XXII LAS CUALIDADES DISCURSIVAS DE TEODULO SEBASTIAN DIVAL

4 0 0
                                    


XXI

LAS CUALIDADES DISCURSIVAS DE TEODULO SEBASTIAN DIVAL

Todo ese discurso del señor Teódulo Sebastián Dival era ampliamente conocido no solo por su hija Mirna Sebastián Herrera, sino por todos los participantes en las veladas nocturnas celebradas con cierta asiduidad en Ciudad del Lago. Donde quiera que se juntaban varias personas, en todos los actos, Teódulo se pronunciaba acerca de las dotes inigualables visibles en su hija, hablaba sin parar sobre su educación, sus finos modales, y resaltaba en cada acto las condiciones de su familia, magnificaba cada aspecto vivido, y se jactaba por su indisposición a jamás permitir la entrada a ella de alguien inferior.

Esos dichos tenían ya cansados a muchos participantes en esos núcleos exclusivísimos a los cuales los dirigía con demasiada frecuencia hasta hastiarlos. Si bien estaban contestes con sus capacidades del buen tribuno que era, con esas formas para decir lo perfecto utilizando la palabra más correcta y exacta, desde la fecha en que llegara Mirna a Ciudad del Lago, ya hartaban las loas del padre en cada acto, en cada instante. Los halagos pasaban a ser un pesado fardo que los participantes no estaban dispuestos a seguir escuchando. Total, a ellos poco les importaba la grandeza que el padre apreciara en su hija. Su sobre estimación ya era una lisonja a la cual no tendrán que sumarse. En pocas palabras, ¿a quién pretendía engañar? Teódulo Sebastián con esas peroratas tan frecuentes? Ni a su propia hija Mirna. Ella, consciente del entramado en el que se envolvía el padre, trataba disuadirlo para que desistiera del mal hábito de colocarla por encima del mundo. En su conversación a solas, se inclinaba por el razonamiento al cual era su deber conducir al padre respecto al sentimiento surgido sin malicia y que despierta en cada ser.

—El amor —díjole Mirna al padre es asunto diferente —, porque el nacimiento del sentimiento poco conocido y menos apreciado no se limita ni se encasilla; un amor cuando es devenido desde las interioridades que solo se encuentra en la pureza, es limpio y es amor verdadero, no mira el rango social ni económico, cuando se ama, no se aprecian en primer orden los aspectos materiales.

—No entiendes lo que pretendes decir—, le dijo el padre. Todo es moldeable, todo es dirigible, todo es manejable, a ello no escapa ningún sentimiento por más prístino sea.

Mirna Sebastián pensó en interrumpir abruptamente la plática porque el padre se confesaba con lo anterior pretender dirigir su vida, pero se contuvo y mantuvo el nivel a la conversación.

—Es el amor una sensación salida desde lo más profundo del alma con la pureza del agua cristalina al emanar del fondo de una fuente, pasa por las fibras más sensibles del corazón, y se adueña del ser. Lo que se dirige, moldea o maneja puede ser cualquier asunto, menos eso que se llama amor.

Teódulo calló. Observó fijamente a Mirna y al tiempo en que se preparaba para responder luego de la larga pausa, Mirna continuó.

—Nace de la espontaneidad, del desinterés, emana desde el fondo donde se manifiesta la vida misma sin ataduras, por ser sincero no busca ser compensado, no es un negocio como pretendes ubicarlo.

—Negocios son los que han construido estas vidas. El nacimiento es apenas una ínfima parte. Construir la vida es el gran mérito por el que pasamos. Eso somos en la familia Sebastián— respondió categóricamente el padre en apariencia serena, pero con cierta ironía.

"Tengo que cambiar la estrategia" pensó Teódulo Sebastián Dival. "Sin demostrar esa determinación que nunca sería posible la llegada del malvado, Mirna debe cambiar aunque para ello me muestre dócil". "Pero debo mantener la firmeza aún en ese caso". Por tanto le preguntó en tono más elevado pero sin llegar al estruendo:

Bodas de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora