—Matías, que gusto volverte a ver — saluda aquella mujer con su velo blanco.
—Duquesa, no esperaba verla aquí — asutado cierra la puerta y sale afuera a recibirla.
—Quisiera pasar para ver con claridad si has cumplido con mi petición — ordena sonriente.
—Seguro — suspira y abre la puerta.
Ella entra como toda una duquesa cubierta de joyas de plata y oro. Cubre su rostro con su velo en encaje. Solo los de sangre noble podrían ver su rostro, sin embargo nadie podría presenciar de su bella identidad. Pasa por el comedor y ve en aquel cuarto con la puerta abierta a su apreciada presa.
Se dirige a ella quien esta gozando de un sueño pleno. La ve con desprecio y envidia ante la belleza que le ha robado su gran tesoro. Matías detrás de ella contempla su silencioso sueño y espera ante una orden de ella.
—¡¿Es ella?!— señala impresionada luego torna su sonrisa displicente.
—Ella misma señora, la señorita Minerva Magallanes —menciona.
—Es muy hermosa — la contempla al ver ese rostro que le ha robado el amor de su amado.
—Los ojos que no dejan morir a nadie — comenta aturdido ante su belleza.
—Los ojos que no dejan morir a nadie —repite sin perder la vista.
—Despiertala quisiera verla —ordena con curiosidad.
—Pero señora se...— excusa.
—Te he dicho que la...¡Despiertes! —ordena alzando la voz.
—Cómo usted diga, duquesa —obedece y se acerca donde la joven.
La despierta con su mano cálida con ternura. Le susurra despiertos en su oido y ella alza la mirada confundida. —¿Que hora es?—adormecida contesta.
—Son las ocho — contesta y acaricia su cabello.
Minerva abre los ojos por un instante. Llorosos por el sueño que sufría por altas horas de insomnio. Al abrirlos muestra aquellos ojos hermosos llenos luminosidad. Ese iris color azul como los mares de las costas bálticas. En ese instante la Duquesa pudo comprobar la leyenda de los ojos que no dejan morir a nadie. Solo al verlos uno navega en aquel océano de ánima escondida.
—Esa infeliz — susurra la Duquesa.
Minerva vuelve a caer en el sueño y Matías le da un beso en su frente. —Te despertare cuando sea hora — susurra y acaricia su mejilla rosacea.
Ambos se retiran del dormitorio dejando a la joven en su sueño. Al que le indica su brújula de recuerdos.—Vamos al jardín — indica Matías.
Ambos caminan al patio donde se encuentra en el centro de la pequeña casa. La duquesa toma asiento y ve las fresas que adornan el arbusto. Al verlas se le desata un recuerdo sobre su pleno engaño. Las ve pero recuerda su captioso plan y vuelve a sonreír de satisfacción.
—Veo que has cultivado fresas — indica la Duquesa.
—Si, fue idea de Minerva — sonríe mientras sirve el té.
La duquesa desaciada voltea los ojos al escuchar esa mención. Algo le ha erizado la piel y sus sospechas cada vez se multiplican. Toma su té y ve como las rosas tintan el agua.
—Veo que ha marcado mucha influencia aquí — sádica bebe su té.
—Si ha sido como una luz a nuestras vidas — confiesa Matías.
—No será solo a ti — contesta con su mirada amarga.
Matías queda en silencio ante la demarcación de su Duquesa de corazones. Queda ido y toma su té para cubrir sus palabras.
—Veo que te estas encariñando con ella — observa con sospecha.
—Duquesa...— corta.
—No se diga nada mas — interrumpe y se levanta a ver mejor el panorama. Se acerca al arbusto de fresas y toma uno. La come y disfruta su jugoso sabor a placer. En sus ojos se difama el momento de lujuria de Minerva con su amado.
—Ya se porque tu enamoramiento con Minerva — idealiza.
—¿Porque Duquesa?— ilusionado pregunta.
—Sus ojos — responde.
—¿Sus ojos, Duquesa? — cuestiona.
—Si Matías, los ojos que no dejan morir a nadie — explica pensativa. Una parte de ella se le ha iluminado. Y su idea se abruma en humo de las cenizas que dejaron el fuego.
—Antes que se me olvide — busca en su bolsillo un sobre con un sello real. —Ten — se lo entrega.
—¿Que es esto?— impresionado.
—Tu pago — atonita.
Matías abre el sobre y ve el apogeo de monedas doradas y billetes. Su ambición le dice que lo tome pero su razón le dice que ya ha hecho suficiente daño.
—Son diez mil Branes tal y como acordamos — explica insatisfecha por la expresión de Matías.
—No es eso — suspira.
—Entonces cual es el problema — pregunta ocultando su molestia.
—Duquesa con todo respeto no lo puedo aceptar— devuelve el sobre.
La Duquesa al ver ese gesto tan iracundo se ve obligada a recargar su furia. Impactada mira como rechaza todos sus servicios y responde —¿Acaso es la cantidad?—
—No su Duquesa — contesta.
—Entonces dime que es — se alza de voz y cólera.—Simplemente no lo aceptaré por todo el daño que he hecho —baja la mirada.
La Duquesa ve como aquel ciervo se avergüenza de su mayor delito. Concluye con una risa de ironía y ve como tan ingenua puede ser las personas.
—Matías...Matías...Matías...—rie con ironía. —Creí que eras mas inteligente — comenta.
Matías la ve como se alza en ironía y al mismo burlona ante sus palabras. Queda en silencio porque sabe que no hay otra víbora mas que ella.
—Te has enamorado de ella y lo peor es que piensas que te puede amar — burlona.
Matías se congela ante el descubrimiento de sus verdaderos sentimientos ante la hermosa Minerva. La Duquesa nota su mirada y disfruta de su ironía cómica.
—Crees que te puede amar después de lo que le has hecho — ríe.
—¿A que se refiere?— enfadado alza la mirada.
—Ay Matías no te acuerdas — burlona se seca las lágrimas de risa. Mostrando un poco su rostro.
—En realidad no — confundido observa a la Duquesa.
—Las flechas del olvido que te di para su secuestro— explica la Duquesa.
Matías recuerda esas flechas con punta de plomo que utilizó en Minerva. Como poco a poco caía del dolor incrustado en su brazo.
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Ciego
FantasyUna ciudad consumida por la bendición más grande de los mitos. Consumida por la avaricia y la codicia de tener su poder así olvidar el dolor que sufren. Una historia que rodea a lo que conlleva ese poder, el poder de amar por el peligro que conlleva...