5.

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Al llegar a Comodoro lo primero que hice fue acostarme a dormir, quería evadir todo tipo de cuestionario del por qué Gian no estaba conmigo, entendía que para ellos era sorpresivo porque confirmamos asistencia los dos, y el cariño que le habían tomado se había vuelto un poco incómodo para la situación que estábamos viviendo, por lo que solamente dije que le salieron trámites de improvisto y aunque sabía que no los iba a dejar tranquilos, para mi descanso mental fue suficiente.

Al despertarme tenía dos mensajes de él, preguntando cómo estaba y cómo había sido el viaje, consideré responderle porque el bebé que llevaba en mi vientre no dejaba de ser suyo, y no era recomendable viajar durante los tres primeros meses, por más que yo no supiera de cuánto estaba y el viaje fue pésimo para mi malestar, le contesté que todo había ido bien. Ya me había aclarado que él no iba a dejarme y menos con el bebé, pero mis ataques de pánico y de histeria eran suficientes como para alejarlo ayer cuando él quiso hablar conmigo, no estaba lista y quería mi tiempo a solas para pensar, tenía mucho que pensar y no sólo se trataba de Gian, se trataba de mí y de mi vida ahora con un bebé.

—Mamá voy a bañarme y después vamos a comprar. —dijo mi hermana cediéndome el lugar para que me sentara a desayunar, mientras que Peter y Santi salían a buscar los juguetes que mi sobrino se había olvidado por la tarde.

—Bueno yo voy a llevar la ropa afuera, ahora vengo. —dijo mamá y me puso mi desayuno en la mesa, pero el café enseguida lo olí me revolvió el estomago y las facturas me dieron unas terribles ganas de vomitar. Papá me miró atento y por más esfuerzos por querer aguantar, fue inevitable levantarme rápido y entrar al baño para vomitar, quise cerrar la puerta pero sentí su presencia detrás de mí y literalmente quise morirme.

Papá era muy preceptivo y para peor, yo no podía dejar de vomitar, totalmente asqueada con los síntomas. Él me llevó el pelo hacia atrás y me ayudó a llegar al lavabo, donde me lavé la boca y la cara, sacándome la pesadez al refrescarme.

— ¿Dónde está tu novio?—preguntó, suspiré y me sequé la cara con la toalla.

—Te dije que no pudo venir.

— ¿Te dejó?

—No. —lo miré, él estaba serio y con los brazos cruzados.

— ¿Te dejó Abril?

—No papá no me dejó, está haciendo trámites con el tema de su mamá. —le comenté, yo le había contado que su mamá estaba en prisión pero tanto ellos como yo, no sabíamos concreta la historia más que por el narcotráfico.

— ¿Se hace cargo?—me preguntó y se me erizó la piel, de repente los ojos se me llenaron de lágrimas y sólo asentí. Me tapé la cara con las manos y las lágrimas empezaron a caer por la mejilla, papá me acercó a su cuerpo y me abrazó. —decime que en serio se hace cargo o si no lo mato.

—Sí se hace cargo.

— ¿Y por qué no vino?, decime la verdad Abril.

—Porque no quise que venga.

— ¿Por qué no?

—Porque quiero estar sola. —murmuré abrazada a su pecho, con los labios temblando y las lágrimas cada vez más familiarizadas.

— ¿Y por qué querés estar sola, qué hizo?

—Él no hizo nada papá, soy yo que quiero estar sola.

—Él hizo demasiado Abril, te embarazó.

Y ahí estaba de nuevo la palabra concreta.

—Pero yo no lo dejé venir, necesito estar sola al menos estos días para pensar.

— ¿Pensar en qué?

—En qué voy a hacer.

— ¿Y qué vas a hacer?

— ¡No sé papá!—le dije un poco cansada del pin pong de preguntas y respuestas, quise apartarme pero él me mantenía apretada a su cuerpo.

—Abril lo vas a tener.

—Sí, no pensar de esa manera.

— ¿Y entonces pensar en qué? si no te dejó y lo vas a tener, ¿qué querés pensar?

— ¡Ay basta papá!—me quejé y me aparté. — ¡Necesito tiempo para mí, no es fácil, yo no pensé que iba a quedar embarazada ahora, no cuando mi vida estaba planeada a hacer ese maldito restaurante!

Abrí la puerta del baño y salí casi corriendo por el pasillo hasta llegar a las escaleras.

—Abru...—llamó mamá, pero no la escuché porque subí rápido y me encerré en mi cuarto. Me tiré en la cama y empecé a llorar, en dos días había llorado más de lo que recordaba haber hecho en los últimos años y era estresante.

Me había quedado dormida pero la puerta no dejaba de ser tocada ni en mis sueños, me di cuenta que era parte de la realidad y tuve que despertarme, alguien golpeaba mi puerta y mientras me levantaba pregunté quién era, era mi papá. Respiré hondo y le abrí, él estaba esperando con una taza de té y una bandeja con galletas de vainilla, lo dejé entrar y cerré.

—Era lo único que le gustaba a tu mamá cuando estaba embarazada de vos. —dijo, la sonrisa se hizo inevitable en mi cara y me senté cuando la puse en mis piernas. Él se sentó de frente.

—Gracias.

—No era mi intención hacerte poner mal, perdoname hija.

—No, perdoname vos a mí, estoy muy...alterada y todavía es difícil asimilarlo.

—Si te entiendo, eh...no le dije nada a tu mamá pero sospecha que te separaste. —dijo y yo rodé los ojos tomando un poco de té, no esperaba menos de la cabeza de mi mamá.

—Prefiero que crean eso ahora, pero no quiero decirles nada.

— ¿Tampoco me ibas a decir a mí?

—Papá vos te diste cuenta. —dije y él sonrió tímido. —pero aparte, me acabo de enterar yo, quiero mi tiempo y mi espacio, ¿entendés?

—Sí lo entiendo, sólo quiero que me digas la verdad si Gian te dejó o no.

—No pá, no me dejó, a él también le cuesta aceptar esto, por eso creo que está bien que nos demos estos días, para los dos.

— ¿Pero lo tomó bien?—preguntó y yo hice una mueca que lo alarmó, bajé la taza y lo miré para que creyera en mis ojos.

—No lo tomó mal, pero está asustado y es normal, yo también tengo miedo.

—Pero hija, vos no tenés que tener miedo vas a ser una mamá genial y vas a saber qué hacer perfectamente tanto con el trabajo y tu sueño de hacer el restaurante, como con tu bebé.

De repente mi lado más sensible volvió a mí, papá me abrazó antes de que empezara a llorar como una tonta y le agradecí por el voto de confianza, era la primera vez que alguien me lo decía, iba a ser mamá y encima él agregaba que iba a ser una genial.

—Gracias papá. —le dije y secó mis lágrimas, pude ver que él también tenía los ojos lagrimosos y eso me hizo sonreír.

—Te felicito entonces, futura mamá.

—Gracias futuro abuelo.

—Uh. —hizo una mueca. — ¿otro diablillo más?

Yo me reí y me encogí de hombros.

—No lo sé.

—Mejor esperemos que sea una nena. —dijo y me alarmé un poco, él era preceptivo y mi mente no estaba para pensar en eso exactamente, aunque fuese lo que fuese ya lo amaba, simplemente porque era mío.


Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora