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Era mi último día de trabajo y no era sólo temporal, definitivamente iba a renunciar para poder empezar con mi propio proyecto una vez que tanto Gian como yo nos acomodáramos con Noah al nacer. Estábamos seguro que no iba a ser lo más fácil del mundo, económicamente nos iba a costar y lo ahorros de toda una iban a ser invertidos, por lo que no esperaba que fuese fácil.

Tampoco esperaba que me resultara tan ligera la despedida del restaurante de Kike, y no lo fue, pero internamente sabía que era el principio de algo mejor. Al final del día cuando esperaba que Gian me buscara, me despedí de mis amigas y me encaminé al gimnasio donde me pidió por mensaje que lo encontrara, y aunque eso me molestaba porque odiaba caminar, tuve que hacerlo para no quedarme a seguir llorando más o menos por salir de mi antiguo trabajo.

Me encantaba el gimnasio de Gian, era de un amigo de él que había fallecido y se lo dejó hace mucho tiempo, el lugar era muy recurrido por la gente del centro y yo conocía prácticamente a todos, aunque tenía un poco de recelo hacia las que simplemente iban a mostrar su físico y coquetear con los profesores. Entré al sector de los aparatos donde no había nadie, sólo divisé a Fede, un profesor de Pilates amigo también de Gian.

—Hola linda, ¿cómo va a esa panza?

—Hola Fede, muy bien gracias, ¿Gian?—le pregunté mientras él tocaba mi panza y miraba el lugar vacío.

—Arriba, yo ya estoy saliendo así que nos vemos pronto.

—Está bien gracias, nos vemos.

Eran tres malditos pisos, el primero era un salón de aeróbicos, el segundo maquinas para los frondosos y presumidos hombres y en el tercero estaba la pileta de natación.

— ¿Por qué no me fuiste a buscar?—me quejé cuando lo vi a Gian acostado en la maquina levantado las pesas. También estaba vacío el lugar.

—Porque tengo que cerrar yo si no te diste cuenta. —dijo incrédulo, pero estaba de malhumor y simplemente tenía que ignorar sus comentarios con esa mala energía.

—No me gusta caminar.

—Abril no puedo hacer siempre lo que vos querés. —elevó un poco la voz y lo miré sorprendida por su reacción, pero de verdad prefería ignorarlo porque no íbamos a terminar bien si discutíamos, por lo que simplemente me acerqué y me senté a su lado.

— ¿Qué pasa?—le pregunté y dejó caer las pesas para respirar hondo.

—Nada.

—Desde hoy que estás de malhumor Gian. —le dije, se levantó a mi altura y entrecerró los ojos mirándome mal.

—Vos podes estar de mal humor todo el tiempo y yo no, ¿cómo es eso?

—No es que no podes...

—Abril, me molestaste toda la noche ¿cómo no voy a estar de mal humor si tengo sueño?

—Bueno era tu hijo. —me encogí de hombros. Él bufó y me hizo levantarme.

—Cerrá que me voy a bañar rápido.

— ¡Me estás usando!—me quejé, él se agachó a besar mi panza y se apartó para entrar al baño.

Logré al menos que no me contestara tan bruscamente cuando le preguntaba cosas después de cerrar, y mientras apagaba las luces de todo el lugar, le hablé de lo cerca que estábamos del tiempo que Noah podía decidir nacer en cualquier día, lo cual lo hacía aflojar un poco la tensión y al salir al menos me dio la mano y acarició mi panza de camino al auto mientras fingía escucharme.

— ¿Qué pasa amor?—le pregunté de nuevo cuando llegamos al auto, antes de que entrara lo hice acercarse a mí y suspiró cediendo.

—Nada, en serio nada. —me dijo acariciando mi mejilla mientras su otra mano la mantenía en mi panza. —estoy cansado nada más.

—Bueno hoy te hago masajes yo, ¿querés?—pregunté con mi mejor cara de convicción, él sonrió un poco y se acercó a besarme.

—Sí.

— ¿Gian Franco Trascow?—preguntaron y al darme vuelta, un señor de traje estaba acompañado por uno vestido de oficial de policía, con una plaqueta oficial y una hoja en su mano

— ¿Si?

—Está usted arrestado por titularidad de propiedad ilegal. —dijo el hombre. Abrí los ojos de par en par mientras sentí como el policía me arrebataba bruscamente de los brazos a mi novio y llevaba sus manos detrás de su cuerpo.

— ¿Qué?

—Le recomiendo que no diga nada Trascow, cualquier detalle que agregue va a ser usado en su contra, tiene derecho a un abogado. —dijo el hombre e hizo seña con la cabeza. —llévenlo.

Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora