VIII
Teódulo Sebastián Dival, al encontrarse frente a frente con varios personajes relevantes que se entrelazaban entre los presentes, invitados todos por su propio entorno y con quienes compartía con cierta frecuencia exclamó estas lindezas, con tal fortaleza que retumbó por todas las paredes paredes:
—Mi Flor de Diamante luce radiante —, digna como nadie por ser una Sebastián, inmensa como el cielo desde su nacimiento y merecedora de todo cuanto ha logrado. —Es mujer exquisita, una verdadera Sebastián —repitió con orgullo el padre.
Griselda Petra Herrera estaba sentada al lado del amado esposo Teódulo Sebastián y le dijo a este, como recriminándole que solo resaltara en Mirna su estirpe paterna:
—No te vanaglories solo por haber puesto esos encantos, pues, debes fijarte bien en Mirna, es igual a su madre, parecen dos gotas de agua claras salidas del mismo estanque, de la misma fuente, del mismo molde.
—Jamás mi querida Griselda Petra, es la sangre Sebastián de donde dimana la excelsitud, la cual circula en sus venas y la hace bella como nadie, fíjate bien, la delgadez exquisita que es característica en mi Flor Diamantada, es sacada del molde perfecto donde fue hecho como único, su viejo padre. Su madre, si se compara con ella, tiene tamaño grueso, por no decirlo de otro modo, pues la obesidad ya le sigue muy cerca, mientras Mirna tiene y mantiene el talle esbelto del padre, la insuperable figura que como manojo perfectible es vista únicamente en este.
—¡Aha! Así si es bueno mal agradecido, fueron siete pendejos hijos a los cuales tuve que parir; fueron siete criaturas a quienes con mis senos tuve obligada y precisada a amamantar. ¿Pretendes Teódulo Sebastián Dival, verme a mis años con la delgadez que fue mía en la adolescencia, y sobre todo, esperas ver una Griselda Petra igual después de haber pasado por todo eso?, ¿acaso es posible mantenerse con la esbeltez exhibida en la edad de mis años mozos? Me hubiera gustado verte siete veces preñado y siete veces parido. ¿Acaso no te acuerdas cuando aquella delgadez característica en mi figura en aquella juventud era tan visible, tan apreciada? ¿Has olvidado mis curvas, las cuales eran tan pronunciadas como son hoy las curvas femeninas en mi hija? ¡Ahora es cierto estoy vieja y acabada y por eso te parezco gorda, mal agradecido! ¡Mal parido!...
Teódulo Sebastián no respondió a estas ligerezas dichas por su esposa. Su mente estaba muy ocupada en los acontecimientos que sucedían unos tras otros sin pausas y los que esperaba ocurriesen en las bodas de fuego, para detenerse en las sandeces que dijera su esposa. La importancia que revestían los hechos de aquel día y sus consecuencias lo abrumaban. No había cabida a las pequeñeces en las cuales se envolvía su esposa Griselda Petra Herrera. Por eso enmudeció ante las recriminaciones hechas por la esposa malhumorada como prefería asimilarla. Estaba centrado en asuntos que revisten gran interés y esto no le permitiría dar respuestas a las nimiedades en las que perdía el tiempo la esposa. No se desviaría ni descuidaría sus objetivos por aquellas bajezas. "No me apartaría del plan por"... pensó pero no dijo nada porque al decirlo daría a Griselda Petra una ofensa que lo echaría todo a perder. Le diría afrentosa.
Mirna Sebastián Herrera, era la única hembra del total de siete vástagos procreados por el matrimonio formado entre el culto y refinado Teódulo Sebastián Dival y Griselda Petra Herrera. Tal era el nombre de pila que llevaba la esposa, bautizada con este desde la niñez, pero con el que solo se identificaba en la alta sociedad y con el que le llamaban los miembros del círculo familiar más cerrado a quienes no les daba por llamarle solo Petra. Por su condición de única entre tantos, su progenitor le bautizó con el nombre "Flor de Diamante" haciendo en su memoria un símil, una imitación con la primogénita del dictador Rafael Leonidas Trujillo Molina, a la que este llamó "Flor de Oro". Decía con frecuencia entre sus allegados: "Si Trujillo, mentor y guía del padre suyo y abuelo para todos sus hijos, Simeón Sebastián, encontró apropiado llamar a su hija Flor de oro, es lógico que él, Teódulo Sebastián Dival, quien merece todas las distinciones imaginables de las cuales puede ser acreedor todo mortal, llamase a la suya Flor de Diamante"; pensaba que "si el dictador, quien gobernó la República Dominicana con manos de hierro durante un tiempo superior a treinta y un años utilizaba para llamar a su hija un nombre con el que se evocaban las maravillas en esa piedra preciosa y para nombrarla así resaltaba el oro en tanto su brillantez, era preciso para él, llamar a la suya con uno superior, pues, era Mirna no una simple mujer equiparable a aquella, sino aquella donde la superioridad le era palpable porque aquella, salvo se la hija del dictador, no reunía los atributos innatos vistos en esta, quien era hija suya, aparte, con condiciones especiales superiores mediante las cuales se colocaba muy por encima de la del dictador, como la belleza, la castidad, la pureza y la educación. 'No es una vil puta como aquella', y por ello es merecedora de ser nombrada Flor de Diamante".

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Bodas de Fuego
Aktuelle LiteraturMirna Sebastián Herrara llega a Ciudad del Lago después de cursar estudios superiores en Europa. Su regreso a la ciudad, coincide con la celebración de las fiestas patronales en honor a Santa Lucía. Allí, en el parque central, se encuentra con Rica...