26.

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— ¿Qué pensas de lo que dijo mi papá?—le pregunté a Gian acostándome a su lado, apoyé mi mentón en su pecho y él me miró confuso.

— ¿Qué de todas las cosas que dijo?

—Lo de casarnos.

—Ah. —levantó las cejas y se estiró en la cama volviendo a mirarme. —No sé, pero yo no creo en Dios ni esas cosas.

Mi familia sí era religiosa, no eran devotos de la iglesia pero sí creían en Dios y suponía que mi mamá estaría esperando que entrara a la iglesia vestida de blanco.

— ¿Vos querés casarte?—me preguntó y yo me encogí de hombros, eso no lo tenía tan decidido para mi futuro, no es como si soñaba de chica con un casamiento.

—No lo sé, pero ahora ya no es tan importante el casamiento.

—Podemos casarnos en concubinato, por el bebé.

—Si puede ser. —bostecé, me acomodé en su pecho y él me abrazó mas fuerte contra sí.

—Podemos hacerlo rápido y sencillo...

—Igual ahora no, lleva mucho tiempo organizar un casamiento y dentro de todo ese tiempo mi panza va a crecer y no quisiera ponerme un vestido tan grande...

—Abril... ¿qué estupidez estás diciendo amor?

—En serio, me gustaría que ya estuviese el bebé también, porque dentro de mí sería... quisiera un vestido para mí, no para dos. —le aclaré, pero él entrecerró los ojos y negó. — ¿qué?

—Me parece una tontería, y estoy cansado, me voy a dormir. —dijo y se tapó hasta arriba con la sabana. Rodé los ojos y me acosté dándole la espalda, no había dicho nada malo, sólo manifestado mi opinión con respecto a mi vestido.

8 semanas después.

— Mierda.

— ¿Qué te pasa? —me preguntó mi hermana y al verme levantó ambas cejas. — ¡Mamá no sé lo que le pasa a Abril!

— ¿Que pasa hija? —mamá como siempre escandalosa entró rápidamente a mi cuarto para asistirme.

—No me cierra el pantalón. —murmuré y su alivio pareció ser casi extremo, aunque para mí era bastante frustrante que mi ropa no me quedara a los cuatro meses y medio de embarazo.

—Abril me asustaste, ¿sos tonta o qué?

— ¡Yo no te asusté! ¡Dije que no cierra!

—Abril recién empezas el embarazo y comes como cerdo, es obvio que no te va a cerrar la ropa. —dijo y se acercó para ayudarme con el pantalón. Mi hermana se rió pero a mí no me causaba gracia, entendía que la ropa no me iba a quedar de la misma forma, pero mi bebé se estaba haciendo más presente de lo que podía llegar a esperar a los cuatro meses y tenía que buscar otras alternativas para estar cómoda con la ropa que usaba siempre, ya que el bebé no me dejaba.

— ¡Ay no, no, no cierra mamá!

— ¡Bueno ponete otro pantalón!

— ¡No quiero!—le dije desquiciada, porque sabía que podía llegar a entrar si lo intentaba sola. Escuché la puerta y Pia salió.

—Tu novia, está completamente loca. —le dijo mi hermana a Gian y él suspiró.

—Si lo sé. —le contestó, entró a mi cuarto y cuando me vio rodó los ojos. — ¿y ahora qué te pasa?

—Nada Gian, está muy loca nada más. —le dijo mamá y yo me quejé histérica a lo que ella se rió. —te la dejo a vos.

—Mmm...—musitó él, mamá se fue y Gian me miró apretando los labios para evitar reírse de mí, se cruzó de brazos y yo lo miré mal.

— ¿Qué?—me quejé y negó— ¡No me mires así estúpido!

— ¿Estás por llorar?

— ¡No! Solamente no me entra el pantalón. —dije lo más calmada posible y él se mordió el labio para reprimir una sonrisa, era el que más disfrutaba verme sufrir por pequeñas cosas.

—Y ponete otra cosa.

—No, quiero este pantalón.

—Pero si no te entra ¿qué vas a hacer?—preguntó, me encogí de hombros y él sonrió. —en diez minutos te quiero afuera, si no salís te vengo a buscar con pantalón o sin pantalón, pero te apuras.

—No quiero.

—Dale nenita caprichosa, apurate. —me dijo y salió riéndose de mí, agarré mi sandalia y se la tiré a la puerta. Me acosté en la cama y quise llorar, porque toda mi ropa era chiquita para la panza que empezaba a tener, y eso me sensibilizaba, porque ya no sabía cómo vestirme para que tanto el bebé y yo estuviésemos cómodos.

Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora