39.

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La puerta se abrió y él entró apoyándose en ella mientras la cerraba, lo miré de reojo.

— ¿Qué querés Gian Franco?

—Recibimos un mensaje de Noé, robó un beso.

Sin mirarlo, me animé a una sonrisa pero la borré enseguida, sin que fuera por Noé.

—Eso no nos gusta a las mujeres, no deberías haberle enseñado eso.

—Qué pena porque él tuvo suerte ya que la chica ahora es su amiga y bueno yo... no creo que haya estado tan mal.

—Vos estuviste pésimo.

—Si es cierto, a veces me pregunto por qué fui tan estúpido y me quedé.

Rodé los ojos y me crucé de brazos bajo del agua.

—Si entendieras todo lo que me pasó por la mente ayer...—dijo mientras se acercaba hasta mí. Evité mirarlo. —No sé cómo explicarte lo importante que es nuestro hijo para mí, intento de mil maneras alejarte a vos y a él de cualquier cosa que les pueda pasar y ayer yo...yo creí que no lo estabas cuidando como merece, yo puedo entender que en el día te peleaste con alguien por él, está bien porque lo defendiste, pero yo no necesito defensa Abril, yo sé muy bien de quién estoy enamorado y a quién amo.

—Ya sé que hice algo estúpido. —dije con la voz quebrada sin mirarlo. —pero se trata de mi hombre, de mi novio, el papá de mi hijo y ni siquiera me gusta que lo miren, odio cuando lo miran porque es mío.

— ¿Y vos te pensas que todo lo que me costó a mí tenerte, voy a hacer algo como tan estúpido como mirar a otra mujer?

—No.

— ¿Entonces, por qué no pensaste en el bebé?

—Gian pienso en el bebé cada segundo que pasa por mi vida por el simple hecho de tenerlo conectado conmigo, es como respirar pensar en él. —me sequé las lágrimas con el agua que empezaba a enfriarse. —pero no puedo tener un desliz que me condenas, de repente te importa más el bebé que yo.

—Abril, es mi hijo.

—Lo sé, pero yo lo cuido todo el tiempo y ayer no lo afectó en nada, sino me hubiera dado cuenta, jamás haría algo para lastimarlo.

—Podrías haberle dicho de todo y más, porque yo hubiera hecho lo mismo y puede que le haya pegado si era de parte de un hombre, pero no me estaría más que perjudicando yo...

—Si ya sé, porque yo tengo al bebé.

—Podrías haberte dado vuelta y besarme o haberme hecho caso cuando te dije de irnos.

—Bueno me salió así, me amarga que me insulten, que me digan que estoy gorda como si me intentaran lastimar.

Él bufó y se agachó a mi lado.

—El único hombre que te mira, te toca y a quién tenés que gustarle más allá de sentirte bien vos, soy yo, y yo estoy completamente enamorado de tu perfecto cuerpo embarazado.

—Eso es mentira, vos sólo querés al bebé.

—Yo no quiero sólo al bebé, vos me estás dando este hijo, ¿cómo pensas que voy a querer sólo al bebé?—suspiró y puso un mechón de pelo detrás de mi oreja, bajó acariciando mi mejilla. —sin vos, no hubiéramos hecho a este bebé.

—Querés convencerme Gian.

—No, sólo odio la forma en que estamos, odio como te traté anoche, como no pude dormir apegado a vos, odio eso porque no estoy acostumbrado a estar sin vos.

—No te voy a pedir disculpas yo si es lo que esperas. —dije poniendo mi orgullo bien alto. Sentí  su sonrisa y sus dedos bajaron hasta mi mentón, obligándome a mirarlo.

—No espero eso, sólo quiero que lo entiendas y ya sé que soy yo el que tengo que pedir disculpas ¿no?—asentí. —bueno, perdón.

—Perdóname vos a mí. —le dije con un hilo de voz. Odiaba hacerlo, pero algunas veces tenía que aceptar mis derrotas junto con mis errores, sólo algunas veces. —no va a volver a pasar.

Acarició mi mejilla y se levantó. Lo miré y se estaba sacando el bóxer, una pequeña sonrisa apareció en mis labios y se metió conmigo a la bañadera.

—Esto está congelado, ¿cómo te metes así?—se quejó, pero yo lo callé con un beso, un gran y sutil beso en los labios.

Estábamos acostados en la cama después de una cuidadosa e intensa sesión de hacer el amor con nuestra panza de por medio, yo me había dado vuelta y él me abrazada por detrás mientras que me acariciaba todo el cuerpo debajo de las sabanas.

—Estuviste buscando nombres. —dijo en mi oído. Giré un poco para mirarlo y asentí. —creo que somos los únicos padres que a los seis meses no tienen un nombre para su hijo.

—Es cierto. —me reí dándome la vuelta para enfrentarlo. Él sacó su mano de mi panza y la llevó hasta mi espalda acariciándome. —aunque no me puedo decidir, no hay ninguno que me llame la atención.

—A mí tampoco, no se me ocurre nada.

—Ya sé. —apoyé mi mentón en su pecho. —si no nos gusta ninguno, cuando nazca va a tener cara de algo y ahí podemos decidirlo.

— ¿Cara de algo?—se rió. —amor nadie tiene cara de algo, los nombres te personifican.

—Bueno pero no sé qué elegir, podríamos esperar a que nazca y verlo para saber qué nombre encaja bien con él.

—Puede ser, al menos que antes nos guste alguno.

—Si nos gusta. —bostecé poniendo mi cabeza sobre su brazo. Con mis dedos toqué y remarqué la estrella que tenía en debajo del bíceps. —espero algún día saber por vos la historia de esta estrella.

Él no dijo nada, pero me miró a los ojos y se encogió de hombros.

—Vos sabes por quién es.

—Por tu papá. —afirmé y él asintió. —dijiste que tenía una historia.

—Una historia que no me gusta contar porque la recuerdo y no me gusta.

—Lo sé. —susurré acariciando su mejilla. Me levanté un poco, besé su tatuaje y volví a acostarme sobre su pecho. Me abrazó y me mantuvo contra él, hasta que me dormí.

Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora