Capítulo: XLI Agua

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Uno de los miedos de Theo es ahogarse. ¿Ahogarse? Si, ahogarse en sus problemas y pensamientos de su cabeza. Que tarde o temprano llegue a la locura y más por un amor perdido. Esa devoción a que le guarda a Minerva, pero ella se encariña en los brazos de otro hombre. Claro pero ella no se recuerda de su existencia sólo de su sueño. Cree que Theo sólo es una fantasía pero tarde o temprano se dará cuenta que es más que eso.

—Theo, no vas a creer— emocionado entra Adam a su recámara.

—Que ocurrió — atónito escribe en su libreta. Sin emoción sin entusiasmo entre las sábanas de lino cubre su inseguridad.

—Al parecer los Marren están interesados en nuestra música —emocionado alza las manos.

—Eso es una gran notícia — sonríe Theo.

—Y la señorita Marren quiere que toquemos el día de su decimoctavo cumpleaños — agrega Adam.

—Enserio eso es estupendo—apenas muestra alegría y toma un sorbo de té. —¿Cuando sería?— pregunta Theo.

—Dentro de dos semanas — candeleriza Adam.

—Falta poco tiempo —responde sin decir nada más y continúa su escritura.

Adam ve como su amigo se ahoga en las cenizas de su dolor. Minerva ya no está y su ausencia le afecta más que a nadie. Ni el atractivo y ejemplar Tomás no ha vuelto a buscarla, está ocupado en otros asuntos.

Theo siente conmoción al escribir la letra para su siguiente canción. Un recuerdo de aquel romance que vivió con la chica de los ojos que no dejan morir a nadie. Un recuerdo que remarcó su afecto por uno al otro.

—¿Que piensas?— le entrega la libreta a Adam.

La toma y comienza a leer su contenido —Inocentemente nadan en aquel Danubio que los ahoga de ilusiones —recita.

—Es un gran camino para llegar a la orilla. Hay algo en el agua que me aterroriza. — lee más adelante. —Me encanta — sonríe Adam.

—¿Te gusta?— inseguro pregunta.

—Por cierto amigo— palmea su hombro.

Adam lo sigue leyendo una y otra vez. Imaginando su sonido tan dulce pero a la vez melancolíco. —Es como el agua tan serena, pura, mística y turbulenta — describe Theo.

Adam sonríe y va al salón cerca del escenario. Toma su piano y comienza con una melodía serena, calmante pero al mismo tiempo que agoniza tu sufrimiento. Y ese dolor, esas heridas se encuentra en el joven Theo. Quien las oculta con sus cantos y letras.

—Todo  el tiempo estuviste allí — susurra Theo mientras Adam busca la composición.

Y es cierto todo ese tiempo estuvo allí. Desde que la vio ese día ya con otros ojos. Vio lo valiente y bella que podía ser. Una mujer a la que pudiese llamar su musa. Con sus labios de fuego y ojos melódicos. Ahora ya que está fuera de sus brazos sigue pensando en ella. Algo de el le dice olvidala pero por otro lado le dice buscala.

Y Theo concluye suspirando en profundo dolor diciéndose —Ella tiene a su Tomás — ve el collar en su cuello. Como único recuerdo de ella y lo esconde diciendo —Nunca fui algo para ti. Sólo fui un flechazo, pero para mi fuiste mi verdadero amor —

Desde ese día las últimas lágrimas brotaron en el agua. Esa agua estancada que debía purificar y así volver a fluir con el agua. —Nadando inocentemente en su trampa me siento tan débil  — canta.

—No hay aire ni luz, abajo de la orilla— agrega.

—Hay algo en el agua que me debilita como si fuera una tortura — sigue cantando.

La música da un tono acuático como si se tratase de sirenas. De esas que te ahogan con su encanto divino. Tan inocentes y letales ala vez, eso es lo que representa Minerva. Una joven sin igual belleza pero su carácter frío te congela en el agua.

Adam logra el tono después de un tiempo y ambos tocan como si fuera una de esas noches. La luz crea un punto focal en ellos dos. Con una luz azul que crea turbulencia y el canto lo hace aún más místico.

El piano crea un ambiente sumidero como si fuese navegar en esas aguas profundas. Como lo es un corazón roto quien expresa su dolor. Ambos transmiten ese sentimiento.  Adam siente el aullido el soprano en las cuerdas de Theo.

El tiempo navega lento cuando tocas, cantas o sólo escuchar una pieza musical. Es como la música detiene las agujetas de ese reloj tan rencoroso. Esa noche todos navegan en su voz en su música. Sobre todo sienten esa agonía y el temor por querer avanzar.

Adam y Theo se conectan como uno sólo en esa pieza. Ambos sincronizados transmiten lo que refleja el ánima del uno al otro. Ambos vistiendo tan elegante como siempre se presentan ante la audiencia de la burocracia.

Entre ellos los Marren y los Sellers; ambas familias de la devoción por la prosperidad y riqueza. Entre esas mesas se encuentra el perfecto Kenneth saludando a todos como todo una celebridad.
Y claro que lo es con su proyecto del Ministerio Real Valentino. Uno de los complejos que será historia en toda la región.

A lado se encuentra la señorita Kimberly Marren, la oveja negra de la familia. Quien con su actitud rebelde llama la atención de todos. Caprichosa y adinerada puede comprar lo que sea y lo que sea. Y está vez sus ojos se inclinan al cantautor arriba en el escenario.

Su mirada no pierde vista y cada vez el interés se desata más. —Sabes hay algo en el que me cautiva — susurra a su confidente, su hermano Kenneth.

—¿Quien de los dos?— curioso pregunta pero su atención se enfoca en algo más.

—El del traje negro — suspira.

—¿El cantante?— señala.

—Si ese mismo — sonríe.

—Me gusta como canta al igual el pianista como toca — da un cumplido. 

—Me gustaría invitarlos a mi cumpleaños — sugiere Kimberly.

—Si seguro, deberías — afirma.

—Kenneth a quien buscas — enfadada reclama.

—Perdona, ya vuelvo — se levanta de la mesa y ve a esa figura emblemática  atractiva.

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