Capitulo XXIV : Annalina

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Los dias corren y las estaciones tambien. No hay fuerza humana a que lo vare como el amor hacia una persona. No hay nada que lo debilite o que sea extinto. Siempre habrá amor como siempre habrá dolor.

La mujer sentada todas las tardes en su ventana a vista a la calle. Espera a su fiel esposo a que llegue de sus labores. Quien reside a las afueras de Braneghin, como medida de protección. A las afueras donde se encuentran los suburbios.

Quien durante la ausencia de su esposo canta todas las mañanas bajo la luz del amanecer. Toma sus manos y los alza al cielo siendo inalcanzable, como una estrella. Quien todavía vivia en la casa de sus padres junto a su esposo. Una dama apegada a las costumbres de ser la perfecta dama y no ser la gran mujer.

Muchos dicen la razón por la infidelidad de su esposo, pero quien era el infeliz es el caballero nocturno. Quien solo se ocupaba en lo mas importante, en su austero trabajo. Tal y como lo describe ella cada vez que su pelea es remarcable. Todos son los ojos de una sola persona. A quien es su gran admiración se reparte por todos.

Annalina hija de padres de clase media quienes viven en lujos moderados. No como los Marren, quienes derrochan el dinero en fiestas lujosas. Una bella dama romántica, inocente, ingenua y carismática; que creia en color rosa. La vida en rosa se cumple con ella con sus prendas romances de vuelos y encajes. Telas vaporosas imitando a ser la princesa de su propio reino.

-Annalina, teléfono del Señor Tomás - llama el mayordomo.

-Ya bajo - emocionada corre como una hada enamorada. Toma el teléfono y saluda a su amado por quién fragua de rocío.

-Vendrás esta noche - con una luz en su cara.

-Tratare en ir, pero no te prometo nada. Estaré con los guardianes cumpliendo una misión - explica excusandose.

-Bueno esta bien, llámame en la mañana quiero saber como te habrá ido - desconcertada baja el tono de voz.

-Te llamaré, te lo prometo - responde.

-Cuidate, te amo - mostrando una sonrisita.

-También te amo -responde y finaliza la llamada.

Annalina cuelga el teléfono y se dirige a su recámara blanca con sabanas de lino. Tan suave como la porcelana en una muñeca. -¿Quien era? - pregunta su madre.

-Era Tomás - menciona mientras se cepilla su cabellera larga.

-¿Que te dijo?- curiosa pregunta.

-Me dijo que no podrá venir a cenar hasta que cumpla su misión - explica sin perder la fé.

-Ya veo -baja la mirada y asimilando sospechas. -Con tu padre pensabamos cenar al hotel Verminevi. - animandola.

-El que esta en cerca de la plaza - dudosa de su ubicación.

-Si ese mismo -acerta. -Ve a arreglarte, es uno de los hoteles mas prestigiosos en todo el pueblo - ordena y se retira.

La noche cae mas arriba del horizonte. Todo niebla a su gran esplendor y la luna en su punto mas apreciable. Las horas en su fase han llegado a marcar a las doce. Como un reloj mengua marcando las horas de su propio tiempo.
Los Sellers llegan en su auto clásico cobalto. Fingiendo los grandes lujos a sus buenos amigos los Marren. La família mas poderosa y herederos de muchas prioridades de aquí.

Annalina se baja del coche con vestido de corte recto y de tela satinada. Su piel blanca y mejillas rosaceas con un moño en alto. Bella por su belleza adormecida y una de las figuras mas clásicas por la sociedad. Al entrar con sus padres toman asiento para apreciar el espectáculo.

Al sentarse ve a su lado a la rebelde Kimberly Marren. Sentada hablando de asuntos de política, que a Annalina no era mucho de su agrado. Las dos familias sentadas en la misma mesa. Un acto que debia ser presenciado. Cada vez la cizaña se consume en ambas regiones.

-Cuentame y que tal el matrimonio de Annalina - pregunta la Sra. Marren mientras fuma un cigarrillo.

-Todo bien, gracias - contesta la Sra. Sellers tratando de mantenerse firme.

-Hace mucho tiempo que no he visto a Tomás - extrañada pregunta.

-Esta en sus labores como guardián - responde una vez más.

-Cierto, me han contado que hay una gran pacifidad estos días -tratando de fastidiar.

-Últimamente han habido varios de la rebelión atacando -informa.

Mientras las grandes señoras discuten, Annalina solo piensa en la unica persona que deberia pensar. Y esa obsesión se encuentra a unos pocos kilómetros de aqui. De pronto ve que su amiga de casi la vida se le acerca.

-Veo que tu vida amorosa es el tema siempre en esta mesa - dice encendiendo un cigarrillo. -¿Fumas?- ofrece uno.

-No gracias, no es correcto de una dama - responde.

-Y para ti que es lo correcto para una dama - pregunta burlesca.

-Comportarse apropiadamente, verse elegante siempre y no comentar como en asuntos políticos - responde tratando de instruirla.

Kimberly se empieza a reir con mucha gracia que casi escupe el vino de su boca. Fuma un poco mas para poder llegar en intemperie.

-Soy yo o acababas de describir a una muñeca de porcelana - dice aún riéndose.

Annalina callada sin decir nada solo da una ligera sonrisa y se va de su destino. Camina hacia a donde la recepción preguntando donde están los jardines. La joven Minerva le da la direccion y se retira. Sin decir nada sigue caminando a los jardines. Ve las rosas blancas las mismas que le regaló su esposo cuando la conoció.

Tomo una y sintió su olor fraguar en su nariz. La miro y le trajo miles de recuerdos de su adolescencia. La vez que lo conoció cuando llego a su casa. Su noviazgo quien sus padres aprobaban por la nobleza de Tomás. El baile de graduación con el como su cita.

Las citas que asemejaron para fortalecer su romance. Aquellos paseos en canoa por los nenufares. Los paseos a caballo por el pueblo. Los besos de medianoche en la profundidad del bosque.
Debio ser su propia culpa por aceptar un matrimonio a su corta edad, piensa ella. No lamenta nada porque tiene sus guardianes quienes la protegen.
















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