Capítulo IX : Devoción

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-He tenido raros sueños contigo - confiesa Minerva. 

-Hmmm en serio - murmura casi dormido. 

-Si, durante mi ausencia soñé que estabas en una iglesia con una mujer enflechada - recuerda. 

-Qué extraño casualmente soñé eso hace un par de días - sorprendido se levanta.

-En serio - boquiabierta responde.  -Qué curioso - dice pensativa.

-Es algo extraño la verdad que ambos soñaramos lo mismo - curiosa y pensativa. 

-Es muy extraño - pensativo Theo.

Una puerta toca la habitación de Minerva lo más seguro es la Srta.  Anica, piensa Minerva al escuchar cada toque. 

-Escondete - ordena Minerva. Halandolo hacia el armario cerca de la ventana. Se arregla el pelo y su vestido y abre la puerta como si estuviera leyendo o estudiando. 

-Minerva porque tardaste tanto en abrirme la puerta - pregunta sospechosa. 

-Disculpeme Sra. Pandora, me demore un poco a causa que me estaba cambiado - explica ocultando su mentira. 

-Ya veo... - concluye viendo a la ventana. 

Nerviosa en el interior Minerva sólo se queda parada como una estela esperando su juicio. Pero, Sra. Pandora ignora sus dudas y vuelve a la puerta. A punto de cerrar la puerta escucha un ruido en el armario. 

-¿Que fue eso?- pregunta sospechosa y asomándose poco a poco al closet. 

-Ni idea - responde sin ninguna emoción escondiendo su angustia. 

-Lo mas probable son el juego de arqueria que tengo, Sra. Pandora - responde antes que regrese al armario. 

-Ahhh bueno - atónita antes de cerrar la puerta responde -Hace tiempo que no te veo practicar tiro con el arco -

-Esta misma estaba pensando en practicar - responde Minerva demostrando un poco de emoción. 

-Seria genial que participaras en las olimpiadas de este verano - animando a Minerva. 

-Participare, Sra. Pandora - responde y la Sra. Pandora se despide con una mirada de felicidad. En solo pensar que ha vuelto que Minerva volviese a interesarse una vez mas. Se fue con una sonrisa en su mirada y se dirige hacia la recepción del hotel. 

Mientras tanto una dama llora en agonía en solo pensar en aquel suceso que la dejo hacer eso que tanto amaba. Cruzada en sus piernas en el suelo llora en silencio olvidando a que tenia un testigo en sus ojos. Detrás del armario hay un joven que la observa con cariño y aprecio. En sus sollozos ignora cualquier ruido pero el la escucha y decide salir a verla. Se acerca poco a poco como un curador tratando de curar a una ave con la ala rota. Ya no vuela como antes solo cae en esta inmensa gravedad. 

Es increíble a veces cuando miramos a la personas llorar y mas con los que su corazon son frió. Tan helado como el hielo a sus grados bajo cero no demuestra una terminad de calor. Solo al verla sus ojos se helaron al ver una criatura tan fuerte pero en ese momento se ve débil. Tan deleznable que es incapaz de poder levantarse a  agitar sus alas. Theo se acerca con delicadeza guardándole clemencia a esos ojos llorosos que cree que esconde. Ella lo ve y se esconde como un ciervo a punto de ser cazado.  

-¿Porque lloras? - pregunta acariciando sus mejillas y se secando las lagrimas en ellas. Sus mejillas rosáceas como los pétalos de una rosa deja caer un roció de dolor.  

-No es nada, no te preocupes - se levanta secándose con un pañuelo que le otorga Theo. 

-Bueno, cualquier cosa que necesites sabes que estoy contigo - dice aferrándola con sus brazos como dos alas. 

Minerva lo miro a los ojos aun llorosos y lo besa demostrando el fuego que se ascendía poco poco a cada movimiento. Ambos llovían como una tormenta de pasión, solo comenzó con un beso y poco a poco se encendían en cada beso. En sus brazos demuestra su debilidad a pesar de su soberbia dominante. Caricia tras caricia agitan sus dedos en el cuerpo de cada uno con una mirada infinita. 

Las acciones dicen mas que palabras la tomo no como un placer sino como alguien a quien quería demostrarle todo su amor. Entre uno al otro cruzan miradas entre una a otra como dos enamorados. Minerva se desviste y se desnuda anhelada ante los ojos de Theo admirado por su belleza. Al ver aquella ninfa en el bosque mostrando su flor de loto. Theo se inca como un pecador ante ver a la belleza que hace perder su pudor. 

Se acerca a ella y en sus labios toca cada sensibilidad de piel a que la hace gritar al cielo, ella lo acepta sin prejuicios ni orgullos. La ultima esperanza de esperar al fondo del mar de cada uno. Ambos se vuelven a encontrar pero esta vez mas cerca que nunca. La toma por la espalda así creando apoyo para alcanzar las estrellas en aquel monte de venus. Poco a poco la fricción se encuentra y cada uno se aferra al uno al otro. 

Las colinas empinadas demuestran el calor que genera aquel clima condesado por cada mano helada sobre ellas. Ella se recuesta bajo las aguas de las sabanas de marfil con frescura del algodón. Su pelo marañado busca ese arco iris infinito en cada tocada del sol. Theo toma su templo no como una soponcio sino como una encarnación de cada uno al otro. Minerva se abre como una flor cada vez que siente el polen entre sus piernas. 

Ambos juntos unidos como una sola anima fortalecen el fruto dentro de ella posicionando su conquista. Las fuerzas mecánicas se unen en cada posiciones y en cada minuto. Los ruidos de amor se hacen evidentes a cada salida y entrada, así cubriendo entre sabanas y almohadas amortiguando el ruido en las ventanas. 

Las estaciones corren y la luna mengua hasta llegar creciente dando su lugar en la noche. El tiempo y las ocupaciones de los demás los dejaron amarse por primera vez. Entre ellos existe algo mas que lujuria algo que no todos tienen el privilegio de sentir al menos que sea con la persona correcta que entrega su cuerpo, alma y corazon. 












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