Capitulo XV : Adiós

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Minerva con gran caudacidad llega a lo largo de la ciudad al bosque de los encantos. Donde los árboles coníferas sollozan historias de amantes antiguos. Donde las ninfas hechizan a cualquiera con su belleza y pureza. Donde los amantes transguardan el amor oculto que es prohibido por la conveniencia de las familias. 

El bosque de Braneghin tiene ese encanto que lo hace especial con un cautelo hechizante. Las luciérnagas caminan por los aires iluminando el panorama y cerca del pequeño lago amantes contaban sus poemas en sus balsas. Navegan a través de un jardín de nenúfares igual al que le regaló Theo a su Minerva.

Las estatuas escondidas de mármol espían detrás de los arbustos con sus figuras románicas. El jardín de los amantes mucho decían. El lugar donde la leyenda cumple su fin.

Minerva debía pasar por allí hasta llegar a lo profundo del bosque donde Theo y ella estaban. El lugar donde casi fueron atacados por los guardianes. En el mismo punto de encuentro con el guardián Tomás, al quien no miraba desde hace mucho tiempo. 

Al caminar como una pantera sin ser notada con  su mística y ojos incandescentes, no deja morir a nadie. Hasta que la voz la profana al misericordia.

-¡Minerva!- llama alguien persiguiendola. 

Se asusta al ver la presunta figura acercándosele con gran perversión. Una fiera al quien se aprovecharía de su soledad. Voltea a ver descifrando su identidad pero no lo logra. Sin mas remedio saca una daga de plata un obsequio de su leal Tomás.

Solo se queda ida preparándose para el ataque aprovechando la oscuridad se oculta como una sombra escondiendo su defensa. La silueta sigue llamando su nombre tres veces más a medida que se acerca.

La luz de la luna no refleja su identidad ni su rostro a causa de la sombra generada por los árboles. La sombra llega a unos medio metros y el ataque comienza.  -Al fin que te encuentro- comenta acercándose. 
Saca la daga apunta al costado a atacarlo hasta que vio algo existencial. La luz serena de noche refleja su rostro como obra de arte. Bajo sombras e terrores mira el joven del que todos hablan pero poco saben de quien se trata.

-¡¿Tomás?!- cuestiona sorprendida a la vez soltando la daga al cual cae al suelo.

-Si soy yo - recoge la daga y la observa. -¿Acaso ya no me reconoces? - preocupado por su reacción y le entrega la daga en sus manos.

Minerva lo toma pero aun no lo cree. ¿Qué le habrá pasado a ese joven tan honesto y servicial? Preguntándose a sí misma al verlo todo desordenado y con rasguños provocado por las mismas ramas.

-¿Qué ha pasado de ti? - pregunta Minerva sorprendida y lo abraza con fuerza. Más que un compañero siempre ha sido un hermano por ella. Al abrazarlo sintió que el mundo se detuvo por un instante y que todo volvía a marchar como antes. 

-¿Cómo has estado? - vuelve a preguntar sin perder la desesperación de saber más. 

-He estado bien - responde obviando cualquier pregunta. 

-Dime como ha estado todo de ser guardián - curiosa pregunta sin perder la emoción. 

Nicolás sólo queda en un momento de silencio,  nadie sabe sobre su huida más que la Srta. Anica, Theo, el Padre Valentino y los guardianes del consejo. -Todo bien con el montón de trabajo de las flechas y todo eso - explica el ocultando su verdad. 

-Te hemos extrañado todos en la casa - comenta y lo abraza una vez más.  -¿Cuando vas a volver a casa? - pregunta desconcertada. 

-No lo sé... muy pronto - contesta con inseguridad. 

-Te estuve buscando por un gran rato - se acerca la presencia de una sombra con su corcel. 

-Estuve aquí con Nicolás - explica Minerva. -Permitame presentarles Nicolas y Tomás - los presenta a cada uno. Sin saber sobre que ya había resuelto el plan de la búsqueda del prófugo. 
Ambos con los ojos dilatados sabían que ya es hora de empezar a correr, pero bajo la presencia de Minerva ambos se retenian. Ellos no querían asustar a Minerva por el aprecio que le tenían. 

-Es un gusto Sr. Nicolás - sin perder la cordura le da un apretón de manos.

-El gusto es mio, señor Tomás - contesta sin perder la oportunidad. 

Minerva no paso gran tiempo sin ver sospechas. Ambos actuaban extraño como si querían disimular algo pero ella no se explica el que. Ambos no sabían sobre las sospechas de ellos dos. 

-Discúlpenme voy a saludar a alguien, con permiso - se retira al ver una amiga esperando a alguien en las cortezas del roble. 

Minerva avanza sus pasos y ve que el silencio perdura entre ellos, pero mas al rato comienzan a hablar como dos grandes conocidos. Saluda a su amiga quien es Diane. Vestida en blanco y dos trenzas doradas espera a su amado mientras esconde su enfermedad. 

-No tienes mucho tiempo, Nicolás. Todos del consejo te están buscando para tu sentencia - explica Tomás.

-Lo se Tomás, solo vine despedirme de mi novia y me entrego ante el consejo - relata Nicolás viendo hacia atrás a la joven que esta hablando con Minerva.

-Entiendo y será tu ultimo adiós porque ya me imagino que sabes sobre tu castigo - conmocionado mira a la dulce joven con su canasta.

-Si lo se ya estoy informado sobre ello y es la condena que me merezco - agacha la cabeza con vergüenza. 

-¿Porque huiste amigo mio? - dice con profunda tristeza.

-Ya no podía mas es una gran lucha - explica viendo el tatuaje en su mano. Una marca que revela el dolor de su agonía.

Tomás queda en silencio y comprende al ver su marca en su mano. La flecha en punta con dos alas emplumada.

-Hace cuánto que llegaste - saluda a Diane que llega junto a Minerva.

-Hace un tiempo - responde Diane con timidez.

-Ya nos tenemos que ir - dice Nicolás.

Se despide de Tomás con una cierta reverencia y por último de su hermana amiga, Minerva. Al cual abraza como si fuera el último. -Vuelve, por favor - susurra ante su abrazo. 








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