Capitulo XXXVI : Afecto

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Como dos palabras tan sencillas nos puede agitar la mente, como un simple te amo. No es la palabra en si, sino en ese momento que es dicho. En lo cual encaja tan perfecto como un rompecabezas. Al ser unido crea la perfecta imagen de un amor.

Es lo que está ocurriendo en estos días, el amor vuelve a resurgir. Poco a poco Minerva empieza a desatar sentimientos con Matías. Aunque no recuerda del gran parecido que tiene Nicolás y de su pasado. Obvia sus recuerdos aunque algo le invade el pensamiento.

Ya no lo ve como una amenaza sino como un complemento en su vida. Un alguien que poco a poco va marcando en su corazón. Creando una distancia aún mas corta que la anterior.

Ese día en que dio su beso a Matías sintió una sensación diferente. Al besarlo miro visiones en su cabeza. Una tormenta de recuerdos se le atravesó. Imágenes retro sobre sus días con Theo, pero no estaba segura de que ese joven fuera algo en su vida. Por ello debía recordar aún y aún más.

—¿Hoy irás a la fiesta?—pregunta Matías a través de su ventana.

—Seguro — responde Minerva mientras cocia un botón.

—¿Como te está quedando?— al ver el vestido que esta costurando.

—No muy bien— insatisfecha.

—Ven te llevare donde la señora Lucrecia — sonríe ofreciendo su mano.

Ese día todo cambio entre todo, miro sus ojos sinceros que brillan como dos diamantes. Minerva confía en el como algo más. Toma su mano y sale por la ventana.

Ambos corren como dos jóvenes enamorados buscando un momento que recordar. Entre risas caminan por las calles de tierra. Los aldeanos los ven juntos y eso les causa una gran felicidad.

Después de tanto tiempo vieron el afecto en su total sinceridad y no provocado por las flechas de Cupido. Sus flechas que a menudo ingieren y que corren a traves de sus venas. Una manera de olvidarse de su realidad. Por ello de ellas recuerdan a su amor perdido, amor de verano, amor platónico y su amor eterno.

Algo tan necesario como el amor y como los recuerdos se asemejan juntos para erradicar el dolor. Ese sufrimiento que poco a poco lo han estremecido.

—Capitana Perdomo, quisiera hablar con usted — dice Tomás.

—Seguro, dime Tomás — responde mientras toma asiento.

—El incendio del Ministerio Real de hace meses es cierto que solo hurtaron diecinueve flechas de tres mil trescientos — cuestiona encontrando una respuesta.

—Asi es — aliviada.

—Capitana no cree que fuese un accidente y no algo provocado por los de la rebelión —

Perdomo queda sin aire ante las palabras de Tomás. Sus sospechas ante el accidente están emergiendo a la razón.
—¿Porque lo dices?— responde de inmediato.

—Si fuese provocado hubieran hurtado una gran cantidad de flechas no cree pero so les dio para diecinueve. Esto me resulta algo extraño, no cree — afirma Tomás.

—Usted sabe que esas personas no están en su cociente y no en su total razón — cómica rie Perdomo.

—No lo creo capitana en el dia del combate estaban en su cociente total hasta la atacaron — recuerda.

—¿En que ocasión?— cuestiona.

—Cuándo Minerva los ataco a todos los que le rodeaban a usted y a los otros guardianes— agrega.

—No lo creo, Minerva por ningún segundo pudo acabar con una docena de hombres — engreida crea su última palabra.

Tomás ante las palabras de Perdomo a quien desagradece la salvación de su vida, desconcertado piensa en las palabras de la misma Minerva.

—Solo soy una herramienta solo soy algo útil nada mas y pronto me reemplazarán — recuerda.

—Tenia la razón Minerva...—piensa.

—¿En que?— curiosa.

—Que solo somos manos desechables — desconcertado aclara.

—¿Porque lo dices?—alarmada.

—Cada dia lo veo y lo siento —analiza. —Así paso con Minerva, después de que le salvo la vida usted olvida su valentía —confiesa.

—Han pasado meses sin saber nada de ella y a usted no le interesa sobre a donde esta, después de todo lo que ha hecho ella por nosotros — agrega.

Perdomo queda en un silencio austero, solo escucha las palabras adoloridas de Tomás. Impactada ante sus palabras se resguarda en su verdad. En los hechos que vio en sus propios ojos.

—Solo aprovechó su herencia de unos de los mejores arqueros y ahora en su ausencia solo la desecho como una flecha rota— toma su espada y se retira.

—Una cosa más, usted en un principio nos dijo que la lealtad ante todo— señala. —Ahora es tiempo que lo demuestre — da su última palabra y se retira con un profundo dolor. 

—La lealtad antes que todo— repite tres veces.

—¿Qué estoy haciendo?— se pregunta a si misma colocando sus manos sobre su cabeza. 

Saca de su gaveta un par de aspirinas para remediar su jaqueca. La golpea tan duro como los martillazos que seran en su juicio. Una culpa que tendrá que cargar toda su vida. Han pasado dias sin poder ver el sol naciente y ahora debe buscar a su eminente.

—Debo de estar desquiciada para hacer esto por un atajo de celos — murmura.

Nadie está en la sala solo ella con su culpa que la atormenta. El crudo noviembre esta apunto de distanciarse y no hay nadie que lo pare. Toma una hoja de papel y su pluma fuente, un obsequio de su antiguo amante hace veinte daños. El numero de años a lo que ha delimitado su corazón al afecto.

Querida Duquesa,

El plan esta apunto de revelarse a las sospechas de Tomás. Esto se está saliendo de control y no puedo seguir con esto.

Atentamente,

Perdomo.

—¡Credence!— grita llamando al fiel sirviente de la capitana.

—Si, mi señora — responde con solemnidad.

—Puedes enviar esta correspondencia a la Duquesa — ordena entregandoselo.

—Si señora — se inclina y toma el sobre. —algo mas que desea, su señoría — agrega.

—No, solamente Credence— responde volteandose de espaldas.

—A sus ordenes — hace una reverencia y se retira.

Camina con el sobre de su fiel hostigadora, la duquesa de los corazones. A la que alivia el dolor de un mal amor.













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