41.

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La casa era hermosa, perfecta para nosotros tres y si en algún momento queríamos tener otro bebé, podía funcionar muy bien. Se adaptaba a nuestra economía y era accesible el pago tanto como su ubicación. Estuve fascinada y recorrerla me hizo olvidar muchas cosas de las últimas horas. Todo me daba vueltas en la cabeza pensando en lo que sería vivir con mi familia dentro y me hacía tan feliz vernos en mi imaginación, que quería mudarme ya si era posible.

Para mi sorpresa, el señor de la inmobiliaria una vez que terminamos de recorrer la casa, le hizo firmar a Gian unos papeles que todavía no entendía de qué eran. De su bolsillo sacó una llave y se la entregó.

—Toda suya, que la disfruten.

Miré a Gian con los ojos abiertos de par en par y él me soltó dándome una pequeña sonrisa cómplice.

—Voy a acompañar al señor hasta la puerta. —me dijo. El señor me saludó y burlándose de mí se fue con él, escuché la puerta cerrarse y no pude evitarlo.

—Gian Franco Trascow vení ya para acá. —lo llamé. Lo escuché reírse y cuando entró por el umbral de la puerta se cruzó de brazos apoyándose en el.

— ¿Qué?

—Explicame esto, que no entiendo nada. —dije señalando a todo mi alrededor. Él se encogió de hombros.

—No sé quizá... ¿nuestra casa?

— ¿La comp...?

—Sí, la compré. —dijo acercándose a mí. —así que bienvenida a nuestra casa mi amor.

—Ay Gian...—me tapé la boca sorprendida y él se rió abrazándome, por lo que enseguida me sensibilicé y mucho peor cuando se agachó a mi panza para darle muchos besos. —No puedo creer que hiciste eso. —lloriqueé sensible. Sonrió y subió para que sea mi turno de recibir su beso.

—Es para los tres, somos una familia ahora ¿no?

Con lágrimas en los ojos asentí y lo acerqué hacia mí besándolo de una manera intensamente feliz y deliciosa. Amaba a mi hombre, amaba lo que hacía por mí, amaba que me amara a mí y a nuestro hijo y no podía dejar de pensar en cuánto amaba que los dos amemos a la pequeña familia que estábamos formando juntos.


—Se siente raro, pero increíble. —dije mirando a mí al rededor. Nuestro nuevo living era grande y por ahora vacío, sólo estaba ocupado por un colchón en el medio de la sala, que no me resistí a pedir que trajera Gian para pasar la primera noche juntos en nuestra casa. Ya me imaginaba todo, como iba a decorar, acomodar y organizar todo perfecto, me gustaba la idea de pintarla, adaptarla al bebé y limpiar al fin mi propia casa.

Gian besaba mi cuello subiendo y bajando hasta mi hombro, no podía concentrarme tanto en él ya que no dejaba de mirar el lugar. Empezaba a hacerse de noche y lo único que alumbraba eran las casas de nuestros nuevos vecinos, ni siquiera nosotros teníamos luz afuera y mantuvimos apagas las de adentro.

—Todavía no puedo creer que hiciste esto. —comenté, pero él busco mis labios sin dejar que terminara de hablar.

—Amor me dijiste eso quinientas veces en las dos horas que llevamos acá, por favor un poco de silencio que el bebé y yo nos queremos concentrar. —me pidió. Me reí y asentí volviéndolo a besar, esta vez me obligó y el bebé pateando dentro de mí me obligó también a callarme.

— ¿Cuando nos mudamos?—pregunte entre besos, él me pegó en el trasero y yo grité riendo. —bueno me callo.


—Gian compró una casa. —le conté a mi mamá por teléfono, ella gritó emocionada y empezó a contarte a todos repitiendo lo mismo que yo le dije.

— ¡No puedo creerlo!, ¿es linda? ¿Cuándo se mudan? ¿Es grande?

—Es hermosa mamá, es grande y Gian quiere mudarse como en dos semanas, pero yo quiero ahora.

— ¿Querés que los vayamos a ayudar?

—Mmm sí, pero si pueden venir antes de las dos semanas, no quiero esperar más. —le dije casi susurrando, pero lo vi a Gian rodar los ojos. —tengo el novio más perfecto del mundo mamá.

Estuve hablando con ella por un largo tiempo, después lo mismo que hablé con mi mamá se lo conté a Ema y a Brian, llamé a mis amigas del restaurante y también les conté, mandé un mail para que Ana se enterara, llamamos a sus abuelos y también prometieron venir. No sé a quién me faltaba, pero estaba tan feliz que quería decírselo hasta al encargado del edificio, que de hecho le dije que eran mis últimos tiempos en él ya que me iba a mudar pronto. Estaba eufórica de felicidad y no veía la hora de que fuera viernes para mudarnos.

Gian estaba un poco aturdido de mí y se fue al gimnasio con sus amigos pero yo sabía que también les contó. No podía no hacerlo.

Esa noche que me quedé sola con Ema, le conté lo de Joshua, ella como amiga me dio algunos consejos y me hizo sentir mejor. Mi familia ahora era Gian y el bebé y yo no podía pensar en esas cosas más que en lo mío, y él debería entenderlo.

Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora