Capitulo III : Soprano

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Una mañana en la plaza central cerca de la Iglesia se elaboraba un festival. El festival anual de las rosas, donde se implementaba productos botánicos y esencias naturales. Al igual platillos implementados con ese sabor. Incluso el famoso te de rosas que utilizaban las mujeres para hacer su piel mas suave y jovial. 

En donde la producción de rosas crecía y brotaban en cada sector de Braneghin. Casualmente emergía esta flora en los días de un febrero. Cuando el clima es con cierta neblina y el frío sale por tu boca. Los abrigos y gorros son protagonistas.

En sus abrigos o vestimentas se encontraba bordados de rosas. Algunos vendedores contaban la leyenda de las flechas de cupido a sus turistas. Contando la estadía de Cupido.

- Cupido dejo caer sus flechas una por una como si fuera una lluvia. Mientras volaba a buscar enamorados a quien ayudar. Las flechas fueron cayendo y cayendo, los pobladores actuaron con indiferencia... — contó emocionado haciendo gestos con las manos.    

El Padre Valentino lo miro y dio una ligera sonrisa. Con sus manos juntas caminaba con un son de tranquilidad. Le encantaba ver que todo esta en orden. Se encontraba jóvenes muy lindas que se impresionaron al verlo con su atractivo y porte. El no les tomo la atención y siguió caminando. Mientras caminaba hacia la fuente miro sus manos en las cuales llevaba un tatuaje en cada una.

Un tatuaje de su pasado que dejo atrás al convertirse en el. En cada una llevaba el símbolo de las flechas de cupido. Trazada en tinta negra y de estilo realista. Un dibujo de buen trazo y precisión. Un tatuaje como si ya fuera de su piel. Algo como si ya estuviera allí desde que nació.   

Se sentó y saco un paquete de cigarrillos pero lo pensó dos veces antes de encenderlo. Miro el panorama en sus tonos neutros pero el color de las rosas le daban una diferente tonalidad. Como un símbolo de vida en esta pequeña ciudad de marfil.

El agua de la fuente que circulaba en los pocillos decorados. El arrullo de la fuente daba cierta tranquilidad. El Padre Valentino al solo escuchar sus cantos de goteo se vio obligado a cerrar los ojos. Le dio una gran tranquilidad que había deseado desde un principio. Sus párpados cerraron y su serenidad se transmitía en todos los sentidos. Su cuerpo y alma se encontraban en paz pero su mente no dejaba transmitir el efecto. 

-Quisiera dejar de preocuparme tanto —pensó el. Abrió los ojos y volvió a cerrarlos. Esta vez se concentro en el sonido del agua y a lo lejos escucho un canto de un lindo soprano. El se deleito por su voz llena de inocencia y alegría. Todo su interior se encontraba en pasividad.   

El canto cada vez se acercaba y el agua ya no amortiguaba su eco. El sonido del agua, el canto y el aroma a rosas le provocaba un eterno sueño. El canto se clausuro y su sonrisa bajo al no escucharlo. -Como deseo volver a escuchar ese canto —pensó aun con sus ojos cerrados.

Los volvió a abrir después de unos minutos y volvió a ver el mismo panorama otra vez. Solo que sin el canto sereno y infante. Una vez mas sus pensamientos vinieron a la mente. Y el mismo problema de siempre su mayor preocupación las flechas de cupido. ¿Porque le provocaba tanto estrés? Pensó al ver sus manos tatuadas pero dejo de pensar en ello.   -Confió en mi pueblo —susurro.

A punto de levantarse y dirigirse a la capilla, escucho el canto por segunda vez. Siguió su voz con sus sentidos y lo miro a el. Un niño pequeño con una libreta que llevaba un lápiz. Al parecer estaba escribiendo pero su concentración en total con el festival.

Decía palabras y luego las apuntaba, pero en sus palabras se encontraba una melodía. Al parecer estaba cantando y componiendo una lírica.  Una hermosa melodía en cada palabra que decía. Como si estuviera una canción en cada que recitaba.

Al verlo el Padre Valentino se conmovió al ver tan anima tan pura y inocente. Sentado en el piso con las piernas cruzadas y pensando con su cuaderno. Su lápiz puesto arriba de su oreja apoyando sus manos en su cabeza ingeniaba con inquietud. El Padre dio una ligera sonrisa al ver a un chiquillo martirizándose por no encontrar una palabra en su verso.

-¿Que haces? —pregunto curioso. Acercándose a el con fraternidad y observo lo que tenia escrito.

-Hago un... Como se dice... —pensaba el volteandose al ver al Padre.

-¿Un poema? —respondió.

-¡Si eso! —exclamo. —Solo que lo quiero con sonido —explico el niño.

-Entonces quieres una canción —explicando.

-¡Eso es! —entusiasmado. —¿Como lo hago? —curioso y levantándose. 

-Tal y como lo estas haciendo — dijo el Padre observando su cuaderno con palabras.

El cuaderno solo era un complejo de letras casi se denotaba una vocal. El lo miro y dio una sonrisa —Es excelente —dijo el con una sonrisa.

-La terminaré —señalo con predisposición.

El Padre Valentino se preguntaba de quien sera este niño inteligente y carismático. Lo miro con tanto aprecio que quería ser su mentor. ¿De donde habrá venido? El conocía a cada uno de sus pobladores y nunca olvidaba un rostro. Al menos que a este chico no lo hubiera percatado.

-¿Donde esta tu madre? —pregunto viéndolo trabajar en su canción.

-No lo se —pasivamente y sin preocupación.   

Al Padre Valentino extraño su comportamiento sin preocupación y concentrado en su trabajo. Luego se levanto la mirada iluminado por el poder de alguien. 
Bajo su mirada hacia su cuaderno buscando entre papeles. Se desesperado por encontrar algo. El Padre Valentino se pregunto a si mismo —¿Que cosa estará buscando? — poniendo sus dedos en su mentón.  
El niño desesperado por encontrar ese objeto que al parecer es muy importante. —¿Que buscas hijo? — pregunto tratando de calmarlo.

-Una carta —buscando entre su mochila.

-¿Una carta? —curioso —¿Para quien?—entusiasmado con una sonrisa.

-Para el Padre Valentino... — recordando menciono y siguió buscando.   

El Padre Valentino congelado por su mención mas le intrigaba que dirá esa carta. El niño desesperado explico que debió entregarla hace un rato a la capilla pero se entretuvo con la musica del festival. El Padre entendió su recado y le dijo que se calmara. Le propuso que buscarían juntos.

El niño la encontró en unos bolsillos de su mochila marrón de cuero. Entusiasmado propuso que si lo acompañaría a entregársela al Padre Valentino. El río ligeramente con sus ojos iluminados por la carisma de este niño prodigio.

-Bueno... Como veras yo soy el Padre Valentino —explico con carisma y una sonrisa. Muy del Padre Valentino hacer sonreír a todos con su carisma.

-¡Todo este tiempo era el! —impresionado y entregando la carta a el.

-Gracias...- corto al querer decir su nombre. —¿Como te llamas, hijo? — pregunto.

-Theo— respondió alegre.

-Bueno una vez mas gracias Theo —exclamo haciendo unos gestos graciosos.

Theo se río de lo gracioso que es el Padre. El se ganaba la confianza de todos con su tacto humano y simplicidad. El caminaba de forma sencilla y hablaba sencillo con los demás. Un padre al que le gusta ayudar a quien sea con su buen corazón.   

La carta en un sobre de manila y escrita en letra cursiva leía sus palabras cada por una y una. Lo cual se impresionó y solo pensó en Theo y su futuro.
 
            

  

    

   
              

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