Parte 69 EL ACTO PELIGROSO

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LXIX

EL ACTO RELIGIOSO

Mirna hizo su entrada triunfal tomada de la mano del señor Teódulo Sebastián Dival, quien a recomendación del joven Roberto se dirigió a encontrarla unas cuadras antes de la iglesia. Había dejado de pensar en los tormentos ocasionados por estas bodas, con las cuales nunca estaría conforme ni de acuerdo, pero finalmente era un hecho cuya oposición no lo detendría. La música nupcial comenzaba su ritmo al compás del rítmico andar de la novia Mirna Sebastián Herrera. ¡Estaba hermosa! Sus labios rosados daban a todos una amplia sonrisa con la cual mostraba su perfecta alegría. Todos se contagiaban con su indómita energía. Su piel virginal se mostraba henchida del amor, profunda y hechicera, cual deslumbrante flor, y la brindaba en el acto nupcial a su amado Ricardo Flete. Mirna Sebastián Herrera pisaba el umbral de la Iglesia segura y desbordante del placer que le daba casarse con ese amor infinito. De su piel salía un resplandor contagiante, apreciado por todos en derredor suyo, como ascuas de un divino amor. Llegado al fin, el día de la magna expectación, día con tanto amor y alegría, tanta fruición, y la perturbación mostrando cuánto perturbaría la paz en aquel lugar. Llegaba el día de Mirna Sebastián Herrera con brillos resplandecientes. A partir de su llegada a la iglesia, de su entrega y la declaratoria del amor que jurarían mutuamente y del acto religioso de las bodas donde el Obispo los declare marido y mujer, ella sería Mirna Flete. Sin embargo esto no cambiaría la entereza de su egregia personalidad.

En medio de la ceremonia nupcial del matrimonio entre Mirna Sebastián, la Flor del Diamante y Ricardo Flete, la divina hija del señor Teódulo Sebastián Dival, en segundos sería declarada Mirna Flete, luego que subiera al altar de brazos del padre Teódulo, este comenzó entre cavilaciones y divagaciones a considerar numerosas posibilidades sobre cuantas virulencias no previstas ni pensadas por nadie, podían acontecer allí. Las imaginarias cosas creadas en su cabeza, fruto de su fértil desorden emocional, las veía como realidades tan ciertas, tanto en su cabeza como en su alma, que no tenía duda de estar todas sucediendo en aquel momento colmado por mudas penas. Corrían a tropel en su mente gentes de todas partes, levantaban hogueras, sonaban cantos de alegrías y a la vez de penas. Se perdía en un torbellino de pensamientos hostiles; en un inmenso laberinto formado por múltiples vías, ninguna de ellas con aparente salida a la claridad, ninguna con visibles escapadas o salidas posibles. Hizo esfuerzos por volver en sí, pero fue infructuoso. Le había dado riendas sueltas a esos vientos huracanados, los cuales formaron una tempestad en su cabeza que no podía contener. Ahora era tarde. Su cerebro estaba atravesado por extraños sueños e ideas incoherentes y confusas.

En ese ir y venir de pensamientos oscuros, la formación imaginaria de actos fantásticos ocupaba su cerebro; en los desvaríos solo consumados en sus caprichosas ideas, Teódulo Sebastián Dival quedaba cada vez más atrapado en ese mundo fantasioso. Al ver efectuarse las bodas el amor que sentía hacia su Flor del diamante con el miserable Ricardo Flete en medio de unas visiones que, a él le parecían tan reales, se fue desvaneciendo en ese mundo donde solo había confusiones; su trastornada cabeza colocaba esas confusiones en plano de realidad incuestionada. Ante la terquedad de su hija en la elección del esposo, ahora precisamente, cuando ella se desposaba, efectuando ese acto inicuo con un harapiento era una afrenta, pero el cual debía ser portentoso. Pasó por su cabeza ese nubarrón de ideas imprecisas, dejándolo a oscuras y en una confusión total, tanto más serio, cuanto más ilusorio, Teódulo Sebastián Dival se perdía en ese manto de confusiones sobre las cuales su mente giraba. Solo entendía estas y ejecutaría todo cuanto los pajarillos les contaban, era su deber. Ricardo Flete no podría sobrevivir, y, con él toda una gama de invitados harapientos, seniles, malolientes y mal vestidos, pensaba Teódulo, en medio de su trastorno.

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