23.

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Era extraño pensar en que esa pequeña cosita estaba dentro de mí, recién llevaba dos meses conmigo y estábamos empezando el camino. No veía la hora de saber cómo iba a ser, si una nena o un varón y tan hermoso como su papá. Los latidos de su corazón eran densos, pero para mí se escuchaban a la perfección, eran los latidos de mi bebé.

Una vez que terminó, le puse play de nuevo y volvió a empezar. La puerta se abrió y Gian entró luciendo un poco devastado, paré el CD y esperé a que dejara los bolsos.

—Hola.

—Hola. —dijo y hasta su voz parecía cansada. Directamente se acercó hasta mí y se acostó con su cabeza en mi regazo.

— ¿Qué pasó?

Cerró los ojos y yo acaricié su mejilla hasta jugar con el jopo que tenía algo caído. Respiró hondo y cuando abrió los ojos estaban un poco cristalinos.

—No quiero hablar de eso ahora, ¿vos estás mejor?

—Sí, estaba viendo la ecografía. —dije, él sonrió un poco y se puso de costado para mirar la pantalla. Le dio play y la miramos juntos nuevamente. Su mano paso por mi espalda y me acarició por debajo de la remera, me agaché hasta él y besé desde su sien hasta su mentón. —te extrañé.

—Un día se hace insoportable.

—Sí.

La ecografía terminó de hacerse sonar y él se volvió a poner de costado, me levanté un poco y lo miré a los ojos acariciando su cabeza.

— ¿Cómo están tus abuelos, dijeron algo?

—Quizá vengan el fin de semana que viene, aunque entre tanta mierda no pudimos hablar mucho.

—Está bien no me cuentes ahora, olvidate de eso ahora y sentate.

Hizo lo que le dije y yo me arrodillé detrás de él en la cama para hacerle masajes, su cuerpo estaba tenso y muy contracturado, no podía relajarse y no cooperaba conmigo, pero después de varios minutos pude relajar algo de su tensión.

Se dio vuelta y se arrodilló frente a mí en la cama, pasé mis brazos por su cuello y él bajó sus manos a mi trasero mientras me besaba y me acariciaba. Levantó mi remera y me la sacó dejándonos piel contra piel sintiéndonos. El perro ladró y tuvimos que apartarnos. Gian se levantó y lo sacó mientras yo ponía la computadora en la mesa de noche y me sacaba las sandalias, para acostarme en la cama para esperarlo, se acercó subiéndose encima despacio sin aplastarme y subió mi larga pollera transparente por encima de mis piernas.

—Horrible sería que no me dejes. —dijo frustrado, yo negué

—Quiero. —le dije y se agachó para besarme. Con cuidado desabrochó mi pollera y la sacó por debajo tirándola en algún lugar de la cama, acarició mis piernas desnudas de abajo hacia arriba hasta llegar a la tela de mi tanga, aunque no la sacó. Bajó los besos por mi cuerpo y cuando llegó a mi estomago, tragué saliva y él dejó un suave beso mojado en mi vientre sin darle mucho importancia. Volvió a mis labios y en eso bajé mis manos para desabrochar su pantalón, me ayudó y besó mi clavícula descendiendo hasta mis pechos.

— Sos tan hermosa. —murmuró haciéndome sonreír, desabrochó el corpiño y mis pezones se endurecieron pero un poco de dolor resonó en ellos. Los miró y después a mí. — ¿duele?

—Poco.

Despacio se agachó y los besó, me acostumbré al ardor y entonces de a poco succionó, me retorcí en la cama aliviando el dolor y él siguió succionando haciéndome olvidar. Hizo lo mismo con el otro y una lágrima cayó por mi mejilla. Gemí y lo obligué a apartarse. Subió a mirarme y yo lo besé antes de que dijera algo, enredé mis piernas en su cintura y agarrándome de los muslos me presionó contra sí, haciéndome gemir. Sacó mi tanga tomándose su tiempo y besó desde mi empeine hasta mi rodilla, me miró mientras se sacaba el bóxer y yo le sonreí esperándolo.

—Me quiero perder mi amor. —me dijo y yo asentí. Apoyó su cabeza en mi frente y respiró hondo.

—Gian...—gemí cuando empezó a entrar en mí, jadeé mientras él me llenaba y me agarré fuerte de sus hombros clavando mis uñas. Empezó a moverse y yo gemí cada embestida, sintiéndolo fuerte y cargado.

Se sentía tan fugaz, que llegué a un exquisito orgasmo acompañada con él, nos normalizamos un poco y después se dejó caer cansado sobre mi cuerpo. Salió de mí y levantándose un poco se agachó y besó mi vientre.

—Bebé entrometido. —dijo y yo me reí. Me levanté y me agarró del brazo.

—Voy al baño.

Cuando salí me acosté encima de él y nos tapamos escondiéndonos debajo de las sabanas. Mientras me acariciaba la espalda yo jugué con sus pelos y nuestros ojos no se apartaban uno del otro.

— ¿Qué pasó? —pregunté ya cuando los dos estuvimos más aliviados.

Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora