Cayendo en el Deseo

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Maratón (1/2)

"Falsas Ilusiones"

Es...¿Daniels?

Parpadeo un par de veces. No esta, el lugar donde le he visto esta vacío, ha sido una ilusión por todo lo que he bebido, y la culpa que me calcome por estar con el señor Beckham.

Se cierran las puertas, bruscamente nos impulsamos hacia arriba. Estoy mareada que siento que estoy cayendo en vez de ascender.

—¿Estas bien? — enfocó a Héctor que me observa preocupado.

Asiento. Me coje de la cintura y salimos a un pasillo con solo dos puertas. ¿Que es esto?

Del bolsillo de su chaqueta saca una tarjeta que deja en un panel que cambia de luz roja a verde, se abre la puerta. Me invitaba pasar con un gesto de mano, una habitación que parece sacada de un hotel de lujo.

—No puedo soportar más — murmura pegándose a mi espalda. Noto su ereccion en mi trasero.

Jadeo. Meneo el culo en su miembro, se aparta y recibo una palmada, trastabilló hacia delante.

—Te quiero sobre aquella mesa, sin bragas — señala al fondo de la habitacion. Una mesa pequeña yace en la esquina junto a un ventanal — no te quites el vestido.

Me giro en su dirección ¿Que pretende?. Al ver que no obedezco frunce el ceño. Respingo. Me da otro azote en el culo para que reaccione. No soy su jodida sumisa.

Observo la mesa mas de cerca, sus patas son gruesas que sostendrán nuestro peso perfectamente. Me noto imaginando que estoy tumbada boca abajo y con Héctor follandome por detrás. Me bajo las bragas rápidamente, enroscó el vestido y me recuesto sobre la mesa.

Unos instantes despues le siento pegado a mi trasero, separa mis muslos, abriendome para el, sin bajar sus vaqueros se restriega en mi sexo, cierro los ojos.

—¿Te excitó que te vieran? — pregunta. Da un leve azote en mi glúteo derecho — ¡Dime! ¿Quieres que uno de ellos venga a follarte.

¡¿Que?! ¿De que habla?

—No — trago saliva — no quiero, te deseo a ti.

Restriega aun más su erección en mi sexo, roza mi clítoris. ¡Que gusto!

—¿Quieres volver y mostrar de nuevo lo que me pertenece? — musita ronco.

Con sus dedos acaricia el botoncito. Gimo arqueando la espalda peganda a el, me apremia con un movimiento de caderas.

—Noto que lo deseas tanto como yo — mete uno de sus en mi interior — ¡Oh, dulzura! Me gusta mucho.

Se aparta de mi, me acecha el sentimiento de vacío. La punta de su miembro enfundado roza la entrada de mi vagina.

—Vamos — me anima.

Me sostengo con fuerza a la orilla de la mesa, echo el trasero hacia atrás provocando que entre un poco en mi, repito el movimiento fallando, Héctor acrece mi agonía dando unos pasos hacia atrás.