Venganza.

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Me dirigí a la parte trasera del jardín, por donde solían entrar los empleados, y me detuve en un lugar exacto donde las cámaras no eran capaces de enfocar, algo así como un punto ciego. Marcos me había dicho que lo esperase ahí, para darme indicaciones y así lo hice.

—¿Llevas esperando mucho?—soltó una de las mochilas junto a mí rebuscando algo y observé cómo alguien más se acercaba, Mike.

—No, acabo de llegar—los miré a ambos nerviosa.—¿Qué tengo que hacer?

—¿Dejaste al bebé arriba como te pedí?—sacó lo que parecía ser una palanca y algunos aparatos extraños.

—Sí, dijiste que no levantase sospechas y así lo hice. Pero no quiero dejarlo solo mucho tiempo, Álec está reunido con Drake, no tardará mucho más.

—¿Con Drake has dicho?—Mike nos miraba confuso.—¿Él también está aquí metido?

—Sí, es una larga historia—contestó Marcos sin prestar mucha atención.—tienes que ir a uno de los coches que hay a unos metros de aquí, no es conveniente que permanezcas más tiempo en este lugar.

—Está bien, iré a buscar a Ethan—le avisé.—¿Y dónde está Kaín? Dijo que estaría aquí.

—Está inspeccionando la zona, es muy importante que tengamos un perímetro conocido—se puso en pie colocando su mano en mi hombro, y  a decir verdad, ese gesto me preocupó—me ha pedido que te diga que no tengas miedo de nada, pase lo que pase va a sacarte de aquí.—asentí con la cabeza sin comentar nada. Preguntar por eso sería escuchar algo que quizás no quería oír.—vamos a encargarnos de los hombres que vigilan la zona, ve a por tu hijo—retiró la mano y solo obedecí.

Entré de nuevo al hogar por la cocina, dónde nadie custodiaba la zona, y pasé a la sala para subir las escaleras. Álec seguía en el despacho, porque aún podía oír su voz, pero llevaba tanto tiempo hablando que hasta se me hacía repetitiva su conversación. Subí por las escaleras y me dirigí a su habitación, dónde pensé que estaría Ethan, debía estar ahí, sabía que lo había dejado ahí.

—Ethan...—susurré su nombre asustada revisando cada esquina de la habitación, como si así fuese a encontrarlo.

Su cuna está vacía. Donde antes se encontraba su cuerpecito, ahora solo quedaban sus sábanas y sus gorritos. No podía perder el control en esos momentos, necesitaba tranquilidad. Me dirigí con velocidad a la otra habitación donde se encontraban sus cosas, y esta también estaba vacía. Mi corazón latía con fuerza, una preocupación inmensa comenzaba a manejar mi cuerpo. Revisé los rincones del dormitorio, y me di cuenta de que había desaparecido su cochecito de transporte. ¿Quizás lo habrían sacado un rato por los jardines? Pero entonces lo habría visto, me habría cruzado con él. No me lo pensé dos veces y andé a paso rápido hacia el despacho, le advertí que no se metiera con mi bebé, y si lo dejaba en evidencia era problema suyo.

—¡Álec!—irrumpí en la habitación empujando la puerta violentamente.—¡Álec, dónde...—callé en el momento en el que me di cuenta de que no había nadie. Una grabadora sobre la mesa repetía una y otra vez la cinta, por eso se me hacía pesado que hablase tanto. Los papeles volaban por la habitación con todo destrozando, y bajando la mirada descubrí un cuerpo en el suelo tras la mesa.—¿Álec?—lo volví a llamar, pero no obtuve respuesta.

—Andra...—la voz débil de Jake me avisó de que no se encontraba bien, y cuando rodeé el objeto para llegar a él descubrí por qué era. Algunos agujeros decoraban el parqué, y la sangre transpasaba a su camiseta, tiñéndola de rojo.

—¿Jake?¿Qué te ha pasado?—me acerqué con mucha prisa a él inspeccionado si cuerpo.—¿Qué haces aquí?¿Y dónde está Álec?

—Estuvo prevenido todo el tiempo, y solo se hizo el tonto—esbozó una sonrisa sujetando su estómago.—lo siento, no pude evitarlo.

Bendita MaldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora