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Estaba eufórica y quería volver a sentirlo, pero lamentablemente no dio otra señal. Las primeras pataditas de mi bebé fueron sentidas por mí y ahora sólo faltaba que las sintiera su papá. Estaba tan feliz que mi sonrisa no se borraba para nada, una vez más mi hijo me estaba acariciando el alma y esa sensación de alivio y placer estaba instalada en mí.

Estuvimos hablando de lo mismo hasta que unos gritos se hicieron presentes y nos hicieron callar, cuando nos dimos cuenta era Clara. Ella iba casi corriendo al lado de un señor de traje que la ignoraba mientras que un guardia de seguridad la quería sacar.

— ¡Por favor, sólo tiene siete años, por favor se lo ruego! —le dijo desesperada, pero ese maldito de traje no decía nada. Hasta que fue ganado por cansancio y chasqueó los dedos dándole indicación al guardia que la sacara a las fuerzas. Gian intervino y entonces el hombre la soltó bruscamente.

— ¡Oh-ooh!

— ¡Gian no!—le grité pero fue tarde, el guardia se ganó un buen puñetazo en la cara de parte de mi violento novio y unas palabras que quise taparles los oídos a Noé. El hombre tambaleó para atrás y se tocó la nariz, sin sangrar por suerte.

— ¡La próxima vez que tratas así a una mujer, te mato estúpido! —le dijo totalmente enfurecido.

Clara lloraba arrodillada en el regazo de su hijo sentado en el banco de la plaza mientras que él acariciaba sus pelos.

—Mamá, dijimos que somos fuertes. —le dijo y mi corazón se encogió. — no llores.

—Clara no llore, está poniendo mal a Noé, vamos levantase, usted es fuerte. —la alenté yo al ver cómo los ojitos del nene se empezaban a contagiar con las lágrimas. Ella asintió y se levantó para sentarse en el banco. — ¿Qué fue lo que pasó?

—No me quieren dar el pasaporte de Noé, quieren exportarlo como una basura por estar así.

— ¿Es muy necesario el pasaporte?—preguntó Gian.

—No, pero no me dejan moverme en el país sin su documentación.

—Mierda.

Ella miró a su hijo y agarró su carita entre sus manos.

—Te dije que íbamos a vivir y eso vamos a hacer, ¿sí?

—Sí.

Ella llamó a la tía de Noé y en menos de una hora estuvo en auto para buscarlos, ilegalmente iban a poder y eso iba a hacer. No querían que nosotros la ayudáramos y tampoco sabíamos cómo, sólo prometimos ir a visitar a Noé en cuanto podamos nuevamente, quería verlo de nuevo a ese pequeño luchador y mucho más ahora que la angustia estaba propagada en mí.


Como a las nueve de la noche, pudimos encontrar el departamento donde íbamos a instalarnos, había sido un día agotador y muy cargado. A penas llegamos yo me acosté en la cama y Gian empezó a hacerme masaje en mis pies algo hinchados, mientras yo contenía las lagrimas por la tensión de todo el día.

— ¿Un baño?—me preguntó cuando terminó, asentí levantando mi mano para acariciar su mejilla y él se agachó a besarme.

Los dos entramos en la bañadera y él me lavó y acarició mi panza como hacía siempre, dejándome admirar la tranquilidad y paciencia cuando lo tocaba.

—Espero que pueda moverse así puedo sentirlo.

—Ya lo vas a sentir, no te preocupes. —le dije buscando sus labios.

Me acostó suavemente en la cama con él cerniéndose en mí sin aplastarme, y yo lo mantuve agarrado mientras me besaba y con sus manos recorría suavemente mi cuerpo. Fue bajando los besos hasta detenerse en mi panza y la besó dulcemente, sentía como me hacía pequeñas caricias dentro pero nada de patear como antes.

Gian volvió a mis labios y muy despacio y con mucho cuidado entró en mí, me retorcí en la cama y el bebé empezó a moverse, tanto como él. Sonreí mientras me besaba y acariciaba mi cuerpo en cautelosas embestidas haciéndome perder, cerré los ojos y el estrés y pesadez de todo el turbio día parecía que desaparecían en tan hermosos toques suyos. Nos tomamos nuestro tiempo y lo hicimos dulce y suave, él lo era conmigo todo el tiempo desde que esa personita estaba dentro de mí y era muy cuidadoso con los dos, me gustaba y desesperaba al mismo tiempo aunque sólo necesitaba mi dosis de calma, que solamente él sabía dármela.

Todo mi cuerpo se abrazó en un orgasmo y me dejé perder, sintiéndolo a él también, aunque un pequeño detalle me hizo volver en sí. Estaba pateando de nuevo.

Gian salió de mí despacio y sin decirle nada llevé mi mano que tenía la suya agarrada y la puse sobre donde sentía las pataditas. Me miró con los ojos abiertos de par en par.

— ¿Lo sentís?

—Sí. —dijo anonadado, sus ojos estaban cristalinos y cuando bajó a besar mi panza, una pequeña lágrima cayó por su mejilla.

—Háblale. —lo alenté y la besó de nuevo inspirando hondo.

—Hola hijo. —dijo con los labios sobre mi panza, yo tragué. —ya quiero que estés acá bebé, quiero conocerte... necesito que te apures... tu mamá me está volviendo loco. —le dijo y yo le tiré un poco el pelo, lo que nos hizo sonreír a ambos. —Te amo bebé.

Depositó nuevamente un suave beso y subió hasta que nuestros ojos se encontraron

— ¿A mí también me amas?

—Sí, mucho. —dijo y se acercó a besarme. Se acostó a mi lado y me mantuvo abrazada mientras concilié el sueño y él también.


Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora