LXIV
TEÓDULO. EL HOMBRE CULTO Y AMOROSO
En su vida anterior a las bodas del siglo, se conoce a un hombre distinto. Teódulo era hombre culto, pero trastornado por las ínfulas de grandeza familiar, sobre las cuales no desaprovechaba ninguna ocasión para presumirlas, especialmente cuando comparaba el abolengo familiar suyo con la sencillez propia en los familiares del enamorado Ricardo Flete Vargas. Con formación profunda aunque no enciclopédica, a menudo se veía entorpecida por las divagaciones en las cuales se introducía, pues, le provocaba una cólera inmensa, ver a aquella familia sin nombre, a punto de convertirse en la heredera natural de su fortuna y tradición, con la materialización del noviazgo y luego con aquellas bodas fatales, las cuales, por la inocultable antipatía y por el rechazo extremo que le tenía este, se corría el riesgo de no verla realizarse, o al menos algunos pensaban que pudieran ser bañadas con sangre, por un fuego cruzado de cuantas armas se conociesen a la fecha, provocado por el odio y la reprimenda del progenitor de la novia. No manifestaba a simple vista, una trama para la muerte, pero todos sabían que de su odio podría derivarse cualquier monstruosidad. Del fondo de su corazón salía una voz terrible, aterradora, espantosa. Como estruendos anticipados Teódulo portaba un presagio desolador, muerte y espanto como sepulturero en las noches.
Era Teódulo el hombre con modales calculados y firmes. Hasta entonces, era poseedor de todas las virtudes privadas y algunas muy variadas virtudes públicas, pero este ser con esas virtudes se transformaría súbitamente en un individuo portador de las más oscuras iniquidades, del espanto y la sombra, de las densas penumbras y las aborrecibles pesadumbres jamás pensadas o vividas.
Él, quien a pesar de los orígenes espurios desde donde derivaba su fortuna, nunca tuvo culpa por la heredad de esta; fue hombre sano, poseedor de los mejores fines e intereses sociales, quien estuvo envuelto en grandes proezas y luchas patrióticas y libertarias, poseedor de importantes negocios internos y en el extranjero, siempre sobrio, tenía conocimiento pleno del valor del tiempo y por lo tanto, no desperdiciaba un solo minuto. Hasta la llegada casual del joven Ricardo Flete a su entorno, fue siempre sereno, siempre apacible, estudioso, buen esposo, mejor amigo, parecía amar al prójimo hasta la entrega definitiva; no ostentaba su posición burgués ni fanfarroneaba aunque departía a menudo con los miembros de su clase en ceremonias privadas; conocía y hablaba varios idiomas; admirable representante de la clase media-alta, que a pesar del cúmulo material que lo hizo sobrepasar con creces a los integrantes de esta en su mayoría, veían en él su mejor y más digno representante; sus orígenes eran humildes, escaló a la clase poderosa por el vínculo que mantuvo su padre con el Estado en la época de la tiranía, pero de cuyos actos nunca tuvo conocimiento ni culpa, admiraba y respetaba su procedencia, veneraba su sangre y la raza de la cual procedía. Tenía él una veneración sin igual que le era dada por todos los habitantes en Ciudad del Lago.
Decapitada la tiranía, se autoproclamaba desafecto a esta, nacionalista. En la época de la intervención se colocaría del lado de la nación, se auto llamaba combatiente, revolucionario, defensor de la libertad; tenía como virtud un hablar lento, pausado, sosegado y bajo, profundamente letrado y esa sensibilidad a las letras le imprimían una aspecto tranquilo, aparte del respeto y reconocimiento que le tenían sus iguales; ese amor al conocimiento le daba una apariencia, no del erudito, ni del sabio, pero sí del hombre profundamente instruido. Hombre con formación de estado, a pesar de su ruptura con los resortes del poder en los momentos que se confesaba revolucionario; respetado por su entorno, por los amigos, por los parientes, pero adorado por sus familiares cercanos hasta considerarlo un enviado por la divinidad; mantuvo reconocimiento generalizado, digno para ser emulado, sus actos gobernados siempre por la planificación permanente y fría; nunca considerado por quienes lo conocían, portador del rencor, el resentimiento o del odio; a menudo sensible a los intereses sociales, capaz de sacrificar lo más sagrado por el interés general; prudente, generador de la más acabada y generosa confianza. Era como un rey que conseguía por sí mismo todas las veneraciones y magnificencias; que imponía a todos el respeto sin subyugar a nadie; que nunca fue temido sino amado. Ese era Teódulo Sebastián Dival.
![](https://img.wattpad.com/cover/115669326-288-k722553.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Bodas de Fuego
General FictionMirna Sebastián Herrara llega a Ciudad del Lago después de cursar estudios superiores en Europa. Su regreso a la ciudad, coincide con la celebración de las fiestas patronales en honor a Santa Lucía. Allí, en el parque central, se encuentra con Rica...