Capitulo IX : Pregunta

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-Adam —llamo Theo pensativo en su cama.

-Si, Theo —respondió soñoliento.

-¿Porque Nicolás habrá renunciado de su puesto? —curioso. 

-Ni idea —respondió Adam.

-¿Porque lo habrá hecho? —indignado y preguntándose. —La verdad creo que es un gran honor servir a los guarda flechas —idealizo ilusionado.

-Si debe ser un gran honor servir al consejo pero tiene sus riesgos —explico tratando de terminar la conversación. Sus ojos caían a la pesadez de la noche y los arrullos de los fríos.

-La rebelión —menciono algo fascinado. 

-Exactamente —respondió Adam con voz de sueño.

-¿Como serán ellos? —preguntándose. Sus manos atrás de su cabeza en un estado pensativo se expandía de curiosidad.

-Theo, ya es hora de dormir —menciono Adam soñoliento y tapando su rostro con su almohada.

-Vale, buenas noches —silencio.

-Buenas noches, que descanses —responde tomando un sueño profundo.

Theo con sus manos sobre su cabeza hacia atrás pensaba en Nicolás y su decisión al querer huir de todo. El hechizo de las flechas a lo que cautiva a todos aquí. Esa leyenda el que todos cuentan en cada esquina de un corazón.  

A la mañana siguiente las tareas laborales persisten. Ir al instituto, terminar tareas, cubrir asuntos en el hotel y tocar en la banda. Asi es la rutina de estos dos seres huérfanos. Ellos sabían que la vida consiste en responsabilidades y su madre Anica siempre los guía al camino de la vida.

Theo limpiaba los platos después de una cena, es su turno de atender la cocina en el hogar. Mientras lava se pregunta muchas cosas. Sus dudas son acercas de las flechas de Cupido destinadas a Braneghin.

¿Como habrán llegado aquí? ¿Donde es el arsenal de ellas? ¿Quien tiene el máximo control? ¿Como sera su proceso? Apuntaba cada una de estas preguntas en su mente. Trata de responder en unas por medio de hipótesis, pero debía investigar.

-Theo... — llamo la Srta. Anica.

Theo seguía concentrado en sus pensamientos, no me percata su exterior solo su mente al pasar a cada plato. Su mente dibujaba ilustraciones de la posible rebeldes de las flechas. Preguntándose, como seria su aspecto. Se imagina a alguien en vuelos obscuros como las plumas de un cuervo.

-Theo... ¿Te encuentras bien? — llamo una vez mas y preocupándose. 

Theo reacciono unos minutos después al sentir su tacto en su hombro. Volteo la mirada a unos grados y sonrió. —Me encuentro bien —excuso. —Solo es que tengo unos cuantos pensamientos —explico con una voz algo temblorosa. 

La Srta. Anica al escuchar la respuesta de Theo, su cara cambio a angustia. La inevitable angustia de su hijo fugado hace dos días, Nicolás. Al quien rezaba y pensaba en su vida la mayoría del reloj.   —Extrañas a Nicolás —atónita pensando en su recuerdo.

-Claro que si, fue como un hermano para mi —explico cerrando la válvula de la llave.

-Su presencia aquí hace falta —confeso apoyándose en la barra de la cocina.

-Y su carisma y bondad —agrego el recordando el primer día que llego aquí.

La señorita Anica asintió la cabeza reservándose las palabras del Padre Valentino. La carta de su muerte esperaba afueras de la puerta, cada vez que recogía el tarro de leche y el periódico local. Su cabeza y mente la atormentaba. —Como quisiera dejar de pensar —divagó.

Theo concentrado en sus pensamientos sobre el puesto de guarda flechas. El deber que renuncio y huyo Nicolás, antes de irse de aquí para siempre. Sin pensarlo dos veces pregunto —¿Porque habría renunciado el puesto de guarda flechas? —su voz irónica y curiosa.  

La Srta. Anica volteo con un signo de alarma sorprendida. La sorpresa que le dio Theo acerca de su pregunta. Lo cual se vio obligada a preguntar sin discreción.

-¿Quien te dijo eso? —acercándose al joven de camisas blancas.

Sus ojos se estremecieron con temblor y queriendo reservar su silencio. Preguntándose porque a ver sido tan indiscreto. —Vamos Theo, quien te lo dijo —obligándolo a hablar. Theo asustado a ver visto ese comportamiento jamas percibido por departe de ella. A esa mujer hermosa con una torre construida en su ser se vio deshacer por completo. Sus muros se marchitaban por la mayor debilidad, el amor.

-El mismo Nicolás nos contó, antes de irse —confesando con nervios en sus manos y voz.

-Tu y quien mas —insistió debilitada por saber alzando su angustia.

-Adam —menciono.

Ella callo con preocupación pensando en todo lo que sucedería. El deseo, la traición y el poder se desataban en sus labios acerca del futuro. Estas flechas no son una bendición ni una maldición, en cambio una maldición bendecida.    

-¿Alguien mas lo sabe? — alarmada pensando en las consecuencias.

-No, solo Adam y yo —explico honesto.

Coloco sus dedos entre sus dientes mordisqueando sus elegantes uñas. Sus nervios y angustias dominan todo su ser benévolo de tormentas. Susurrando entre dientes dando vueltas en la cocina. Sus susurros inextensibles al oído mencionaba al aire. Theo pensaba que estaba susurrando palabras en lenguaje muerto. 

Mientras ella temblaba del miedo y dolor noto algo muy extraño en sus manos. Algo que no había notado  hace ocho años de haber estado aquí. En sus manos que siempre están enguantados noto la insignia real de las flechas.

Esta vez sin sus guantes blancos románticos de encaje dio a conocer su secreto. El tatuaje de la insignia de las flechas. La insignia en lo cual solo del tribunal de honor, los Valentinos y los guarda flechas poseen. Solo que el de ella solo esta una flecha en cuarenta y cinco grados. — ¿Sera que hay diferentes rangos? —preguntándose a si mismo.

-Prometeme algo Theo —volteando a ver con una lluvia de rocío en sus mejillas. 

-Lo que sea, madre —asintió con cariño en su voz. Ella sonrió con ligereza pero el dolor en su pecho persistía. 

-Prometeme que no le dirás a nadie o nadie sobre lo de Nicolás —condiciono señalando en sus manos juntas rogando. —Pero a nadie, por favor. Te lo ruego —rogando con su voz tartamuda.

-Lo prometo, Srta. Anica —respondió.

Luego ella se retiro en busca de Adam a rogar a mantener el secreto de la protección de su destino eterno y castigo.    

  

       




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