4.

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—Hola, está en su cuarto. —la escuché decir a Ema, el cuerpo me dio una descarga eléctrica y me senté en la cama mientras esperaba a que él entrara. Cuando lo hizo, enseguida me vio frunció el ceño.

— ¿Qué pasa?—preguntó acercándose rápidamente, me limpié las lágrimas y dejé que me abrazara por un momento. —Hey...

—Quiero decirte algo... —murmuré sin rodeos, asintió y se apartó para mirarme con sus hermosos ojos verdes preocupados y cautelosos. A mí me temblaban los labios y apenas si podía hablar del nudo que tenía en la garganta, pero tenía que decírselo. —Tuve... un atraso.

— ¿Un atraso?

—Sí y me hice un test.

Su aspecto cambió radicalmente, sus ojos se abrieron en sorpresa y su piel se volvió un poco más clara, lo vi tragar y tensarse mientras luchaba para abrir la boca y buscar palabras.

— ¿Y qué...?—empezó y nuevamente una lágrima cayó por mi mejilla, seguida por otra y otra y otra más. Asentí.

—Estoy embarazada.

— ¿Qué?

Me tapé la cara con las manos y me tragué el nudo, pensé que no iba a tener más lágrimas pero parecían salir sin esfuerzo. Lo miré y me las sequé rápido, vi como su pecho subía y bajaba hasta parecer agitado, no sabía qué hacer conmigo así que no iba a poder saber hacer algo con él, no podía ayudarlo, pero intenté al menos.

—Gian...

—No, no... —titubeó y se levantó rápido de la cama, lo miré y sus ojos estaban brillosos, le temblaban las manos e hizo algo que jamás pensé que iba a volver a hacer.

Se dio vuelta, abrió la puerta, y se fue.

—Gian...—lo escuché decir a Ema, pero él no respondió, segundos después la puerta principal se cerró tan fuerte que me sobresalté estando a metros. Me hice un ovillo en la cama y rompí en llanto aún peor, como si no hubiese sido mucho lo que ya había llorado por tener miedo a todo lo que se venía, cuando era realmente peor de lo que hubiese esperado. Ema entró despacio al cuarto y se sentó en mi cama, me levanté un poco y me apoyé en su regazo mientras ella me abrazaba y me consolaba, diciéndome que todo iba a estar bien, aunque otra opción no me quedaba si quería que el bebé que venía en camino, sea feliz como deseaba que lo fuera.

Ya estaba cansada y me dolía la cabeza de tanto llorar, me desperté a la madrugada y empecé a pensar con claridad. Iba a tener un bebé, mis dudas se habían aclarado y definitivamente estaba embarazada, todos mis miedos se hicieron realidad y mi novio se había ido, sin embargo era lo que menos me tenía que importar cuando el bebé iba a ser mío, total y absolutamente mío a pesar de que los sueños y expectativas de formar una familia se estuviesen yendo por la borda. Mi hermano siempre fue feliz a pesar de ser papá soltero, yo no tenía por qué ser infeliz con mi hijo o hija.

El teléfono empezó a sonar en mis manos y al agarrarlo la foto que tenía de pantalla me aflojó lo poco que había podido mentalizarme con positividad. Gian y yo estábamos besándonos y un mensaje suyo me daba la opción de abrirlo. Dudé en hacerlo y al darme cuenta que me temblaban las manos y los ojos se me llenaban de lágrimas, lo abrí para poder entender si todo era una pesadilla realmente o era cierto.

Tengo miedo, entendeme.

Dejé el celular en la mesa y me respondí a mí misma, ¿cuánto iba a poder entenderlo? Yo estaba aterrada, peor de lo que él pudiese estar, porque si quería podía desaparecer con su miedo e irse de mi vida, pero yo tenía que hacerme cargo de todo, y aunque no me quejaba porque era mi hijo el que llevaba en mi vientre, no dejaba de tener miedo, principalmente cuando creía que él había cambiado esa forma de irse tan abruptamente y yo no podía hacerme cargo de sus miedos, tenía los propios y si quería formar parte, iba a tener que entenderlo a mi par o de lo contrario sólo pasaría a ser el papá de mi bebé, y nada más aunque eso doliera más que un puñal en el corazón.

Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora