Capítulo L : Miseria

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- Ya es demasiado tarde - penso Tomás.

Catorce meses en esta pulcritud de agonía sin poder ver ese rostro angelical y hermoso. Ve a su bella mujer a la única que amo con sus cabellos oscuros de ébano y sus labios sedientos de amor. Con su belleza naciente bajo el agua de aquella laguna.

- ¿Qué te han hecho? - susurra en su oído.

Ella no responde a nada de sus sollozos ante los ojos de su alma casi muerta. Dio un último respiro al ver aquel hombre en sus brazos al quien amo una vez. En su fina memoria sólo transguardaba el rostro de Theo. Lo ve por última vez y cae nuevamente en su soledad.

- Los ojos que no dejan morir a nadie a muerto - susurra Farres bajando la mirada.

- Así es - acierta Tomás tratando de contener su miseria pero no se contiene.

La lleva ante sus brazos cargandola con tanta delicadeza y dolor. - El amor de mi vida ha muerto, mi única flecha yahecida -

Entre los bosques y su follaje emisfero creando voces de dolor ante el viento. La ninfa a muerto y su voz se escucha ante las nieblas del viento. - La canción de Minerva - relata Tomás.

¿Cómo había adormecido su alma? Hace poco estaba entre la tierra de los vivos pero algo que no saben es que se encuentra en dos tierras. El purgatorio y el cielo a que pertenece su dulce alma.

Ha llegado el fin de mi memoria en mi dulce recuerdo. Las flechas han sido mi mayor estudio pero ya no puedo con tanto secreto jamás contado. En una sola noche me han dado cinco flechazos y todas en el corazón.

Por ello dictó mi renuncia ante todo. Este mundo está en la finalidad de un poder más poderoso que el de las flechas. En lo cual se incorpora en fuerza humana. Que las flechas revelen su destino porque ellas han revelado en el mio.

- ¿Es una carta de suicidio? - termina de leer el Padre Valentino.

- No lo sé, Padre - desconcertado agacha la mirada.

- ¿Cómo lo interpreta usted? - pregunta Perdomo.

- No lo sé... - suspira - Es una delicada situación - añade.

- No tardará en revelarse todo esto y además de sus escritos - alarmada informa Perdomo. - Además está en los cargos de traición. Sostuvo un fiel contacto por los de la rebelión - añade.

- La rebelión, los iluminados, los guardianes y los valentinos, ya no se que pensar - menciona el Padre Valentino.

- Es demasiada presión para poca tierra - añade.

Todo era un noble juicio entre ambas divisiones. Una barrera estrecha entre ambos. Un silencio profundo que lo hacen callar ante todo.

- Debemos silenciar todo esto - informa Perdomo - por el bien de Braneghin - añade.

Ambos hombres ven a la mujer de cabello trenzado hacia atrás con su mirada fuerte. No dicen nada sólo se quedan viendo uno al otro. Tomás ya no podía seguir en esta discusión así que se retira.

- ¿Tu crees que sea necesario? - cuestiona Valentino.

- Si, por el bien de nuestra sociedad - concluye Perdomo.

- ¿ Qué pasará con su família la tienen por desaparecida? -

- Es una huérfana no tiene ninguna familia -

La mirada de el Padre Valentino se alza en furia como un volcán apunto de emerger. - ¡Como te atraves decir eso!- exclama.

- Es la cruda verdad - dijo Perdomo.

- Después de todo lo que ha hecho por tu tripulación así es como le pagas - desconcertado.

- Ella no ha hecho nada sólo estar detrás de las faldas de Tomás - protesta.

- No trates de evadir el esfuerzo que ha hecho ella, además te salvo con el ataque de la rebelión en el día del incendio - enfatiza Valentino.

- Ese incendio sólo fue una pérdida de tiempo - susurra Perdomo.

Valentino ve como su ojos se voltean ante ese comentario tan crudo. Ahora Perdomo para el ya no era su máxima guardián sino una sospechosa. No podía decir nada ante lo que podría hacer ella. Tiene la fuerza y sabe como ejecutarla, así que se resguarda en su silencio.

- Perdomo, te pido que te retires. Por favor. - pide con amabilidad.

Perdomo se retira llevándose su espada con la furia de un tornado. Sus pasos son más verosímiles que los de antes. Toma su píldora y se desahoga de cualquier estrés posible.
Valentino sólo agacha la mirada pensando en todo lo que se recurría todo esto.

La construcción del Misterio Real Valentino estába creando frutos ante los ojos de el. Estaba casi apunto de concluir sólo faltaba lo que eran los acabados y ya daba para su finalidad.

- Ahora ya no se en que creer - preocupado agacha la mirada.

Los bosques habían dado la noticia del reencuentro de Minerva Magallanes hija de "Flecha Ciega " y escritora de la rebelión. Palabras en las cuales la hacían casi mortal ante los ojos de los guardianes en el Valentino.

- La encontraron muerta en el bosque cerca del jardín de fresas - susurra Farres.

- Tomás debe de estar mutilado por esa noticia - enuncia Ricardo.

- El la amaba más que su esposa - susurra Guillermo.

- No creen que todo esto halla sido planeado - sospecha Farres.

- No lo creo además por quien - confundido Demian.

- ¡Credence! - sorprendido gritan ante la presencia de su compañero.

- Tiempos sin verte, amigo - palmea su espalda.

- ¿A donde has estado? - pregunta sorprendido Ricardo.

-Donde la señora Sellers - responde.

- Donde la consentida mimada - asemeja Ricardo.

- Ella misma - sonríe incómodo.

Todos se ríen junto a el pero a Credence no le parece estarlo disfrutando. - Discúlpenme debo irme a entegar unas cartas - se retira.

- Pobre chico - desconcertado dice Ricardo.

-La señorita Annalina ha de estar muy demandante con el - afirma Guillermo.

Farres nota como la preocupación de Credence ha aumentado al estar en los brazos de aquella mujer. Tiembla de dolor de mutilación al ver las cartas de Annalina. Ella tan dulce como el néctar de una rosa suave y femimenina. Sus ojos angelicales adormecidos pero en su eterna espina se esconde su secreto.

Más con la muerte de la misteriosa Minerva ha estado más que enfadada y preocupada. ¿Porque lo estaría? Si su mayor deseo era deshacerse de los ojos que no dejan morir a nadie.



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