Cerré la puerta del cuarto y entré al que estaba él, para también cerrar y acostarme de una vez para responder al descanso que requería mi cuerpo. Gian se subió a la cama detrás de mí cuando terminó de lavarse los dientes y comenzó a besarme la nunca para bajar a mi cuello y acariciarme un poco.
— Sabe que cuando te pones celosa, me doy cuenta.
— ¿Qué?
—Sí.
—No estoy celosa Gian, ¿qué decís? —rodé los ojos y me quedé unos segundos más disfrutando de sus suaves besos, que me daban ganas de mucho pero sentía que el cuerpo no me rendía.
—Te conozco Abril, aunque no hay que conocerte demasiado, de hecho sos demasiado trasparente.
—No sé qué decís.
—Sí sabes. —besó mi espalda. — pero tenés que saber que sos muy tonta si se te cruza por la mente algo como ponerte celosa de otra mujer, yo tengo una sola mujer y esa sos vos.
—No me pongo celosa de nadie, porque yo ya sé eso. —le dije autosuficiente y me di la vuelta para mirarlo, traté de empujarlo pero él se agachó y busco mis labios, por lo que fue imposible no seguirlo. —estoy cansada.
—Lo sé.
—Dejame entonces. —le pedí, me acosté de nuevo en la almohada dándome la vuelta y él se bajó de encima y se acostó del otro lado.
Cuando me desperté la cama estaba vacía, me levanté despacio y mi estomago empezó a rugir de hambre, no había comido nada desde la anoche y en casi todo el día, y no es porque no me gustara la langosta, pero con tan solo pensarlo me daba nauseas y ayer no me había sentido tan cómoda cuando él estuvo, preferí quedarme con el momento anterior. Entré a bañarme y salí para cambiarme en el cuarto, mi celular empezó a sonar y me apresuré a buscarlo, decía un número desconocido, por las dudas atendí.
— ¿Hola?
—Hola ¿con la señorita Abril Ojeda?
—Soy yo, ¿quién habla?
—Soy Fernando Frías, de la inmobiliaria por el local que tengo entendido que compró.
— ¡Ah sí!, yo lo compré. —dije. Era real, estaba recibiendo esa tan ansiada llamada.
Sonreí y me mordí el labio cuando terminé de hablar con el hombre. Iba al fin poder financiar mi local y aunque no sabía cómo íbamos a hacer con el bebé, el lugar ya era mío y era suficiente para estar completa. Empezaba a constituir mi futuro no solo a nivel personal, familiar y laboral, todo iba perfecto y quise contárselo a Gian, por lo que me apresuré a bajar y antes de llegar a la cocina, escuché una voz que logró que por mis venas corriera sangre hirviendo.
Era Mónica.
Por alguna razón ella de repente dejó de caerme bien y no porque yo era una celosa, pero al ser mujer y tener un sexto sentido muy desarrollado podía darme cuenta de esas cosas, a mí no me importaba el pasado que tenía que ver con mi novio porque ahora era presente y esas cosas ya pasaron, pero para ella parecía que no tanto. Me apresuré y entré a la cocina, Gian estaba de espaldas con algo en la alacena y ella sentada en el desayunador, me aclaré la garganta y los dos se dieron vuelta a mirarme.
—Buen día.
—Buen día. —dijo Mónica y Gian se acercó a mí.
—Hola. —le susurré y él me agarró del mentón acercándome para darme un suave beso en los labios.
—Hola, te estaba preparando el desayuno.
—Gracias. —sonreí y volví a darle un beso para alejarme
— ¿Cómo te despertaste?
—Bien, con hambre.
—Me apuro. —dijo y yo me senté al lado de Mónica por ser el único lugar que había.
—Estábamos por empezar, qué bueno que nos acompañes. —dijo ella. —me estaba contando Gian que sos chef, qué bueno.
—Si gracias.
— ¿Estás trabajando ahora?
—Sí en un restaurante. —le comenté y le sonreí a Gian cuando puso la taza de té con galletitas frente a mí. — ¿café no hay?
—No podes tomar café amor.
— ¿Por qué no?
—La cafeína interrumpe el embarazo, ¿no lo sabías?—preguntó Mónica, la miré y ella tenía una ceja levantada. —deberías saberlo, es importante.
Agarré una galleta de la bandeja con la atenta mirada de él y sin prestarle atención con la otra mano agarré la taza de té, me bajé de la silla y me hice camino para salir de acá.
— ¿Dónde vas?
—Tengo que hacer unas llamas. —mentí. No tenía ninguna llamada que hacer, pero me senté en la cama con mi desayuno y busqué mi teléfono. Todavía no había averiguado nada acerca de lo que pasaba en mi semana actual de embarazo, así que eso hice y me preparé para la siguiente.
Era muy importante cuidarme ya que el embrión dejaba de ser uno y se formaba un feto que todavía no tenía forma de bebé, pero lo iba a ser, estuve mirando en mi teléfono algunas cosas de cómo manejarse en los primeros meses y vi fotos de chicas de siete semanas que tenían un montecito pequeño en su estomago, ni siquiera podría decirse panza ya que era un pequeño brote. Toque mi estomago y apenas si tenía algo duro en el medio, que me tenía fascinada a la hora de tocarlo porque sabía que era mi bebé.
— ¿Qué pasa? —preguntó Gian cerrando la puerta detrás de él y yo negué sin dejar de mirar mi celular y tocar mi vientre.
—Estoy investigando un poco más, ¿sabías que recién en la semana siete, pasa a ser feto y deja de ser embrión? Puede que también algo se pueda notar. —dije y él miró mi estomago. —Un poquito.
—Eso va a ser...raro.
—Sí, la verdad.
— ¿Vos estás bien, cómo dormiste? —preguntó tocando por encima de mi mano, sonreí y la saqué para que tocara mi piel.
—No importa cuánto duerma, es como que me siento cansada...ah no sabes, me llamaron de la inmobiliaria, el miércoles quieren que vaya a terminar de financiar los papeles y quizá para la siguiente semana estén. —sonreí de par en par. — ¿no es genial?
—Sip. —dijo pero no había nada de emoción en su voz, suspiré.
— ¿Qué pasa?
—Nada.
— ¿Estás seguro? —insistí y asintió corriendo la bandeja para acostarse en mi regazo. — ¿qué pasa?
—Nada, tengo sueño.
Rodé los ojos y acaricié su mejilla para subir a jugar con su pelo.
—Si claro, te conozco Gian ¿qué pasa? —me miró y tiró la cabeza un poco para atrás, hizo una mueca.
—No quiero estar acá, me quiero ir.
— ¿Y no podes decírmelo?
Cerró los ojos despacio y noté su expresión triste, bajé un poco y se me hizo algo difícil no sé por qué, pero besé su frente.
—Vámonos entonces. —dije y él asintió.
Cerré la puerta de la habitación y un nudo se formó en mi garganta, estaba completamente destruida y no sabía cómo arreglarla, intenté juntar todo lo posible pero no era suficiente. Leti me llamó y me dijo que iba a venir ella el fin de semana para arreglarlo. Él ni se había interesado en ver cómo había quedado y parecía en serio cuando dijo que se quería ir, porque en menos de una hora ya estaba de nuevo encima del auto. Mónica se acercó a despedirnos, pero preferí no ver su despedida porque algo me decía que tenía otras intenciones con él que obviamente no iba a decirle, saludé a María y ella me deseó la mejor de las suertes con el bebé y demás, sin embargo lo importante era que al fin estábamos dejando ese lugar, con tantos secretos ocultos y dolores sin sanar todavía.
ESTÁS LEYENDO
Quedándose para Siempre.
Teen FictionGian había aprendido a quedarse y Abril a seguir siendo paciente con su entrometido novio. Todo cambió desde el día que esos ojos verdes se cruzaron en el camino de ella y aún así juntos, todo iba a seguir cambiando. La responsabilidad de parte de l...