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"Deseandolo"

Tarde un poco mas de lo habitual en preparar el café para Daniels, no estoy de humor para soportar sus desplantes ni su malhumor, no aguanto siquiera el mio. Después de que el señor Beckham me rechazara por mensaje no pude conciliar el sueño.

Una rubia cabellera se asoma por el umbral, una sonrisa ilumina su rostro. La alegría desborda por sus poros, esta rebosante.

—¿Que ha pasado? — achico los ojos — tu humor a mejorado desde ayer.

—Al parecer el tuyo no — dice con una risita. Le dedico una mirada. Suspira — me ha pedido disculpas, fue lindo — arqueo una ceja picara. Rueda los ojos — ¿Que tal tu? ¿Ya piensas contarme?

¡Oh, no! No me agrada que cambie de tema y menos para enfocarse en mi.

—No conozco bien al tipo —  ladea la cabeza en la espera de mas informacion. Cotilla — bien, es de unos 31 años, ojos y cabello negro, lo conocí el sábado que fui a comprar donas, de camino entre a un bar a tomar un trago, le vi y ambos...congeniamos bien — me ruborizo ante el recuerdo de tan maravilloso polvo.

Muerdo mi labio al pensar en lo absurdo que paso todo.

—Ya me imaginó que clase de... congeniar — me guiña un ojo.

De pronto echamos a reír, hace que me olvide de todo por un momento. ¡Daniels!

—¡Basta! Tengo que llevar el café — salgo apresurada, no quiero enfadar a mi jefe con la tardanza.

Toco la puerta su habitual "adelante" cierra la carpeta que leía y abre otra para dar un breve vistazo. Dejo la taza a su lado y me giro para desaparecer por dónde llegue.

—¡Espera! — aprieto los dientes y de mala gana giro —¿Que tal anoche?

Me quedó en blanco analizando el por qué me lo pregunta ¿que  importa que hice anoche? Me encojo de hombros mirándolo impacible.

—Amigos, cine y pizza, tranquilo — respondo amable aunque cortante.

Levanta la mirada de los papeles para posarla en mi, dejando a la vista una leve sonrisa en su rostro, no entiendo porque esa diversión suya, no me gusta en definitiva ese cambio repentino hacia mi.

—Bien, puedes irte — señala la puerta — tengo mucho que hacer — su expresión se vuelve  taciturna e intratable.

Respingo ante el giro brusco de actitud ¿A este que le pasa? Esta mas insoportable que de costumbre.

—¡Idiota! — mascullo entre dientes justo antes de salir.

Regreso a mi computadora donde me esperan varios pendientes a realizar esta mañana y unos cuantos mas gracias a mi jefe, el día será muy agitado que tendría suerte si salgo a la hora del almuerzo.

El sonido seco de las teclas es lo único que mantiene la calma y no me deja enloquecer. Mi mente no da tregua ante su recuerdo, sus ojos oscuros y hipnóticos, las caricias de sus dedos, se erizan los vellos de mis brazos y me obligo a cerrar las piernas para calmar el dolor creciente en medio de ellas. Una noche difícil dando vueltas en la cama luchando por pegar ojo y olvidarme de su olor tan embriagador, que cuando al final alcance los brazos de morfeo tuve un sueño de lo mas extraño.

Estaba tumbada en una mesa llevando el vestido color salmón rodeada de fuego, este no me quemaba mas bién me daba calor, aparecio un hombre de capucha negra que observaba mientras me retorcía en un intento de soltar los amarres, algo sujetaba mis piernas y brazos dejandolos extendidos y a su merced, un segundo hombre aparecía en escena con una capucha igual a la del tipo anterior, sus ojos azules brillaban pero no lograba identificar a quién pertenecían aunque parecían conocidos, rodeaba mi cuerpo hasta llegar a mi cabeza y ya ahí me tomaba fuerte de las muñecas, gritaba lo más fuerte que podía pero de mi boca no salía sonido alguno, unas manos tomaban mis tobillos, el primer hombre estaba a mis pies, sus ojos negros me atravesaban, de pronto sus manos me tocaba rozando mi piel, me sorprendió al sentir el placer que me producían tan insolentes caricias, retorcida y gustosa entre sus manos que me jalaban hasta la orilla de la mesa, mis manos de repente estaban libres, no en que momento sucedio, el segundo hombre había desaparecido al igual que la ropa, una fuerte estocada en mi sexo me partío en dos.

Cayendo en el Deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora