Capítulo LI: Matías

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- ¿Porque ya no contestas mis llamadas? - reclama una dulce voz demandante.

- He estado pensando en muchas cosas -

- ¿Cómo en que? - cuestiona nada satisfecha.

- En nada importante - suspira.

- ¿Estas seguro? - cuestiona una vez más. - No será en la Minerva Magallanes - menciona.

- Ella ha sido la única en que has estado pensando, no - reclama enfadada. - Ya no me ves ni me tocas - agrega desconcertada.

-Porqué no se lo dices a Tomás y no a mi - exaltado dice Matías.

Un minuto de silencio se establece entre ambos. Annalina respira profundo ante las palabras de su pequeño juguete. Ya se había revelado ante sus encantos aún así que está fuera de órbita.

Matías sólo desahece el dolor presionando el cordón del teléfono y así corta la llamada. Sin dejarse aliento ante el recuerdo de sus ojos y en la existencia en su hogar. Ella al quien le daba luz a su oscuro hogar. Ahora se ha ido a un desierto de lágrimas sin retorno.

- Sus ojos misteriosos son los que más adoro - confiesa al ver sus cosas en su recámara.

Se tu verdad Matías y cuando me refiero a la verdad es que esto su valor absoluto. No te juzgare porque quien soy yo para hacerlo pero si te agradeceré. Se que quedarás extrañado al leer estas palabras pero es mi verdad y tu serás quien la liberará.

Hace unos meses recupere lo que era mi memoria. Gracias a todos los cuidados que he recibido de parte de Primrose y de ti. Fueron como mi familia pero tu fuiste el amor que he perdido. Me enseñaste a poder hacerlo una vez más pero contigo fue real. Lo más cercano a la magia. Sólo que nunca te lo dije y me arrepiento de no haberlo dicho.

Se que tu fuiste que me inyectactaste con la flecha creándome un sentimiento dócil y atormentadome con una severa amnesia. Desde ese día me he envuelto en tus brazos y me has hecho suspirar por tu tacto. Siento aún tus labios tocando los míos y poco a poco mostrándome un vuelo de angeles.

Cualquiera me hubiera dejado allí con las flechas tiradas apunto de apuñalarme por ser su comtrafuerte. Podías haberme apuñalado con mis flechas y más por ser una guardiana, pero tu no lo hiciste.
Me acogiste en tus brazos como una paloma con la ala rota. Me diste todo lo que una joven pudiese querer pero para mi sólo me bastaba tu arte de escuchar.

Debía de haberlos matado por mi deber al cual pacte en mi piel y sangre. Me dije que no porque debía protegerlos y escucharlos por mi hospitalidad ante todo. Por medio de mi perdón de vida les agradecí y pague mi deuda.

No fue sólo el pago de una deuda más bien fue una bonanza tenerlos en mi corazón. Más a ti Matías siempre allí protegiendo a mi persona de todo. Debo admitir que contigo me sentí sumisa ante todo algo que no es muy de mi. Sabías que no lo era en su totalidad. Porque por uno al otro éramos recesivos.

Perdona mi vida por nunca decirte esto y espero que sepas que aún siento algo por ti más que un canto de un pajato. Tu eres mi memoria de río porque contigo siempre sabere como encontrar mi camino al mar.

-Minerva... Minerva - menciona adormecido de dolor.

- ¿Cómo pude haberte hecho esto, corazón - lamenta su dolor.

—Estoy más sólo sin tu presencia — suspira al ver su carta.

—Todo este tiempo a sido eterno sin tus besos y caricias, como te extraño mi hermosa Minerva — empieza a llorar de dolor.

Alguien toca la puerta con firmeza, sus golpes cada vez eran elevados. Matías se limpia la cara y abre la puerta. Al abrirla ve aquel rostro que no quiere ver en este momento.

—Como te atreves a venir después de lo que has hecho — dice y deja pasar a aquella dama.

—Lo que hemos hecho, cariño — acaricia su rostro y se debilita  en aquel recuerdo.

—Te pareces mucho a el — susurra.

—¿A tu esposo? — cuestiona.

—No — responde y desabotona su camisa.

—Entonces en quien — pregunta una vez más.

Annalina se le acerca a el tomando sus labios contra los suyos. Ella se venera en el con el recuerdo de ese amor perdido que algún día vio por última vez y cae nuevamente en su soledad, pero se contempla en su gran parecido. Matías retrocede y detiene toda la pasión de la dama a quien más odia en este momento.

—Annalina no te quiero ver y no ahora ni nunca — confiesa transguardando la calma.

Ella se derrite ante esas palabras que su furia no se pacífica y su dolor decae.
—Como te atreves decirme eso — exclama tirando su bolso al suelo.

—Ni se te ocurra decirme esto Matías, sabes que tu y yo hicimos esto — señala con ira.

—Además quien fue en que la engaño, flecho y terminó tirandola en la laguna — señala.

—No la tire la coloque sobre una balsa en cama de peonias —explica.

—Veo que eres todo un romántico, Matías. También eres un asesino como yo — ríe a carcajadas.

Matías se levanta como el sol naciente de la furia que ha reservado. Esta vez el límite a sido cruzado por la misma brecha del mar.

—No sabes el dolor que llevo "amandote " desde que te conocí siempre ha sido un delirio. Ahora más que nunca te detesto en todos los sentidos — confiesa cada vez acercándose a ella.

—Tu eres una mujer que vive llena de inseguridades y infeliz a pesar que lo tienes todo a tus pies — añade. —Culpame de lo que sea y lo aceptaré pero por lo menos no fui el plan maestro y a quien se revelará en una carta sobre todo y de todo —

Annalina se queda estática en el hielo de su corazón y lo único que piensa es en su reputación cayendo por los cielos. —¿Qué carta ? — preocupada.

—No te diré por que ya ha sido entregada — alza la mirada.

—¡Eres un idiota! — lo empuja pero no se deja caer.

—¡Te odio! — empieza a patalear.

—No tienes ni idea de quien soy yo y lo que puedo llegar a hacer —advierte.

—Sólo eres una mujer con un apellido vacío además ya no podrás hacer nada. —

La joven Annalina se ve obligada a irse de su mal escrito y las futuras amenazadas de aquel hombre al quien confió. Se retira de su vida y se dirige a su alta suciedad.










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