Capitulo XXVI : Reencarnación

3 0 0
                                    

—Nuestro deber aquí es terminar con esta tiranía y volver al orden a nuestra comunidad — alza la voz la Sra. Perdomo.

—Nuestro fin es demostrar a nuestro pueblo que las leyes de las flechas deben de ser cumplidas  — añade.

—¡Haremos que sean cumplidas!— grita alzando su espada. —Esta noche jamas sera olvidada ¡A la carga!— avanza con su tripulación a toda marcha.

Los caballos trotan y golpean sus heraduras con tanta fuerza. La niebla de la medianoche no les impide detenerse y van arraigando su total plenitud de combate. Corren y corren como si no hubiera un mañana. Su espíritu habia sido fortalecido por las palabras de la capitana, la Sra. Perdomo. Una joven viuda que le arrebataron la vida de su esposo, ahora busca la justicia de su muerte.

Minerva calbaga con sus cabellos negros trenzados. Su mirada al horizonte y vuelve a sentir ese sentimiento que ha menudo extrañaba. Sentir la brisa en sus mejillas y la compañía de su tripulación. Ser parte de un momento en la historia, es lo que mas anhela. A su lado siempre tener a su fiel compañero de viaje. Tomás al quien en secreto ama pero no puede seguir amandalo. Ya tiene un nenúfar en su cuello.

—Hemos llegado —susurra Perdomo al pararse.

Alli estaban saqueando el Ministerio Real Valentino, una especie de almacenamiento de las fechas. Ahora ya era imposible dejar las flechas bajo el mando de allí. —Son demasiados —intrigado Tomás.

—Son como unos cuarenta o cincuenta — calcula Minerva.

—Debemos atacar en sorpresa — ordena Perdomo. Todos aciertan y siguiendo las ordenes de Perdomo.

—Debemos atacar a su líder —recomienda. Todos voltean su mirada hacia Minerva. —Sin su líder no sabrán que hacer — se acerca y apunta su flecha a su lider sentado contando las flechas.

—Buen punto, Minerva — dice Perdomo.

Minerva lo ve con precisión apuntando a su oculo. Su tiro no debía fallar así estaría débil antes de atacar.
Sentado contando cuántas flechas hay y inyectandose unas cuántas. Vestido de negro con un collar sostenía una flecha con punta de oro.

—Ya lo tienes — emocionada Perdomo. —Veo que lo tienes, vamos hija de  arquero ciego. Cuando diga tres, disparas — susurra

—Uno...dos...y tres... — dice.

Minerva apunta a su oponente con gran precisión. Lo tiene acorralado con su flecha quien guiara a su sentencia, no podra ver la justicia en camino. Suelta la flecha y navega a través del espacio y el tiempo.

Un leve suspiro da al ver su flecha volar directo hacia el. Es cuestión de segundos que llega a su destino. La justicia ha caído en su ojo izquierdo. Da un grito de dolor hacía sus subitos. Voltean a ver a los montes a lo alto.

Disparados como flechas saltan con plan de ataque. Con toda la merced salieron como las puas de un puercopin. Brotaron por todos lados alcanzando la mayoría del perímetro.
Todos gritaban con gritos de terror y temor al ver a los guardianes emerger.

Minerva apuntaba a cada uno a quienes se les acercara siempre al punto clave de ella. —El Arquero Ciego — susurra uno asustado.
Al escuchar su intriga y susto todos corrían del temor.
Apunto a unos tres mas en su punto ciego hasta ver su primera víctima ser apuntada.

Ve al líder hasta ver que todo este despejado. Tomás se le acerca por la espalda hasta ver a uno que casi la ataca.
—Cuida tu punto ciego —mientras acuchilla al de atrás.
Minerva sigue congelada al ver a su primera lanzada y que apuntó justamente a los ojos.

—¿Que encontrastes?— pregunta Tomás.

—Solo una flecha con punta de oro, un mapa y una lista de lugares —informa entregandoselo.

Entre los pasos de la nieve la sangre tinta el hielo. La rebelión no se asustaria sino contratacaria. Tomaron antorchas con fuego y bailaban con gloria. Atacando con su cobardía, apuntando hacia ellos con el fuego. Rodeandolos como una espiga en el mar.

Perdomo y cuatro mas de su tripulación rodeados por el fuego en sus antorchas. Arrimados hacia una pared de rocas, sin tener ninguna escapatoria.
Los demas seguían combatiendo con sus flechas, espadas y dagas. Sin dejar nada en evidencia.

Minerva vio a su gente en problemas, rodeados por una docena de ellos. Apuntando con sus llamas de dolor hacía ellos. Se vio obligada a dejar su lucha por ir donde ellos.

Subió hasta donde esta lo alto de la estanca. A una rápida velocidad prepara sus flechas, tomando ventaja de estar en lo alto. A punta a cada uno donde su vista desaparece. Dispara una vez mas al corazón para asegurarse.

Los doce atacantes caen en efecto domino. Cada uno cae en el suelo sin presentar signos de vida. Ya no hay fuerza que altere su destino. Perdomo y los demás asustados dieron un respiro de alivio. Vieron hacia arriba y vieron a su arquera en lo mas alto.

—Buen hecho, arquera ciega —agradeció Perdomo.

Minerva con una sonrisa reveló su orgullo de ser parte de algo. Tomo sus dias de dolor en dias de gloria. La vida le ha dado el destino que siguira por siempre.
Perdomo y los otros cuatro siguieron con su destino una vez mas. El combate no había terminado. Siguieron y avanzaron hasta el fondo del valle.

Minerva vio a lo alto el fuego que llamaba su atención, las llamas se hacían profundas.
En lo lejos del atlante el santuario de las flechas ha sido quemado por ellos mismos. Lágrimas de dolor y furia por el patrimonio quebrantado. Tomo su flecha y corrió hasta donde esta sus compañeros.

Con la fuerza y furia a todo inquietud vio a sus oponentes intentando atacarla, pero ella los flechaba con el altar de su diosa razón.
Tomo sus flechas de verdad apuntando a cada uno y a uno. Sin tener sentido de vista ya no podran avanzar.

Su vista no perdía su rumbo hasta donde esta el fuego. Corre hacía donde esta él y cada vez la figura de Tomás mas lejos al igual que todos ellos.
Minerva se apresura ante seguir y apunta a cada uno. Se detiene por un rato asustada y sorprendida ve la figura de su conocido, Nicolás. Igual a el, lo mira y se pregunta —¿Nicolás eres tu?—

Mira a la joven guardiana varada viéndolo y se aturde ante su belleza. Sus ojos azules que no dejan morir a nadie. Camina hacia donde ella con una velocidad pasiva y ella hace un recuerdo de la última vez que lo vio. Vuelve a la realidad viendo su nueva apariencia.

Ojos delineados, cabello corto y sus manos marcadas con líneas continúas. Se le acerca con ojos benevolentes y en sus manos tiene una flecha de punta de plomo.
Ella aun sorprendida no percata el peligro y ve como su presencia la hiela.

Se le acerca y toma su brazo y le inyecta la solución. Ella ve la flecha enterrada en su antebrazo a unos cuartos de antes de su codo.
Da un grito de dolor pero a la vez de satisfacción.

—Ahora serás mía —susurra y la toma al desmayarse.
















CiegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora