52 - Capitulo E

1.8K 139 13
                                    

HÉCTOR

"Absolutamente un imbécil"


¡Joder! llevo parado más de una puñetera hora fuera del edificio donde supuestamente trabaja Katia, todo el mundo ya se ha ido pero de ella, ni su perfume. Mi cabello ha de ser un completo desastre al estar pasando constantemente mi mano por el - gesto que solo hago cuando estoy molesto o sumamente nervioso, en este caso lo segundo. - Me levanto de la banca y doy unos pasos para regresar y volverme a sentar. Hace hora y media que baje del avión e inmediatamente obligue a Santiago a traerme hasta aquí, estoy desesperado por verla, saber que no me a olvidado y que me extraña tanto como yo lo hago cada minuto.

Las puertas del edificio se abren y en automático me pongo se pie, la decepción me llena del todo al notar que es un hombre el que sale, pero no uno cualquiera - Black - mascullo de mala gana. ¿Que hace el aquí?. Sin pensarlo camino hasta el edificio en el cual se queda quieto, obstruyendo el paso.

—¿Que rayos crees que pretendes al venir? — reparo con disgusto el tono que ha usado — es mejor que se vaya, señor Beckham — sisea irritado. Subo los escalones hasta llegar ha estar frente a frente. Sus ojos enfrentan los mios.

—¡No! no voy a irne hasta hablar con ella, ¿lo entiendes? vocero — tenso los hombros sacando el pecho ligeramente para parecer mas alto e imponente ante este imbécil  — y tu...no vas a impedirlo.

Deja escapar una risita. Hago un ademán de pasar por su lado en el momento se mueve bloqueando el paso - mi paso. Cierro la mano en un puño sobre el cuello de su camisa, trastabilla unos pasos hacia atrás.

—¡Muevete! — medio grito. Su rostro se mantiene pasible, como si fuera inmune a mi enojo, no me tiene ni un poco de miedo, incluso percibo su arrogancia.

—No — dice calmado — ella no quiere verte, me ha mandado ha decírtelo — espera ¡¿que?! — en pocas palabras ahora esta con otro... — se apunta con el índice sonriendo de oreja a oreja — sabia que lo echarías a perder y yo iba a aprovecharlo cuando eso ocurriera, bendito dios no espere mucho y he vuelto a enamorarla.

—¡Mientes! — escupo empujando su cuerpo en la fachada de ladrillo del edificio —¡Eres un vil mentiroso!

Niega con la cabeza, aun con la diversión brillando en sus ojos.

—Te lo dije, que el primer amor nunca se olvida — elevo mi puño hasta su rostro, estoy a punto de partirle la cara — ahora quiero que seas quien se aleje de mi mujer — la paciencia que luchaba por mantener se va al carajo cuando toda la rabia contenida explota dentro del pecho y recorre las venas a toda potencia. Incrustó mi puño en su mandíbula que resuena, seguido por otro y otro.

Entre más golpeo más se rie y entre más lo hace más fuerza impongo en destrozarle el rostro. En pleno ataque de violencia una mano me sostiene del codo, me giro a ver quién rayos se ha atrevido a detenerme, los ojos verdes de Santiago me observan atónitos y justo me detengo. Mi pecho sube y baja bruscamente  intentando normalizar mi respiración, la ira hierve dentro de la cabeza y el puño.

—Es mejor que nos vayamos — aun con su mano sobre mi codo me jala para que camine, pero no muevo ni un músculo — Héctor, si quieres arreglarlo hazlo bien, no es el momento, no así. Sus palabras calan hondo en mi pecho y resignado acepto alejarme...esta vez.

En la cera de enfrente doy un vistazo por encima del hombro al tercer piso, mis ojos se quedan en la segunda ventana con la cortina semiabierta, en el momento que su mirada choca con la mía la cierra por completo. Mi primo me lleva a su ¿coche...? ni se porque lo compro en primer lugar. Nos conduce a su apartamento donde estas semanas se ha quedado. 

Cayendo en el Deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora