Capitulo IV : Theo

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-¿Qué sabes del? –pregunto Anica preocupada rezando un rosario en sus manos.

-No mucho solo sé que tiene ocho años y que su madre dejo esta carta –Explico mostrándole la carta en tintas chinas.

Anica sorprendida de lo que dijo el Padre Valentino y sus ojos de asombros son perdurables. El silencio entre ambos se notaba en las fuerzas del aire y sus ojos marcaban compas al futuro que les esperaba, bueno al que le esperaba a Theo. Solo lo miraron en el sofá de borgoña jugando con unos juguetes que se encontraban en la sala. Sus manos sentían y curioseaban el mecanismo de los juguetes en cómo se conectaban en uno a otros. Es lo que debía hacer en su vida conectar las piezas de su pasado y futuro.

-¿Qué dice la carta? –intrigada colocando unas mano en su boca ocultando su asombro.

-Pidiendo que cuidemos a su hijo, Theo. Que nos hagamos a cargo hasta que sea mayor de edad –recordando lo que decía la carta.

Anica solo acertó con la cabeza sin ningún prejuicio al solo ver esta alma inocente en su sala con un carisma única. El Padre Valentino explico su origen y quien era su madre, una mujer en que su vida era un descontrol y alejo a su hijo de todo esto. Sentía cierto remordimiento del origen de su carta en parte del nombre de esta mujer. Era parte de la organización a quien quiere tomar el poder de la leyenda que consume el amor y la desdicha de este regalo. Su enojo desapareció hasta que Anica lo hizo entrar a razón explicándole que entrego a su hijo con nosotros para criarlo del bien y alejándolo de sus problemas insalvables.

-Mira no te preocupes el estará bien –respondió sosteniendo su rostro con sus manos y su mirada casi romántica.

-Sé que estará bien en tus brazos –viendo sus ojos esmeraldas con cierta historia. –Como todos estos niños aquí contigo –señalo satisfecho separándose del pasado.

-Se sentirá bien, te lo prometo –aceptando su separación y sus manos juntas con acuerdo.

-Lo vendré a visitar a menudo, veo que es un niño muy inteligente – comento dirigiendo su mirada al niño.

-De acuerdo, ven a visitarlo sé que te tiene un gran aprecio a solo poco tiempo –indico ella sonriendo y acomodándose sus rizos cobrizos castaños.

-Gracias Anica no sé qué haríamos sin ti y todos estos niños también –agradeció abriendo la puerta para retirarse.

-Eso te agradezco a ti también por tu apoyo –asomándose a la puerta y apoyándose.

-Nos vemos Anica –se despidió con un recuerdo en su sonrisa.

-Nos vemos Valentino –respondió sin dejar ver el horizonte marchándose con él.

El tiempo transcurre rápido cuando dejamos a los que fue una historia en nuestras vidas pero ten cuidado que te pueden atormentar después. Anica solo lo miraba en la distancia marcharse como el día en que se alejó de todo para unirse a la Iglesia y a su fe. Solo hacia recuerdos de lo que fue su vida anterior y despertó de un sueño. Asumiendo su realidad y cerrando la puerta como aquel día.

Con su vestido azul marino con cuello blanco y labial rosa pálido camina hacia Theo con una sonrisa materna. -¿Y el Padre Valentino? –pregunto desconcertado asomando su mirada a la puerta. Ella solo sonrió y miro sus ojos cafés con chispas verdes –Se tuvo que ir pero mañana vendrá –explico ella con dulzura como su personalidad. –Lo veré mañana –sonriendo tomando su cuaderno –Porque debo terminar mi canción –explico angustiado.

Anica dio una pequeña sonrisa tomando en cuenta el comentario del Padre Valentino sin duda era un niño inteligente y con una carisma mágica. –No te preocupes, vendrá mañana para ayudarte a terminar tu canción –dijo tomando su mano. –Sé que va a ser una gran canción eso no cabe duda –guiándolo a un pasillo con luces tenues.

Al caminar al pasillo las paredes de color amarillo crema como un helado de vainilla y sus molduras a bajo de la mitad de la pared. El suelo alfombrado con un color aterciopelado rojo. Un rojo como el color del amor y la sangre lo cual representaba el recinto de este lugar. Una mansión de grandes lujos que al parecer pertenecía a un conde con su condesa a su lado. Al caminar a esos pasillos encontrabas habitaciones con números en cada puerta. Llegaron a unas gradas hacia arriba donde se encontraba a una puerta cerca de una terraza con vista de la ciudad.

Anica abrió la puerta y se encontraba sus pertenencias en la sala de los sillones rojos casi iguales a los de abajo. El suelo no perdía su gran alfombra y con un estilo elegante imperial con sus gran candelabros y luces tenues. Llevo a Theo a una gran habitación donde estaban otros tres niños más de diferentes edades. Sus miradas bondadosas y manos amistosas recibían al pequeño con su mochilita.

-Bueno él es Theo y ahora adelante se quedara con nosotros –explico Anica presentándolo a sus otros niños. –Espero que lo reciban con las manos abiertas y guiarlo en cualquier duda que tenga –señalo acomodando su cama para el pequeño.

-Theo aquí está tu cama y un armario para que coloques tus pertenencias –índico abriendo el armario de roble en tonos claros. –Debes estar cansado si quieres acomódate –sugirió acariciándole la cabeza con sus cabellos castaños.

Theo miro la cama con sus sábanas blancas, limpias y olor a lavanda. Acaricio la cama sintiendo la textura de la cobija que lo arroparía en sus noches frías y oscuras. La luz de la tarde penetraba en la ventana y el aire entraba diciendo susurros. Se sentó y sintió la comodidad con una nostalgia y felicidad. Abrió el armario y guardo sus pertenencias en orden en cada gaveta.

-Espero que te sientas cómodo y cualquier duda le preguntas a Nicolás –indicando y en sus manos puestos en sus hombros sobre él. Nicolás sonrió y saludando con su mano. Llevaba puesto una boina de color café y un suéter blanco crema. Cabello oscuro castaño y en su rostro se notaba unas cuantas constelaciones de pecas.

-Voy ir a ver las niñas, como están –índico la señorita Anica abriendo la puerta. –Recuerden que a las seis se sirve la cena, no olviden bajar –advirtió y retirándose a la vez cerrando la puerta.        

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