— ¿Te puedo ayudar en algo?
—No, gracias. —le dijo él, frío como siempre.
—Bueno avisame cualquier cosa que necesites.
Pero Gian no respondió, me fui a su lado y seguía mirando todo el estante de zapatitos chiquitos.
—Mira esto, ¡qué lindo! —agarré una mini campera negra y se la mostré. —quiero esto, para que esté igual a su papá.
Él rodó los ojos con una sonrisa y yo seguí mirando las pequeñas camperas con capucha, él se acercó de atrás poniendo su mano en mi panza.
—Voy a llevarle una negra, y esta gris como la tuya.
—Ajá... ¿nos podemos ir ya?
—Pará Gian, recién llegamos. —me quejé sin darle atención.
—Me quiero ir, venimos otro día, dale.
Yo bufé y agarré sólo la campera negra, fui a pagarla cuando me di cuenta que la rubia seguía mirándolo, o más bien comiéndolo con la mirada, ni siquiera le importaba que yo la estuviese mirando.
—Lo compras otro día. —me dijo Gian al oído, pero lo ignoré.
—Le vas a causar un dolor de cabeza y duerme conmigo. —le dije a la rubia. Ella me miró entrecerrando los ojos.
— ¿Disculpe?
—Tengo tu misma edad estúpida y te estoy diciendo que dejes de mirar a mi novio como si fuera que te lo vas a comer.
—Abril, vamos. —insistió, pero la chica se acercó con una ceja levantada.
—Si tengo ojos los uso para mirar, ¿ok?—me desafió. Un calor me recorrió el cuerpo y creí transformarme.
—Bueno no mires a mi novio ¿ok?
—Abril.
Me di la vuelta para pagar cuando escuché su chillona voz de nuevo.
— ¿Tanto miedo tenés que te deje?—preguntó, volví a darme vuelta y ella estaba cruzada de brazos. Quería guerra. Gian bufó y quiso empujarme para que nos fuéramos, pero me planté poniendo mis manos en mi cadera, enfrentándola.
—Miedo deberías tener vos a que ni te mire, estúpida.
—Vos sos la gorda lechona acá, no yo.
Y por segunda vez en el día, me colmaron la paciencia. Me acerqué poniendo mi panza adelante y enfrentándola, escuché como la chica que iba a cobrarme le llamó la atención con un nombre horrible.
— ¡¿Qué te pasa Carla?!
—Abril, no vale la pena, vamos. —me dijo impaciente Gian agarrándome del brazo.
—Vos sí vales la pena lindo. —le dijo ella. Gian la miró mal y cuando estuvo distraída mirándolo a él. Me adelanté agarrando su asquerosa y mal teñida rubia cabellera y la empujé lejos.
— ¡Abril!
Pero fue tarde, ella se quejó y la agarré nuevamente desprevenida.
— ¡No mires a mi novio nunca más en tu vida! —le dije zamarreándola, Gian me agarró de atrás intentando que la soltara, pero mientras más insistía, más fuerte la agarraba.
— ¡Basta, basta Abril!
—Gorda asquerosa, ¡ni siquiera debe ser suyo puta!—me gritó agarrándome a mí. Grité pero no me quedé atrás, con mi mano le pegué un muy fuerte puñetazo en la cara que la hizo soltarme. Y todo fue un revuelo, la chica que atendía estaba intentando detenerla y gritándole para que se calmara, mientras que Gian me sostenía a mí, obvio que le grité muchas cosas a la mal teñida.
— ¡Basta Abril, vamos!
— ¡Puta sin vida!—le grité pegándole de nuevo, ella me pegó una patada en las piernas porque con las manos no podía.
— ¡¿Estás loca, qué mierda te pasa?!—gritó Gian, pero no mirando hacia mí. — ¿quién te crees que sos? ¡Estúpida no ves que está embarazada!
De repente todos nos quedamos callados y él me miró a mí.
—Dale Abril, salí. —me dijo enojado. Miré mal a la rubia y salí con guardia de mi novio. Levanté mi cabeza y acomodé mis pelos, él cerró la puerta del local fuerte y se dispuso a caminar rápido.
Mi corazón se calmó pero otra pequeña cosita palpitaba, o más bien pateaba. Respiré hondo varias veces hasta llegar a su casa. Él echaba humo hasta por las orejas y cerró de un portazo la puerta haciéndome saltar, iba a entrar al baño pero lo frené.
—Gian...
— ¡No, no!—gritó pegándole a la pared. — ¡Cómo vas... sos una enferma!, ¡¿te importa una mierda el bebé no? lo podrías haber lastimado!
—No Gian...
— ¡No me hables y si podes andate a tu casa!—escupió cada palabra entrando al baño y cerrando fuerte la puerta. El nudo se formó en mi garganta.
— ¡Encima que te defiendo me echas!
— ¡No me defendiste de nada Abril!—gritó abriendo la puerta nuevamente. — ¡Ni un retrasado hace lo que hiciste, pusiste al bebé en riesgo por estupideces!
— ¡Me estaba insultando!—grité de la misma forma, enojada por su reacción innecesaria cuando el bebé estaba bien y ella había logrado sacar mi peor perfil.
— ¡No te estaba insultando, te armó un estúpido juego que seguiste y no pensaste en el bebé!
— ¡No me grites!—me ahogué en lágrimas, él bufo.
— ¡Pusiste en riesgo a mi hijo, lo único que tenés que hacer es cuidarlo y te pones hacer esas estupideces!, ¡¿cómo no querés que te grite?!
—No le pasó nada al bebé...
—Más te vale que no, porque te mato si le pasa algo. —dijo bruscamente y volvió a cerrar la puerta fuerte. Sollocé, y me tapé la cara con las manos.
— ¡Te odio!—le grité llorando.
—Andate a la mierda Abril.
Grité histérica y caminé rápido hasta acostarme en la cama, me aferré a la almohada y me largué a llorar mucho peor, toqué mi panza para tranquilizar al bebé que se movía mucho por mi alteración, pero no le había pasado y jamás hubiese permitido que ella me tocara, no iba a poder hacerlo de todas formas porque tenía medida la situación y antes de que tocara a mi hijo, literalmente la hubiese dejado sin vida.
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Quedándose para Siempre.
Teen FictionGian había aprendido a quedarse y Abril a seguir siendo paciente con su entrometido novio. Todo cambió desde el día que esos ojos verdes se cruzaron en el camino de ella y aún así juntos, todo iba a seguir cambiando. La responsabilidad de parte de l...