fuerte que tú, por favor.

—Solo eres más grande, yo soy más fuerte que tú—mentí haciéndome la dura.

—Eres más resistente, corrijo—me agarró con una sola mano apretandome a él, y tocó mi barbilla con la otra.—tienes mucho aguante, lo admito. No cualquiera me soporta tanto tiempo—sonrió, pero sabía que lo decía en serio.

—Ya, suéltame—empujé con delicadeza su cuerpo hacia atrás y me dejó en el suelo de nuevo.—Es hora de que te vayas. Enciende la tele, o no sé, haz lo que quieras, pero déjame terminar—lo eché del cuarto al fin y cerré la puerta detrás de mí.

—Por cierto—habló al otro lado.—me gusta cómo te queda el pelo suelto.

Ya no tenía caso que siguiese intentando hacer ese peinado, el resultado había sido un desastre total, así que no seguiría con él.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora