Capitulo VIII : Carta

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-Bajaré dentro de un rato —asintió la Srta. Anica cerrando la puerta de su recamara.

Su dulce mirada ya había llegado a sus años otoñales pero nunca perdía la bella mirada que la cubrió en su juventud. Soñadora, romántica, creativa y carismática son sus grandes cualidades.

Camino hacia su mesa de noche en busca de su encendedor ya que tenia ganas de fumar. Fumarse todos los recuerdos que le atormentaba como su primer amor. Tras abrir su gaveta en la ultima noto un sobre de color rojo vino. El color que representa la pequeña ciudad de Braneghin a causa de su leyenda.

Ella sorprendida y algo halagada creyendo la carta de su amor eterno. Cuando el mandaba cartas del consejo ese es el sobre que utilizaban. Sintió su olor a rosas muertas que le daba un pensamiento estupendo. —Se que es de el —susurro ella fascinada. 

-¿Donde estará el abrecartas?— menciono dos veces buscando en sus cajones. En el penúltimo cajón lo encontró entre las otras cartas y rosas marchitada escondidas. 
Tomo el abrecartas y la abrió con cierta desesperación por leerla. Desdobló el papel membretado y su caligrafía cursiva lo cual distinguió que no era de el por su fuente en tinta negra y no sienna.   

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Querida Srta. Anica Salazar,

Mas que todo quiero pedirle gracias por acogerme en sus brazos maternos ya que sustituyo el papel de mi madre. Por siempre guiarme en el camino del bien y alinearme para la vida.
Es una pena mía que deje la casa hogar y mis deberes del hotel sin previo aviso.

No le quise avisar porque sabemos que a los dos no nos gusta las despedidas y mas dejar a la única familia que tendré. La razón de mi ida es por bienes personales, no es entre ustedes o por las tareas del hotel. Es por otra razón al que no quiero mencionar. Es el deber al que no quiero involucrarme al que le conté aquella noche cuando vine del consejo de Valentinos.  

Ya comprenderá mi razón y se que estoy tomando un gran riesgo que lo llevo tatuado en la piel. Las dos flechas en mis manos me crucificaran para el resto de mi vida. Por ello he tomado la decisión de ir a la ciudad a continuar con mis estudios y con la beca me brindaran la estadía además con las horas de trabajo que consigue en un hotel.          

No le prometo que la visitare Srta. Anica, porque ya sabe que es lo que pasaría si vuelvo a pisar tierras en Braneghin. Eso si le prometo escribirle cada semana y invitarla a visitarme. La recibiría con las brazos abiertos como usted lo hizo conmigo.
Muchas gracias, tengo una gran deuda con usted y prometo estar vigente para usted en todo lo que necesite.

Su hijo mas leal,
  
                     Nicolás Carrasco
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Al leer las palabras de su hijo mas preciado y al cual le tenia gran confianza fue un destroce al corazón. ¿Quien la apoyara en sus días grises? ¿A quien le contara sus secretos? ¿Donde estará cuando necesite tras guardar el orden en el hotel y casa hogar?

Esto es un hecho triste su Nicolás se había ido y no por un momento sino para siempre. La Srta. Anica tomando su carta en su pecho lloro en llanto ya que no lo miraría jamas. Ya se había ido su hijo que lo tuvo desde niño y que ya es hombre. Fue una apuñalada al corazón saber que se había ido y las consecuencias de su huida.

-¡No! —grito pensando sobre su posible destino.

-¡No, mi Nicolás! —grito en llanto tirándose al suelo desalmada. Sus lágrimas corrían por sus suaves rosáceas mejillas como dos gotas de rocío.   

Algo sabia ella debía callar para guardar su vida en las manos de Dios. Solo asi podría salvarlo y que siguiera sus estudios en mercadotecnia. Es lo que le hacia feliz desde el día que consiguió su beca en la universidad. 
Solo asi podría salvarlo del castigo de los Valentinos.   

-Solo asi podre salvarlo —susurro ida viendo a la ventana en aquella noche traslucida.       

