XLIII
LA DESTEMPLANZA DE LA FAMILIA
Todos se estremecían. Sus cuerpos jadeantes parecían mecerse en una estrepitosa caída emocional. Los ojos se humedecieron, miraban a lo lejos como buscando una respuesta que vendría desde otro litoral, desde otra parte. Pensaban que otro emisario daría las buenas nuevas. «¿Qué será?», se preguntaban todos pero la respuesta no llegaba y Teódulo adrede, los mantuvo largas horas en ese impase y con esa angustia. Sus miradas reflejaban una inusitada sorpresa. Iniciaron a conjeturar sin decir palabras, pero era visible el manto de inseguridad, en el cual se deslizaban sus pensamientos fértiles a las imaginaciones cargadas con un rubor, capaz de transformar los semblantes a los presentes. Pensaban en lo malo como la única sorpresa. Teódulo los engañaba como siempre. Los mantenía sin decir las palabras adecuadas para sus propósitos porque esa precisamente era su ganancia. Entre las conjeturas se le ocurría cualquier cosa considerada un disparate.
—¿Habrá ocurrido algo con los negocios? — Preguntó Roberto con evidente preocupación— ¿Se habrán perdido los valores normales que tienen algunas acciones puestas en venta? O quizás, las compras a futuro de combustible arruinarían algunos de los negocios familiares— dijo con mayor preocupación que antes —¿Las compras o ventas de acciones en la bolsa se desplomarían? —. Le preguntó extenuado y expresando la decepción que sentía por la falta de información a la que lo sometía el padre Teódulo Sebastián Dival, y calló pero se sumergió en un pensamiento profundo: «nuestro padre quizás tenía algunas compañías de esas utilizadas para adquirir acciones en los tiempos bajos con el objeto de ponerlas a la venta en las temporadas altas, pero es claro que ha llegado el fracaso inesperado».
«Se habrán desplomado los precios internacionales del petróleo y la cantidad adquirida a futuro por una de las empresas nos puede llevar a la ruina», pensaba, y sin darle tiempo al padre para continuar dijo con estridencia:
—Explica rápido qué es lo que pasa y cuál es el misterio que envuelve todo esto. ¡Quieres provocarnos un infarto colectivo!!!». Miró con rabia al padre, sus ojos no escondían el encono, lo desafiaba, lo intimaba, lo conminaba a decir qué se traía entre las uñas.
Una inmensa cantidad de preguntas similares formuló Roberto Sebastián Herrera; una cantidad indescifrable del enojo que sentía expresaba en cada frase, sin darle al padre, quien era el único conocedor de las razones que lo llevaron a convocar aquella reunión inédita, ni a los hermanos, el tiempo para poder digerirlas todas, por ser lanzadas en una especie de ideas amontonadas y sin pausas.
Por su parte Teódulo hijo pensaba mientras Roberto lanzaba a raudales como ráfagas todas las preguntas y las ideas desordenadas venidas a su mente, que «algo grave pasaba con el hermano ausente en la reunión. Wilson». Pues, a sabiendas todos los riesgos a los cuales se exponía por su trabajo, era posible cualquier situación indeseada, en tanto un militar en servicio puede ser objeto de cualquier trama, y, pudo pasar un desgraciado e inesperado accidente; o «tal vez Mirna, la Flor del Diamante, estaba pasando por una enfermedad»; pronto pensó en su madre. «¿Ocurrirá algo con nuestra madre?» Se preguntaba en silencio. «¿Qué será? ¿Qué pasará?» «¿Por qué esta reunión tan improvisa y a la vez tan extraña?» «¿Cuál misterio envuelve esta convocatoria?» «Dios mío». «¿Qué será?».
No encontraba respuesta a sus preocupaciones. Era preciso esperar, pero Teódulo como estrategia de comunicación dejaba surgir en ellos todas las angustias, todo tipo de conjeturas, y las más inverosímiles pesadillas que les llegaban estando despiertos. Sin prisa, Teódulo se preparaba para salir airoso de esta «atípica reunión familiar», como la concebía en su interior, mientras los hijos y la esposa se rasgaban las vestiduras y se comían las uñas por saber el objeto especial que lo movía a la convocatoria de la misma. No hubo nada que lo moviera a apresurar sus razones; ninguna recriminación lo hizo sentir la menor culpa, por el contrario, cada minuto desesperado contaba en su favor, y lo sabía, cada gesto inestable del conglomerado lo aprovecharía, cada instante contaba en su provecho mientras los otros se aniquilaban con sus propias inexperiencias. La falta de respuesta por parte del padre, quien hacía intento por reincorporarse, carraspeaba, pero no arrancaba, los introdujo en unos pensamientos pesimistas movidos por la impaciencia. Esa era la meta antes que comunicar lo planeado.
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Bodas de Fuego
General FictionMirna Sebastián Herrara llega a Ciudad del Lago después de cursar estudios superiores en Europa. Su regreso a la ciudad, coincide con la celebración de las fiestas patronales en honor a Santa Lucía. Allí, en el parque central, se encuentra con Rica...