LVIII
EL VUELO DE LAS AVES EN LOS ALREDEDORES DE LA IGLESIA Y DEL HOTEL CACIQUE.
Cerca de la iglesia, en el lado este, hermosos pastos con hierbas multiformes, variadas especies, tamaños y colores llenos por los ganados diferentes, a donde iban las garzas en manadas cada día en la mañana, formando un destellar blanco por debajo del cielo azulado. Asentadas encima de los animales, escudriñaban cada parte de su cuerpo donde se pegaban los insectos conocidos como garrapatas, con los que se alimentaban. Al menor movimiento, volaban en conjunto formando un blanco intenso por encima de los amplios pastos. Contiguo a estos, una inmensidad de terreno sembrado con arroz, ya maduro, llegando a la cosecha, donde se asentaban en cantidades infinitas, las ciguas Madame Sagá a descubrir los granos con los que se adelantan al propietario del huerto en la cosecha. Se juntan en manadas y van desbrozando lentamente los sembrados hasta que llegan los productores y las hacen volar. En el lado sur, algunas viviendas todas con amplios patios y floridos jardines, mostrando a lo lejos, el núcleo social al que pertenecen sus propietarios; contigua a ellas, malezas que colindan con el lago. Más allá, en el lado oeste, cientos de hectáreas sembradas de maíz en la etapa del provecho que se hace visible porque sus mazorcas empezaban a quemar las barbillas que iban cayendo lentamente mientras los granos las expulsaban.
Allí, las aves comenzaban su cosecha como si fuesen las propietarias, abriendo grano a grano las mazorcas, comiendo en parte sus productos. Para evitarlo, antes los productores diseminaron por todo el huerto, varios muñecos construidos con trapos pero llegada la fecha del provecho, las aves no hacían caso a los mismos. Estaban acostumbradas a esas maniobras que conocían desde fechas anteriores en cada cosecha. Las ciguas llamadas Madame Sagá, eran las que al asecho, esperaban entre los maizales y arrozales el momento preciso del provecho para iniciar su destrucción al campo con su alimento a cuesta.
Al llegar los humanos al arrozal y maizal, las ciguas Madame Sagá volaban amontonadas surcando el cielo donde formaban un nubarrón multicolor al mezclarse en cantidades muy numerosas y con otras aves. Las ciguas palmeras también se entrelazaban a las ciguas Madame Sagá, al ser espantadas por los humanos. Estas y otras especies al volar conjuntas, amontonadas, se arremolinaban en el cielo sobre el maizal formando un arcoíris, se dirigían en cantidades que parecían pestes al huerto sembrado con arrozales que al ser espantadas mantenían el vuelo largo rato, oscureciendo el cielo con su amarillo multiforme.
El amarillo era intenso y las aves lo hacían cada vez más visible. Al mirar hacia el cielo que sobre los huertos con arrozales y maizales cobijaba, todos se espantaban al ver el espectáculo. Formaban figurines en diversas partes y esa parte del cielo, donde ese amarillento mezclado con otras aves con colores distintos, se veía ocupado por las especies plumíferas. Volaban simultáneas sobre los huertos, las garzas que se amontonaban desde el huerto ganadero, al juntarse con las ciguas multiformes del arrozal y el maizal, inundaban el cielo azulado con un destello blanco y amarillo que al mezclarse con las otras aves hacían colores múltiples como en la lluvia asechada por el sol se forma el arcoíris entre las nubes grises al descargarse.
El vuelo de las aves era único. Nunca antes se había visto algo parecido. Volaban sin parar, amontonadas, desordenadas. Chillaban. Un Silbido múltiple se escuchaba salir del montón volador sin control, sin tono regular. La disparidad en sus cánticos era regla. Igual, el aleteo era irregular. Nublaban el cielo por encima de la Catedral de Piedras, del hotel Cacique y todo el entorno. Iban y venían como si algo las impulsara, como cuando algo le impide volver a asentarse en los sembrados, sin poder alejarse a otros predios a destrozar la cosecha.
—Algo pasa—, dijeron al unísono los integrantes de un grupo que aguardaba para entrar a la iglesia.
—Sí, algo pasa— respondieron otros que se amontonaban en la puerta, al ver el vuelo incesante que las aves multicolores daban sobre ellos.
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Bodas de Fuego
General FictionMirna Sebastián Herrara llega a Ciudad del Lago después de cursar estudios superiores en Europa. Su regreso a la ciudad, coincide con la celebración de las fiestas patronales en honor a Santa Lucía. Allí, en el parque central, se encuentra con Rica...