Se acerco a la ventana y con su mano extendida toco el vidrio. Un gesto de su mano indica su protección en su camino. En aquellos días de agosto cuando el sol nacía en el día pero las noches de carácter lluvioso. Le deseaba un gran viaje a su fiel y amado Nicolás.  

-Srts. Anica, el Padre Valentino la busca —toco la puerta y entro Nanny. Llevaba un pañuelo blanco en la cabeza como peregrina y su vestido cobalto.

-En un momento bajo —ocultando su cara de las lágrimas que había llovedizo en sus ojos. Guardo la carta en su ultima gaveta donde tenia una flecha de cupido escondida.

Cerro la puerta de su habitación con doble llave y salio corriendo por las escaleras con su vestido largo. La tela de chiffon navegaba como el océano a la provocación de la marea de su velocidad al correr. Salio corriendo como una adolescente en busca de una escapatoria y su cara de preocupación quería ocultar a llegar a su destino.

El Padre Valentino parado esperaba en la entrada de su casa. Mirando los retratos de sus niños. Todos tan alegres y sonrientes. En sus fotos compartían momentos con su madre Anica. El Padre Valentino miro detenidamente a un retrato de Nicolás dio una sonrisa y suspiro profundo.

-¿Te gustan mis fotografías? — sonrió y acercándose.

-Siempre has tenido ese talento —sonrió y saludándola con un apretón de manos.

-Creo que es un talento innato —sonrió halagando.

-Seguro que si —asintio dando una sonrisa. Los dos se miraron con continuidad y recordando el pasado.

-Vine a entregarte este sobre, de parte del consejo de Valentinos —entregando aquel sobre rojo vino. El mismo color de la carta de Nicolás.

La Srta. Anica asustada y sorprendida lo tomo con nerviosismo. Preguntándose si la carta se refiere de la escapatoria de Nicolás y sobre su consecuencia. Lo tomo y lo quedo viendo con intriga y desalmada. 

-Otra cosa mas —pauso el Padre Valentino en busca de algo en su bolsillo de su túnica. —Se lo puedes dar a Theo —entregándole un diario de cuero rojo vino. 

La Srta. Anica tomo el diario con delicadeza. Sus ojos se estremecieron en ver en su portada la insignia de las flechas cruzadas con dos alas como las de cupido. Asustada lo miro preguntándose si era la hora del llamado. —No mi Theo —penso al mirar su forro.

-Es su obsequio para su cumpleaños pensé en entregárselo antes —comento. —No pude esperar hasta el miércoles por ello mejor dije se lo entregó hoy —añadió. 

-Es un lindo detalle, se lo entregaré cuando vuelva en este momento debe estar en el hotel —excuso.

-Dile que es un diario para que escriba sus canciones o poesías —explico recordando el primer día que lo vio en la fuente.    

-Estoy segura que le va a encantar —agradecida por el gesto y aliviada por su preocupación litigante.

-¿Cuantos cumplirá Theo? —abriendo la puerta para retirarse.

-diecisiete —respondió.

-Falta poco —asintió el conmovido.

-¿Falta poco? —dudosa y extrañada.

-Para su deber como flechero —extasiado pensando en el día.

-Bueno eso lo decidirá el ¿no cree? —defensiva y cruzando las manos.

-¡Por supuesto! —exaltado por su actitud. —Eso lo tenemos claro —acertó y exaltado de su humor.

La Srta. Anica seguía a la defensiva y sus brazos cruzados lo demostraba. —Últimamente, he notado su interés por las flechas desde que era un niño — afirmo y recordando aquel Theo curioso.

—Yo creo que es su talento innato —agrego acercándose a la salida. —Buenas noches —se despidió y cerrando la puerta.

La Srta. Anica quedo parada en ese mismo punto desconcertada e intrigada. Sin decir nada y hacer algo se quedándose congelada y boquiabierta. Solo una sola lágrima broto hasta caer a sus mejillas.   

 

              

 
                
    

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