XLVI
EL SOSIEGO DE LA FAMILIA SEBASTIAN-HERRERA
Todos los corazones volvieron a palpitar con normalidad después de la explicación de Teódulo. Los pensamientos fatales desaparecieron. Era el padre quien magnificaba algo sencillo y lo convertía en un hecho siniestro. Pero contrario a ello era divino, pulcro, celestial y cargado de pureza. El descubrimiento del padre satisfacía a los hermanos de Mirna, aunque sabían las dificultades que se generarían por la ya externada posición del padre. Anochecía. En el horizonte se divisaba el crepúsculo con luces rojas, brillantes. Al mirar sobre la ventana, Roberto divisó manchas negras que se entrecruzaban con las luces rojas, como entre nubes y sol. Más tarde, la luna hacía su aparición misteriosa, entendiendo una capa que brillaba como la blanca plata. A lo lejos una tupida y espesa vegetación saludaba desde las colinas, su enredado ramaje se mezclaba con las ninfas. Por el muro trepaban las madreselvas, mientras se elevaban las flores a la altura que pasaba las altas paredes que enfilaban la mansión del matrimonio Sebastián Herrera. Al ver así los arreboles con la caída del sol, Roberto se despertó de aquella pesadilla. Les surgieron ganas de escribir, declamar o simplemente tirase a solas a contemplar el atardecer moribundo y la llegada del espíritu nocturno. ¡Era tan hermoso! Las esperanzas volvían a cifrarse sobre el cadáver del día expuesto en su lienzo llegada la oscura noche. Todo volvía a la normalidad. Ahora era preciso comenzar para distender aquel momento difícil que Teódulo hizo a todos pasar con las infaustas noticias que mantuvo en ascuas a todos mientras él trataba convencerlos del algo jamás comunicado. Todo era ya parte del pasado, si del pasado tenebroso pero pasado al fin. Teódulo sin embargo no pararía sin extender sus consideraciones finales sobre el caso y que todos les diesen su asentimiento.
—Entiendo—, dijo Teódulo hijo—, que no te agrades la llegada inesperada de alguien considerado inferior al seno familiar, si su introducción en la familia deviene desde un círculo social no deseado. Es cuanto logro interpretar o cuanto pretendes comunicarnos. Sin embargo de ahí a que esa "intromisión" con la llamas, sea o se convierta en la afectación del entorno familiar para provocarte ese tormento por ese simple hecho, lo considero una exageración.
—No emules a tus hermanos—, le respondió el padre. Fíjate que no se trata de un asunto banal. La seriedad del asunto es tal que aquel infeliz debe desaparecer antes que ser admitido entre nosotros. No te digo que lo mates, eso debe ser tarea para un profesional, pero no debe llegar al día que se fije para la desgraciada unión.
—En lugar de provocarte esos desvaríos deberías sentirte honrado. Fíjate de las ventajas. Ahora estamos seguros que Mirna tiene inclinaciones heterosexuales. Ahora se disipan mis dudas. Nada es tan malo que no tenga su lado bueno—, le repitió.
Teódulo hijo le daba a conocer su alegría por saber las definiciones sexuales que hasta la fecha no estaban claras en la hermana, a quien no le había conocido pareja, y, quien por sus luchas a favor de la equidad de género, llegó a pensar que era lesbiana y que en ella se conjugaba la lucha con sus deseos sexuales por las mujeres, aunque nunca dijo nada. Antes la había imaginado apareada, viviendo bajo el mismo techo con otra mujer a la que adoraría. La veía haciéndole sexo oral a otra mujer y se decía para sí «¡qué asqueroso!». «Lamer una mujer las partes íntimas a una mujer, es como si yo, un hombre definido, me dispusiera a chupar el miembro a otro hombre». «!Qué vergüenza!», el desprecio era total si Mirna era lesbiana. Con esa inclinación amorosa quedaba disipada esta preocupación del hermano. Ya Mirna tenía bien definida su aspiración por los hombres. Eso era ya reconfortarle, era ganancia, era una bendición.
—Es lo que digo, tú siempre estás a la vanguardia con mis pensamientos. Sintonizas con mis desvelos, asumes mis preocupaciones, encuentras la forma para dar en ti cabidas a los sufrimientos que padece mi alma. Pero no es exagerado el cuidado por los míos. No es una ventaja asumir la inclinación por el sexo masculino que haya hecho la Flor del diamante, si lo hace ante un desclasado, desgraciado, infeliz. La preocupación es otra, hijo. Debes acompañarme en esta cruzada de honor familiar. Esa fascinación por ese miserable sin nombre es preciso interrumpirla, trocarla.
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Bodas de Fuego
General FictionMirna Sebastián Herrara llega a Ciudad del Lago después de cursar estudios superiores en Europa. Su regreso a la ciudad, coincide con la celebración de las fiestas patronales en honor a Santa Lucía. Allí, en el parque central, se encuentra con Rica...