Capitulo XIII : Tomás

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—Escuchaste eso — preocupada Minerva.

Ambos se vieron al escuchar unos pasos en el bosque. Pasos de gran profundidad y severidad amortiguaba el ruido de los pájaros cantar. —¿Serán los guardianes? — pregunto Theo alarmado.

—Ojala —consolada. —Solo esperemos que no sea los de la rebelión —nerviosa escondiendo su collar de flecha de oro. 

—Mientras tanto finjamos que somos campesinos recolectando fresas — sugirió Minerva tomando su canasta y recolectando. Theo hizo lo mismo que ella y la ayudo. 

Los pasos del misterio se acercan asechando la tranquilidad de cada uno de los dos enamorados hasta que miro la figura al que amaba tanto.

—¡Minerva! —grito emocionado acercándose.

Dio la vuelta y lo miro con extrañeza como si nunca lo hubiera visto pero al ver sus ojos verdes de pronto dijo —Tomas... ¿Eres tu? — extrañada por lo desordenado que se presentaba. Acercándose como una ninfa seduciéndolo con su embrujo de belleza.

—Si soy yo, Minerva —acercándose y tomándola de los brazos. Ella lo miraba tocando su rostro con tanta calidez. —No puedo creer que seas tu — susurro al verlo.

Theo lo miraba con cierto recelo y desconfianza. Al ver sus ojos verdes con mirada de maldad como una serpiente envenenada. Sus cabellos largos obscuros y su altura alta. Sus ropas obscuras y ser místico. Algo noto en el tenia el mismo collar de flecha con punta de oro. —Te presentó a Theo, amigo de la casa hogar — indico Minerva a Tomás presentándolos a ambos. —Tomás, mucho gusto — cortés saludo con un apretón de manos. 

—¿Como me encontrasteis? — curiosa Minerva.

—Las golondrinas —señaló Tomás tomando una colocándola en su hombro. —Además mire a los guardianes Valentinos cerca de aquí — alarmado Tomás.

—Estaban cerca de aquí hace unas horas —indico Theo alarmado.

—Si, están buscando al prófugo guarda flechas —dijo Tomas sacando una flecha de punta de oro.

—¿Donde la conseguiste? — sorprendida Minerva.

—Al presentarme a los Valentinos me la obsequiaron como símbolo de guardián — demostró Tomás subiendo a su corcel obscuro.

—¿Eres un guardián? —asombrado y curioso Theo.

—Algo asi... — asintió el con cierta duda. —Ya me tengo que ir pero quisiera verte — tomando la mano de Minerva y besándola.

—Si nos vemos esta noche — sugirió ella como toda una romántica.  

—De acuerdo, cuando salgan las estrellas —sonrió acariciando su cabello. —Miremonos aquí mismo — sugirió el.

—Te espero — respondió Minerva despidiéndose. 

—Te espero — respondió mirándola y avanzando en su curso. 

Theo y Minerva caminaron hacia el centro del pueblo alejándose de las coníferas del bosque. Ambos caminaron sin decir nada solo viendo al camino. Los guardianes se encontrándose en el centro hablando con el Padre Valentino.
Minerva sospecho si ya habían capturado al famoso guarda flechas prófugo.  Nadie sabía quien era ese solo tres personas Adam, la Srta. Anica y Theo. Solo ellos compartían el dolor de la Srta. Anica mientras el Padre Valentino debía ser persistente ante ese gran dolor.

Ambos entraron a la casa como dos extraños y nadie noto ese comportamiento. Sussie recibió a Theo con un abrazo y contándole los preparativos de mañana para su cumpleaños. La Srta. Anica le pidió a Minerva a que fuese atender la recepción hasta el turno de Marco.
Ella solo asintió con la cabeza y se retiró y Theo noto su desplazamiento.

No dejo en pensar en ella todo ese gran lapso hasta a que fueran las nueve de la noche. La hora en que termina su turno en la recepción del restaurante del hotel. Theo en el escenario del restaurante cantaba mientras Adam tocaba el piano.
Sus voces y canciones reflejaban el dolor y el encuentro de celos con Tomas, el guardián.

¿Quien habrá sido el? ¿Como ha llegado a su corazón? ¿Donde lo conoció? Estas preguntas rondaban en la mente de Theo en solo verla con su vestido negro de encaje y su moño medio bajo en toque elegante. La manera en como atendía la recepción del hotel y supervisando a los meseros. 
La miro con sus ojos desdichados viendo al reloj con ansiedad. Theo disimulaba en verla mientras cantaba junto al escenario y Adam noto ese comportamiento en el. Susie en una de las mesas miraba como cantaba su amado Theo, pero el ojos en Minerva.

La hora ha llegado la aguja apunta a las nueve fin del turno de la mística Minerva. Mientras Theo y Adam saludaban a unas fanáticas jóvenes volteo la mirada y vio que Minerva no estaba.
—Ya es hora — susurro Theo sin que nadie escuchara. —Permiso, ya
vuelvo — pidió permiso y retirándose de la admiración de las jóvenes.

Adam noto ese comportamiento algo muy raro de Theo, el nunca se retira de esa manera. Y mas aun cuando hay jóvenes de su edad pero esa joven hermosa y misteriosa lo había capturado. 
Camino hasta su recamara y toco la puerta ocultando su preocupación.

—Theo— menciono sorprendida —¿Que haces aquí? No deberías estar en el escenario — añadió y cuestionó.

—¿Puedo pasar? — pregunto con cortesía  

—Si claro pasa — indico viendo a todos lados.

—¿Que necesitas? —pregunto colocándose sus pendientes —Sabes que tengo que irme dentro de unos minutos —recordándole.

—Lo se y por ello no me agrada que vayas con el —levantándose de su asiento y acercándole.

—Theo, no soy una niña se cuidarme —señalo. —Además te llevo tres años mas —señalo.

—Lo se Minerva —acepto —La cosa es que tengas mucho cuidado, no quiero imaginarme lo que te podría pasar — preocupado señalo Theo mostrando su debilidad. —La cosa es porque siento que te... — corto hasta sentir un traba en su lengua. Como si el aliento se le iba.

—Porque tu que... — señalo Minerva acercándose a el con sus ojos místicos.

—Porque Te amo, Minerva —acercandose y tomándola de la cintura. 

Minerva se sorprendió al escuchar esas palabras, al que jamas había escuchado. Su sinceridad y en la manera en como la veía, es como todas las mujeres quieren ser vistas. Sus labios temblaban por la emoción del encuentro. Todo paso en cuestión de segundos y memorias.

Minerva se dejo llevar por la emoción del romance provocado por las impacientes palabras del noble Theo. Ella adjunto sus brazos a su cuello recibiendo el completo cariño de su desdichado.  —Nunca te enamores — piensa Minerva al ser besada.

   

 

  

       

  

 

       

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