49.

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— ¿Por qué mierda no me dijiste que te quiso tocar?—dijo entre dientes en mi oído. Tuve miedo de su tono y ni siquiera quise mirarlo. El policía que lo mantenía amarrado con las esposas, lo alejó bruscamente de mí.

—Vamos Trascow, querés salir pero no te apuras. —le dijo el oficial. Él entró dándome una mirada que me quemó. Ema apretó mi mano e intentó sonreírme.

—Tranquila, está nervioso también.

Pero no era eso. Nunca le había dicho que Dino quiso tocarme y tampoco sabía que él podía escucharme, a pesar de que en algún momento tenía que decirlo porque lo iba a saber.

—Abril ¿puedo hablar un minuto con vos?—me llamó Carlos, asentí y me levanté despacio siguiéndolo. Nos apartamos en el mismo pasillo de la delegación. —si dijiste todo tal cual fue, entonces hay varias posibilidades de que le den la libertad.

Fruncí el ceño.

—Pero lo de la esquina todavía no está resuelto, no testifiqué ni yo.

—No es necesario porque la titular tomó la responsabilidad, es juicio aparte que no nos importa. —me dijo. Yo asentí confundida pero planteé mis dudas en mi mente. ¿Titular?—voy a hacer lo posible para que lo saquen mañana mismo, pero no te alarmes, es una posibilidad.

—Está bien, muchas gracias.

No entendí nada y mientras Gian declaraba, me acerqué a Ema.

—Ya vengo, cuando te llamen me mandas un mensaje. —le dije.

— ¿Pero dónde vas?, no te puedo dejar sola Abru.

—Voy a estar acá, hablando con el abogado.

—Ah bueno está bien, después me contás.

Asentí y me fui por los pasillos de la delegación para llegar a los de la prisión, y pedí hablar con la señora de Trascow, ya que no sabía su apellido y mucho menos su nombre. Me derivaron al mismo sector que el de Gian, y hasta me llevaron a la misma celda. Mi corazón latía muy fuerte y estaba nerviosa, pero mi intriga era mucho más fuerte y la desesperación por saber todo de la otra campana también, quería escuchar.

La señora me miró con esos mismos ojos que todos los días me miraban pero en otra persona diferente. Ella era flaca y un poco escuálida, tenía unos cuarenta años porque parecía joven y según sabía de la historia, tuvo a Gian de muy joven. Fue imposible no darse cuenta de que era su mamá, ya que hizo el mismo gesto confundido que hacía su hijo cuando razonaba algo.

—Se lo llevaron hace una hora. —me dijo, yo negué

—No vine por él.

—No veo por qué entonces. —dijo encogiéndose de hombros. Agachó su mirada hasta mi panza y señaló. —te felicito, conseguiste al mejor padre que podrías esperar para tu hijo.

—Si lo sé.

— ¿A qué viniste nena?—preguntó y se levantó hasta mí, cada musculo de mi cuerpo se tensó cuando se acercó. —no creo que a tu noviecito le guste la idea de que estés acá siendo que no es por él.

— ¿Por qué se hizo cargo?—le pregunté con apenas mi voz clara, ella se cruzó de brazos.

— ¿Acaso no es mi problema ese?

—Sí, pero...

—Creo que va a ser mucho mejor que te vayas, tengas a ese bebé y cuides mucho de él y de tu marido porque vas a lamentarte toda tu vida si cometes un error.

Entonces entendí.

—Si uno ama no se cometen errores tan graves, tan hirientes tampoco.

—Es cierto. —asintió. —por eso te aconsejo que nunca te pierdas

Tragué saliva y escuché el ruido de las llaves de los guardias acercarse.

—Al menos hizo una cosa bien.

—Es en vano si ni siquiera voy a saber de la existencia de mi...nieta o nieto. —dijo, respiré hondo y toqué mi panza.

—Es hora. —me dijo el guardia. Asentí y con la mirada saludé a la mujer que estaba apoyada en la pared de la celda, salí y mientras esperaba que el hombre la cerrara, mi voz salió involuntariamente de mi garganta.

—Varón, Noah. —le dije. Ella trazó una leve sonrisa por su boca y yo me escabullí rápidamente fuera del lugar. Temblando llegué a la delegación en donde Ema ya no estaba pero Brian sí, ellos también tenía que testificar.

—Ya entró, llevaron a Gian al juzgado. —me dijo Brian. Asentí y me senté a esperar, hasta que escuché la voz de Carlos.

—Abril vení. —me llamó y me levanté para seguirlo. — tenemos suerte de que el juez sea mi amigo y lo conozca, no digas absolutamente nada de esto.

—Sí pero...

—Vamos a esperar que terminen de declarar todos así no es tan obvio, podes ir a verlo si querés.

—No entiendo nada ¿qué significa entonces?

—Que lo vamos a sacar hoy si es posible, su mamá se hizo cargo de todo.

Tragué saliva y una sonrisa apareció en mis labios, después de todo no me sentí tan mal por haberle dicho el sexo y nombre de mi hijo.

Quedándose para Siempre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora