Parte 49 ENTRE PENSAMIENTO Y LECTURA

2 0 0
                                    

XLIX

ENTRE PENSAMIENTO Y LECTURA

Mirna Sebastián Herrera estaba inmersa en su lectura, admirada por Vanessa, quien la sabía enamorada, pues en el poco tiempo pasado desde su apertura, había descubierto los secretos en los que se envolvía su alma enredada por un amor desconocido, a pesar del hermetismo que quiso guardar. «El lenguaje exteriorizado por su cuerpo no miente», pensaba Vanessa, al tiempo en que le daba una mirada compasiva y a la vez comprensiva. Entendía a la perfección su situación. Ella misma había sido víctima del amor incomprendido. «Es un mozo, solo uno escogido entre miles, entre tantos», pensaba la compañera Vanessa, registrando uno por uno, los detalles del lenguaje corporal vertido por Mirna, mientras esperaban el vuelo, y encantada, satisfecha por llegar a descubrir sus tormentos. Ella leía centrada en las páginas del libro que llevaba. Esta la miraba fijamente al tiempo en que intuía lo buscado, sí, lo buscado, soñado, anhelado por su compañera de viaje, su cómplice espontánea. Sabía, por los movimientos corporales cada vez más pronunciados en Mirna, que iba del amor en pos. «La felicidad», se dijo Vanessa, «le espera a la amiga naciente», «pero tendrá una lucha feroz para conquistarla». « Esa felicidad es similar en todas sus manifestaciones y la cual, contrario al infortunio, cuya manifestación se bifurca en características disímiles, puede notarse a simple vista, con una sola mirada». Unos rayos de luces fulgurantes salían con intensidad desde sus ojos que expresaba en la mirada y Vanessa pudo notarlo; refulgían como en la oscuridad de una habitación matrimonial, cuando entraban por la celosía, reflejos candentes del rayo más destacado que sale reluciente desde el centro del sol en el verano, o como las llamas de una hoguera encendida en la oscuridad, que queman y sanan al mismo tiempo. Ese reflejo era como la luz de la alegría, cuando daba una felicidad desconcertante, que se adivinaba en los ojos claros de su compañera del viaje más aterrador y al mismo tiempo más placentero que había soñado jamás, extraña contradicción que la vida junta en un solo acto, y que a Mirna parecía divertirla y angustiarla, a quien, unas veces le hacían sonreír con buena gana impulsada por una fuerza con la suficiente capacidad para conducirla a una vida de esperanzas, y arrastrarla sin proponérselo, a una forma divina del más elevado encantamiento, pero sin que sus músculos puedan impedirlo, y a la vez, parecía llevarla a una perturbación inconsciente, inevitable.

De pronto, un impulso desconocido detuvo la sonrisa que se expresaba con toda franqueza en Mirna Sebastián Herrera y, al advertirlo, Vanessa adivinaba los desafíos en los cuales se debatía su alma; las contradicciones en que se movía su espíritu. Estaba consciente que estaba en presencia de un acontecimiento con la capacidad necesarias para desvirtuar la felicidad, se trataba de algo terrible, con las fuerzas para frenar, por así decirlo, el encanto en el cual estaba inmersa Mirna Sebastián Herrera. La felicidad momentánea se tornaba inestable, se transformaba en desconsuelo, pareciendo indicar la llegada a su piel del desprecio y la desgracia. Una mirada cambiaba de pronto el rostro angelical visto en su amiga, quien fruncía el ceño de manera torpe como recordando algo del pasado que la atormentaba y disipaba lo lívido que había en su pensamiento, para llevarla a un mundo espiritual marcado por las más espantosas tempestades. Ello fue advertido por Vanessa, quien automáticamente siguió el gesto vertido por las facciones de Mirna, frunció como ella el ceño, con similar movimiento e igual modo, como si estuvieran viviendo en una especie de conexión divina mediante la cual se transportaban sus emociones desde una a la otra; se conectaban como en modo telepático y recordó el tiempo cuando su conseguida y ya acostumbrada felicidad se deshizo un día, en un abrir y cerrar de ojos. Desapareció así con tanta prisa que pudo verla la sonrisa franca expresada en los labios de ella, igual que minutos antes lo fue en Mirna, al recordar su pasado tenebroso.

Suspiraron simultáneamente profundo ambas viajeras, como si sus vidas estuvieran conectadas más allá de las circunstancias que la pusieron en el mismo vuelo; como si sus vidas estuvieran unidas por un lazo indisoluble el cual presagiara en Mirna, todo aquel infortunio vivido por Vanessa en los últimos tiempos del amor incomprendido, amenazado y disuelto por la determinación foránea. Su imaginación reprodujo todos los acontecimientos, todos los detalles, uno por uno, de aquel disgusto provocado en la fecha pasada debido todo a su encantamiento por un amor desigual pero profundo, inmenso, con quien luego compartiría su lecho nupcial, que se deshizo por la irracional y rabiosa oposición expresada por su progenitor. Su mente replicaba ahora con Mirna, la difícil situación que le toco a su existencia, la cual le correspondió vivir no por su propia culpa, sino por la culpa del padre, y adivinaba un sufrimiento similar en su amiga, «algo igual podía pasarle a Mirna Sebastián Herrera», se dijo para sí. Sería demasiada coincidencia que los mismos tormentos por ella antes vividos le tocarían a Mirna vivirlos ahora. En principio le asaltó la duda, se preguntaba si su nueva amiga tendría las agallas para imponerse a sangre y fuego como fue su hazaña, para que prevalezca su decisión, pero sobre todo si podría llevar su lucha a un nivel superior; no asumir culpa alguna por las imposiciones que trate ningún tercero. De nuevo suspiró, al tiempo en que colocaba la cabeza de la amiga en su pecho y se dispuso a frotarle el pelo en una expresión de la compasión por ella sentida, con cuyo gesto, sin decirle nada le daba una sensación de fortaleza y la invitaba a luchar por sus anhelos.

Bodas de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora