Capítulo XLVI: Niebla

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— Esto es tan extraño — dice Minerva soportando un dolor de cabeza.

— ¿Qué es extraño? — curiosa Primrose.

— Todo estos sentimentalismos — responde confundida.

— No lo logró comprender — 

— Ni yo, Primrose — sonríe.

Primrose nota la confusión dentro de Minerva. Pobre niña a sufrido un colapso mental por varios meses y ahora despierta.
Esto suena muy extraño para Primrose ya que han pasado seis meses desde el incendio del Ministerio Real Valentino. Ahora que despertará le confunde un poco pero no tiene ninguna herida en la cabeza, que explique su falta de memoria.

— Sabes que hago para recordar todo mis pensamientos y recuerdos —

— dibujas —

— Si pero además de eso escribo— sonriente responde entregandole una libreta.

— Siento que tu tienes el poder en la palabra como yo con las imágenes — entregando su pluma fuente. Minerva lo toma y algo en ella emerge.

— Escribe y verás que todos tus sentidos vuelven a surgir —  susurra en su oído y le da un beso en la mejia.

Primrose se retira de su habitación y se dirige hacia el patio donde tiene su pequeño huerto. Donde empieza a recolectar las verduras para el almuerzo. Un caldo de pollo era lo que les esperaba.

Minerva ve su libreta con su pluma a mano. No sabe que escribir o como comenzar una oración. Tiene miles de pensamientos en la cabeza y no sabe como difundirlo al papel. Da un respiro profundo y comienza a escribir a lo primero que se le viene a mente.

Después de despertar de mi gran largo sueño profundo. Tuve un mínimo recuerdo de mi pasado. No es que estoy en otra dimensión, pero cuando volví a recordar. Llegue a tener la sensación que este es mi hogar.

Este podría ser el lugar de mi origen donde mi madre se refugio. Mi madre, Viviana Kalina Craig. Como me hubiera haberla conocido. Aún conservo su rostro en mi mente cuando agonizaba de dolor por aquella flecha que le lancé.

No era mi intención herirla y dejarla sin vida. Sólo que no sabía que existía aún hasta ese entonces. Fui entrenada para proteger a los deshusiados de los guardianes, a quienes no se han molestado por mi.

— ¡Ya no puedo más!— grita Minerva. Tira todo lo que está sobre del escritorio con toda su fuerza e ira. Se lanza a llorar con todo el sufrimiento recargado en ella.

— ¡Todo es mi culpa!—  solloza a gritos.

Se tira a la cama a llorar como una pequeña caprichosa. No era un sentimento de fastidiosa sino de un dolor casi inolvidable. Su madre la que no conoció y a la cual la abandonó. Y por obra del destino volvió a encontrarla pero está vez sin vida. Una muerte provocada por la misma  flecha lanzada como obra de justicia.

— ¿Pero qué justicia? — desconsolada se emite en sollozos.

— Soy una bestia o un monstruo — cubre su rostro con sus dos manos.

Entre tantas lágrimas que brotaron en sus mejillas rosaceas vuelve a tomar la pluma. Recuerda que olvidó su collar de Nenufar en la habitación de Primrose. El mismo que le regalo Theo ante de su partida con Tomás.

Lo había dejado allí cuando Primrose lo encontró entre los bolsos de su vestido. Al cual estuvo lavando la tarde anterior. Le indicó que lo dejo en su recámara en la mesa de noche.  Tuvo el milagro que no se diera cuenta de su gran poder.

Abrió la puerta cautelosamente sin provocar ningún ruido posible. Al entrar a aquella habitación poco alumbrada entre sus paredes de adobe. Ve su cuarto como de otra manera. Ya no era un simple cuarto, en cambio una colección de recuerdos.

— ¿Theo? — extrañada al ver los retratos pegados en su pared.

Se queda ida al ver todos esos dibujos que cubrían toda la pared. Tanto tiempo que estuvo aquí reconoció aquel rostro de mirada profunda. Con sus manos cálidas crea un tacto en el. Recordando su rostro y sus ojos profundos con una elegancia inconfundible.

— ¿Cómo Primrose conoce a Theo? — se preguntaba.

— Entre esas ventanas, ya no puedo más — susurra apoyando la cabeza en ella.

Alza la mirada con una furia y trata de salir por la ventana en lo cual logra salir. Camina con una esencia natural sin que nadie note su precipaz. Entre sus faldas camina como toda una mujer y todos le dirigen la mirada. A punto de salir de la aldea llega a la cueva donde es su entrada a Theo.

— Voy por ti — suspira.

Toma su corazón valiente y vuelve a resurgir con su paso. Solo su voz la hace llegar a sus brazos y extraña esos dias primaverales con el. Aquellos romances que parecían no acabar. Theo fue el único que ha tomado su corazón frío sin melodía.

— Hermosa, a donde vas — alguien la toma del brazo.

— Matías — menciona al voltear la mirada.

— Recuerda lo que dijo Primrose no debe saber que ya no tienes amnesia — pensativa se dice así misma.

— ¿A donde te dirigias?— cuestiona.

— Me dirigía...— nerviosa — donde Pedro —  menciona al verlo sentado cerca de la entrada.

— ¿A Pedro? — extrañado. — ¿Porque? — cuestiona.

— Si es que.. quedó en invitarme a una cita — explica con una sonrisa.

— ¿Una cita? — cuestiona y ardiendo en celos. Pedro sabía muy bien a que sus ojos destinan a la hermosa Minerva.

— Si...—  atónita responde.

— Increíble — voltea los ojos.

— ¿Qué te ocurre? — pregunta y se acerca a el acechando con sus ojos.

— No es nada...—  suspira y dirige una mirada de odio a Pedro.

— Acaso no quieres que vaya — sonriente acaricia su rostro.

— Bueno no... — da un largo suspiro volteando a ver a esos ojos misteriosos.

— ¿Porque? — susurra en su oído como una víbora en su cuello.

— No lo resistiria — baja la mirada.

— ¿Qué es lo que no resistirias? — susurra una vez y acaricia su cabello lacio castaño.

— Verte con otro — confiesa y la ve su mirada seductora.

— Entonces no me dejes ir — susurra y finaliza con un beso.

Ambos se dirigen a su casa con las manos entrelazadas como si fueran dos enamorados. Ahora el dulce engaño comienza.

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