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"Un fin musical"

Una sensación de desamparo me invade, el fresco de la mañana eriza los vellos de mi piel. Las sábanas cae en mis caderas al incorporarme en la cama, Héctor no esta a mi lado, no hay rastro de su ropa por ningun lado, cojo mi pijama azul cielo de satín, me abruma el silencio sepulcral que se destella en el ambiente.

Andando llego al salón vacío, ni rastro en el baño, nada en la cocina ni comedor, y por supuesto no esta en la habitación de lavado, pelusa maulla cerca de la puerta, esta alerta con los pelos de punta y las uñas clavadas en el suelo. Alguien esta fuera. La puerta es abierta y en el umbral aparece con una gran bolsa y una caja blanca...¡Joder! Esta recién bañado, su barba recortada, parece un chico malo con esa chamarra de piel en negro al igual que sus vaqueros. Esta absolutamente buenisimo.

—¿Por cuanto tiempo más vas a seguir babeando? — una enorme sonrisa adorna su boca.

Parpadeo ruborizada. Me ha pillado mirándole como si fuese el ultimo hombre en la tierra. Pero para mi es el mas atractivo.

Deja la caja blanca en la encimera...echo un vistazo. ¡Por Dios! Son donas.

—No se porque le caigo mal — musita atrayendo mi atención.

Pelusa gruñe como si Héctor fuese un depredador que busca hacerle daño. ¿Que le pasa con él? Simplemente no la entiendo, jamas se había comportado tan arizca con nadie.

—Venga a comer — palmeo varias veces hasta que me obedece.

Me ofrece la bolsa, la cojo algo cohibida. Sus ojos expectantes a la espera de mi reacción. Frunzo el ceño al encontrar dentro un hermoso vestido blanco de algodón. Levanto la barbilla y le sonrió.

—Hoy te llevare a comer a un lugar especial — murmura.

—¿Al restaurant de la otra vez? — mis mejillas arden de tan solo pensarlo.

—No...es fuera de la ciudad — se encoje de hombros — aunque si lo preguntabas porque te apetece ser vista por los de abajo...— hace una pausa — también podrás hacerlo allí.

¡Madre santa! Trago saliva.¡Dejar que vean mis bragas! Estará de coña.

Me giro sobre mis talones. En la privacidad de mi habitación saco por completo el vestido para admirarlo...es simple pero hermoso, el escote en forma de corazon sin duda resaltara mi mayor atributo; el largo a mitad del muslo, es demasiado pegado para quedarme como un guante sobre las curvas.

Me he puesto el conjunto interior que acompañaba al vestido en la caja; un exquisito sostén de encaje blanco, media copa y sin tirante; las bragas tipo bóxer que llega a la mitad de mi trasero, es traslucido que no oculta del todo mi pelvis.

Ya vestida me doy los últimos toques de maquillaje, un poco de color en las mejillas aunque con Héctor nunca me hace falta, se la vive para hacer que me ruborice cada vez que tiene oportunidad. Los tacos no son tan altos, y tienen una comodidad absoluta.

Por el reflejo le observó asomarse por tercera vez para asegurase de que ya estoy lista. Sonríe de lado, sus ojos negros divagan por mi cuerpo, y se detienen en mis muslos.

—¿Nos vamos? — preguntó antes de que cambie de planes, conozco esa mirada y si no nos vamos ahora no saldremos nunca.

Abre la palma y muestra las llaves del coche.

Decidida a que la brisa que amenaza con despeinar mi coleta, no cumpla su objetivo, subo el vidrio de la ventana, Héctor me da una breve mirada, sonríe y se vuelve a mirar al frente, con un botón cierra casi por completo su ventanilla. La musica de piano me eriza los vellos de la piel, es tan emotiva que llena de sensaciones mi interior.

Cayendo en el Deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora