Capítulo LII : Domingo

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Todos están en misa hasta la poderosa Annalina. Un domingo dieciocho de Marzo fue asesinada la bella Minerva. Mientras la Annalina estaba en misa planeaba su asesinato. Tan cruel y tan austera que con esas mejillas rosaceas nadie sospecha de su pulcritud. Todos la tomaban como el ángel inocente de Braneghin. Tan linda y hermosa sin nada que desear del mal. Sus ojos angelicales adormecidos miraban el altar para despejar su pecado.

-Quiero que vayamos a ver al Padre Valentino después - susurra Tomás.

-¿Porque? - cuestiona alarmada.

-Quiero que nos de nuestra bendición - susurra y coloca su mano sobre su vientre.

Annalina sólo sonríe y vuelve a enfocarse en ambas cosas, su plan y en la misa. Ambos retornan al presente olvidando el pasado todos menos ella. No bastaba tres meses de embarazo para calmar su furia sino la ha resurgido aún más. Su madre le ha dicho que deje todo atrás pero ella insiste que falta una cosa más.

Esa última cosa que estaba en la lista era el asesinato de Minerva Magallanes, la mujer de los ojos que no dejan morir a nadie. La que ha hechizado su esposo a las tinieblas de aquel infierno que quema sus pies.
Su único propósito es acabar con ella costa a costa, ya que no sólo ha cautivado a Tomás sino a su amante Matías.

-Me esperas, iré al tocador a arreglarme el cabello - excusa antes de irse con el Padre.

-No es necesario, te ves hermosa - dice Tomás con sinceridad.

-Eso no bastó para que te alejaras de mi - contesta y dejándolo sin ninguna palabra.

Tomás se quedó en cautelo ante las palabras de su esposa. Quien sospecha de varias cosas y da un respiro profundo. Lo primero que se le vino en la mente fue la belleza escondida de Minerva Magallanes. La única mujer a quien amo a pesar de su gran diferencia de edad.

Annalina al entrar al baño da un respiro y alza su mirada al espejo. Todas sus inseguridades se ven reflejadas allí. Callado su furia en la cólera de su venganza. Como último instante abre su bolso y encuentra una flecha con punta de plomo. La ve con ojos de poder y venganza. Su dulce sonrisa de satisfacción sacude los ecos del tocador.

-Sólo un flechazo y tu amor por ella muere - sonreí.

Adentro de la flecha vierte un líquido negro lleno de odio y sufragio al ver el dolor de aquella herida. Una herida que es incurable ante los engaños de aquel amor muerto. Sus ojos se han desavanecido ante aquellos ojos de locura e eternidad. Su mano a alcanzado el tacto de su amor pero está vez ya no volvera a ser la misma.

- ¿A donde estabas? - pregunta Tomás preocupado.

- Estaba en el tocador arreglandome, pero ya volví - dice con inocencia.

Tomás acaricia su rostro y le sonreí como todo un enamorado. Desde aquella vez que la vio en el jardín botánico de la señora Beatriz. Desde ese instante a sido hechizado por su belleza.

- Tienes unos ojos, como los del cielo - pronuncia.

Annalina responde con una sonrisa ante esa mirada suya. No comprende porque ahora lo ama si siempre esta Minerva en medio.

- Prometeme que nunca me dejaras - agrega sonriente.

- Jamás en la vida mi amado- contesta escondiendo la flecha.

El resto de la tarde estuvo pensando en como sucedió todo esa atrocidad. Tranquila tomando su té sin estresarse de nada. Ante sus ojos vivió aquel sonido de desesperación y amor.

Las horas oscuras han transcurrido hasta que llegó el momento de la llamada de Perdomo.

- ¿Lo hiciste verdad? - sorprendida pregunta Perdomo.

- Esta misma tarde - responde con neutralidad.

- Sabes que pronto las cartas se partirán a la mesa, no - advierte.

- ¿Porque lo dices? -

- Las escrituras de Minerva Magallanes ya están en el Ministerio - susurra.

- Escrituras sobre que - incrédula.

- Son más de estudios científicos pero hay algunos sobre asuntos personales - explica alarmada.

- Perdomo de que te preocupas de seguro tratan sobre asuntos románticos con Tomás - lanza una burla.

- ¿Tu crees? - insegura.

- Claro. Recuerda que sólo era una joven de diecinueve años - voltea los ojos.

- Cierto - concluye Perdomo pero no muy convencida- Debo colgar- añade.

- Esta bien -

Annalina observa la ventana al ver a su esposo llegar a la casa con su potro. Ella más que encantada admira a aquel galante caballero. Esconde la flecha con cual asesino a Minerva Magallanes. Ya lo había limpiado de su sangre derramada en aquella flecha con punta de plomo.

El amor que ha perdido lo había recuperado pero no del todo, porque una cuarta parte de su corazón le pertenecía a aquella dama. La bella Minerva Magallanes la de los ojos que no dejan morir a nadie.

Ella contempla la escena de su crimen en la manera de como ese brutal asesinato ha concebido. Después de ir a la misa había recibido una llamada de Matías diciéndole que no podía ya que su amor por ella es vigente. Así que ha decidido escapar con ella por su protección.

Al terminar la misa se excusó con Tomás diciéndole que iría a ver a su amiga Kimberly Marren, a quien le debía dar la invitación a su fiesta de primavera. Camina hasta el bosque mintiendo que su amiga estaría allí. En eso vio la mirada de Minerva Magallanes, quien estaba en la laguna limpiandose la cara por unas lágrimas.

Ni las lágrimas que brotaban en sus mejillas rosaceas habían estremecido a la duquesa. La vio en sus días de de sufrimiento y con mayor razón penso que ese llanto era por Tomás. Ya que lo había visto más cercano a ella. Minerva volteó al ver a aquella sombra que se reflejaba en el agua.

Dio la vuelta y se sorprendió de alegría al ver a Annalina pero al ver a aquella flecha en sus manos todo lo cambio. Se tapaba con llanto y rogando de su piedad. La duquesa ignoro todos sus reclamos y llantos a pesar de sus rogos, ella siguió con su plan. Tomó la flecha que estaba en su bolsillo y lo clavó en su corazón.

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